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COMPOSICIÓN Y ESTRUCTURA

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El tratado De usu partium está concebido como un canto de alabanza a la naturaleza creadora. Para Galeno, esta obra es un discurso sagrado (hieròs lógos ) y un verdadero himno en honor a ella, pues no hay nada más sagrado, dice, que investigar y dar a conocer el sumo arte de la naturaleza en su diseño y creación del ser humano (III 10, 237-238K). Compara su escrito a una composición mélica, que termina en un epodo, himno de alabanza a la divinidad, que se solía cantar al pie del altar. Como en los himnos a los dioses hay en la obra de Galeno una parte más retórica en la que alaba y elogia la naturaleza creadora, hay otra exhortativa en la que invita a su conocimiento mediante el estudio y la experimentación, y otra descriptiva de la función de las partes que constituyen el ser del hombre. A la naturaleza, como a cualquier otra divinidad, a la que se canta, se la adorna con epítetos: es sabia, poderosa, justa y providente; es creadora (demiourgós); actúa con arte y es rica en recursos. El cuerpo humano es su obra maestra. Este tratado de Galeno, como la composiciones líricas, en parte apela a los sentimientos y al asombro de sus lectores, pero, sobre todo, por su metodología científica llama a la reflexión y al conocimiento de la naturaleza en algo tan cercano y propio como es el cuerpo humano. La obra está escrita con precisión y claridad en la prosa ática del siglo II , si bien pueden observarse en ella algunos rasgos de la koiné .

Galeno, por su interés en conocer lo específico del hombre frente a los demás animales, comienza y termina su obra con el estudio de las partes que, según su criterio, constituyen al hombre como lo que es, un ser racional y sociable, capaz de crear un mundo, relacionarse, reflexionar y dedicarse a las artes. Estas partes específicamente humanas son, en su opinión, las extremidades y el cerebro. Las primeras están soportadas por los huesos, movidas por los músculos, que, a su vez, son puestos en movimiento por los nervios; están nutridas gracias a las venas, atemperadas, en opinión de Galeno, por las arterias, y reciben sensibilidad y movimiento gracias a los nervios, que en última instancia proceden del cerebro. A las extremidades les dedica los primeros libros. Los siguientes los distribuye de acuerdo con las tres principales cavidades del cuerpo: abdominal, torácica y craneal, de acuerdo con su concepción tripartita del cuerpo humano. Los libros IV y V los dedica a los órganos de la cavidad abdominal que reciben el alimento y lo elaboran, como el estómago; a los que terminan de elaborarlo y lo transforman en sangre, como el hígado, y a los que, antes de la distribución lo purifican de residuos ligeros, como hace la vesícula biliar, o de los residuos más espesos, como hacen el bazo y los intestinos anteriores al recto, y de los residuos acuosos, lo que es función de los riñones. Los libros VI y VII versan sobre los órganos de la cavidad torácica, como el corazón y los pulmones, además de dedicar algunos capítulos al esófago, a la tráquea y a los órganos de fonación. Los libros VIII al XII están destinados a explicar todos los órganos de alguna manera relacionados con la zona de la cabeza. La segunda mitad del XII y el libro XIII explican la columna vertebral y los hombros. Los libros XIV y XV explican los órganos de reproducción y las caderas y en el XVI se habla del sistema conectivo, nervios, venas y arterias, que recorren todo el cuerpo para darle, en opinión de Galeno, sensibilidad y movimiento, alimentación y una temperatura adecuada. El libro XVII cierra poéticamente, a modo de epodo, toda la obra y resume algunos de sus puntos principales.

Mediante todos los recursos que le presta la lengua, Galeno expone de forma sistemática la estructura, función y relación de las diferentes partes del cuerpo humano, sin olvidar que el cuerpo es un todo orgánico, en que todas las partes están en simpatía y en perfecto equilibrio, sin que nada sobre ni falte, para constituir cooperativamente ese ser racional que es el hombre. Como han señalado Garofallo y Vegetti 3 , Galeno, al discurrir sobre las partes del cuerpo y sus funciones, elabora un discurso sobre el orden universal de la naturaleza, pues ve en cada parte del cuerpo no sólo una manifestación de la physis sino también de las leyes que la rigen. El Pergameno explica mediante la palabra lo que ve en las disecciones y los resultados de sus experimentos, acude a la geometría euclidiana cuando lo estima oportuno para la clarificación de las ideas, por ejemplo, para hacer comprensibles los rayos de la visión, invita a la experimentación y a la observación, hace propuestas metodológicas para el estudio de la anatomía y la función de las partes en el ser vivo, elabora teorías explicativas sobre la percepción, la sensibilidad y la capacidad de razonamiento del hombre, valga como ejemplo su teoría sobre el spiritus animi 4 , y acude a símiles y analogías para explicar lo que no conocemos por lo que conocemos.

En su afán didáctico establece con frecuencia diálogo con sus lectores y les interpela para que presten atención o para que se fijen en determinada característica o les manda leer otros escritos necesarios para la comprensión de lo que está explicando. Rebate teorías comúnmente aceptadas y polemiza con médicos o filósofos de un cierto prestigio. Sabe captar la atención del auditorio con cuestiones polémicas, por ejemplo, si es adecuado el nombre de «encéfalo» en los animales que no tienen cabeza (kephalé) . Otras veces polemiza con algún médico de prestigio o rebate teorías comúnmente admitidas, sin sentir reparos en llevar hasta el ridículo las doctrinas de algún adversario científico. Cuida el uso de la lengua y se preocupa en definir términos, que pueden no estar claros para todos sus lectores, pues sabe que la claridad y la precisión de la palabra es clave en la comprensión de los conceptos y sin éstos no hay ciencia. Crea una retórica de la ciencia, que le otorga las mejores credenciales en el campo del saber, pues sus verdades, apoyadas en los datos de la exploración y experimentación, ofrecen certezas, que son verificables y le dan al hombre la posibilidad de controlar la salud del cuerpo y la virtud del alma mediante la regulación de su forma de vida. Además, ese saber, que se fundamenta en la anatomía y en la fisiología, será útil, según nuestro autor, no sólo al médico sino al filósofo que se esfuerza por adquirir un conocimiento de la naturaleza entera (XVII 1). Para Galeno, como decíamos al principio, el ir desvelando los misterios de la anatomía y la fisiología del cuerpo humano es componer un himno a la naturaleza creadora y a su obra más perfecta, el cuerpo humano, y recomienda a todos aquellos que honran a los dioses iniciarse en los misterios de la fisiología, superiores, dice, a los de Eleusis y Samotracia, pues muestran con más claridad que aquéllos la sabiduría del creador (De usu partium XVII 1-2).

Del uso de las partes

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