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♦ Capítulo 10 ♦

Drew

Límites

Esa noche, acostado en la cama improvisada y con la cara hundida en los cojines, escuché unos pasos que se detuvieron junto al sofá para evaluar la situación. Traté de respirar como si estuviera dormido, pero sonó como si jadease con una pizca de apnea del sueño. ¿Era mejor o peor que supiera que fingía?

Cuando Jing-Jing me pinchó en el costado, sentí el impulso de devolverle el gesto, lo cual no debería haber sido ni por asomo mi primer pensamiento. ¡Sus padres ni siquiera estaban mirando! Aunque, de acuerdo con la regla 26 de no salirse nunca del personaje mientras los padres se encontrasen bajo el mismo techo, debería haber asumido que sí. De todas maneras, teniendo en cuenta que los Wang estaban clasificados como tipo C, debería haber respondido con un roce de mano o una sonrisa, no coqueteando con ella como haría delante de unos padres de tipo A. O en una cita de verdad. Joder.

Siendo sincero, y como Drew, era posible que no hubiera estado metido en el personaje durante una buena parte de esa última interacción, algo que nunca me había pasado.

¿Cómo me había hecho perder la concentración así? ¿Por qué se me olvidaban las fórmulas y las respuestas aprendidas cuando ella estaba cerca? ¿El gesto había sido real por su parte? La expresión le había cambiado de divertida a avergonzada cuando la rechacé, pero no importaba lo que le hubiera pasado por la cabeza ni lo que tal vez sintiera. No podía ocurrir nada. Era demasiado complicado. Por eso me había apartado y actuado con frialdad.

Regla número 5 del manual de acción de la agencia El Novio Perfecto: «Ten siempre claros los límites entre el trabajo y la realidad». Me la sabía de memoria y, hasta ese momento, nunca había tenido que darle muchas vueltas.

Nos jugábamos la misión, su futuro, mi medio de vida y, en consecuencia, mi sueño de ser artista.

«Ten claros los límites y grábatelos a fuego para que no se te vuelvan a olvidar, Drew».

Continué con los resuellos mal fingidos hasta que se alejó de puntillas hacia la cocina. Sin pasteles de luna a la medianoche, conté ovejas hasta que me dormí de verdad. Una con un pijama que brillaba en la oscuridad, otra con un mono de jirafa, tres disfrazadas de bolitas de algodón.

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