Читать книгу Argumentación y pragma-dialéctica - Jesús Zamora Bonilla - Страница 30

1.3 Cuatro principios meta-teóricos

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En la ejecución del programa pragma-dialéctico de investigación, nos acercamos a la argumentación con cuatro premisas meta-teóricas. Esas premisas básicas son metodológicas por cuanto se preocupan por cómo debemos enfrentar el estudio de la argumentación. Ellas constituyen una base para integrar la dimensión descritiva del estudio de la argumentación con su dimensión normativa.7

En primer lugar la funcionalización. A la argumentación se la suele estudiar como una estructura de derivaciones lógicas, actitudes psicológicas o creencias epistémicas más que como un complejo de actos verbales (y no verbales) que tienen una función comunicativa específica en un contexto de desacuerdo. Como resultado, a la argumentación se la describe a menudo en términos puramente estructurales, no solamente en los enfoques lógicos formales o informales, sino también en los estudios sobre falacias y argumentación práctica. Tales descripciones estructurales tienden a ignorar el fundamento racional del diseño discursivo. La función general de la argumentación es gestionar el desacuerdo. Surge ella en respuesta o anticipación a una diferencia de opinión, y las líneas de justificación que se eligen en el discurso argumentativo son inventadas con el fin de resolver la diferencia. El estudio de la argumentación debería por ello concentrarse en esa función de gestión verbal del desacuerdo que tiene ella.

En segundo lugar la socialización. Especialmente en los enfoques que se concentran en el razonamiento, la argumentación se suele ver como la expresión de procesos individuales de pensamiento. La pregunta central se vuelve entonces la de si, y cómo, los elementos que constituyen el razonamiento están atados de tal manera que validen la posición del argumentador. Pero la argumentación no consiste en un individuo solitario que extrae una conclusión, ni es algo que se propone en un vacío social. Es parte del proceso de comunicación por el cual dos o más individuos que tienen una diferencia de opinión llegan a un acuerdo. La argumentación presupone dos roles distinguibles, el de quien protagoniza un punto de vista y el de su antagonista —real o proyectado. La argumentación refleja el modo colaborativo en el que el protagonista dentro de una interacción fundamentalmente dialógica responde a las preguntas, dudas, objeciones y contrapropuestas del antagonista. Esta es la razón por la cual la argumentación debe plantearse en el contexto social de un proceso de resolución conjunta de problemas.

En tercer lugar la externalización. Para averiguar si las opiniones deben o no aceptarse, las personas someten a certificación sus puntos de vista por medio de la argumentación, someten su razonamiento al escrutinio público. Canalizado por un sistema de compromiso y responsabilidad públicos, las creencias, inferencias e interpretaciones que subyacen a la argumentación se expresan o proyectan en el discurso. Si bien los motivos que las personas tienen para sostener una posición podrían ser diferentes de las razones que ofrecen y aceptan en su defensa, aquello con lo que podemos considerarlos comprometidos es la posición que ellos mismos han expresado en el discurso, sea directa o indirectamente.8 Por esa razón, todos los esfuerzos por reducir la argumentación a una estructura de actitudes y creencias o a una cadena de razonamiento son inadecuados. Antes que especular sobre las disposiciones psicológicas de las personas involucradas en la argumentación, el estudio de la argumentación debe concentrarse (a) en los compromisos de esas personas en cuanto externalizados en o externalizables a partir de la forma en que se han expresado ellas mismos en un cierto contexto, y (b) en las consecuencias que esos compromisos tienen para el proceso de la argumentación.9

En cuarto lugar la dialectificación. El argumentar es algo apropiado para resolver una diferencia de opinión solamente si es capaz de acoger las reacciones críticas relevantes del antagonista. Los analistas del discurso y de la conversación se restringen a describir el argumentar tal como este ocurre sin mirar cómo debería ocurrir si es que ha de ser apropiado para resolver una diferencia de opinión. Pero una teoría de la argumentación debería estar atenta a los estándares críticos que permiten evaluar una discusión dirigida a resolver una diferencia de opinión. Esto puede lograrse si vemos el argumentar como sujeto a un procedimiento dialéctico para resolver diferencias de opinión que sea válido tanto relativamente al problema que se busca resolver como intersubjetivamente.10 Decimos de un procedimiento para conducir discusiones críticas que es válido relativamente al problema que se busca resolver en la medida en que sea eficiente y eficaz en promover la resolución de una diferencia de opinión y excluir jugadas falaces; y decimos que es inter-subjetivamente válido en la medida en que sea aceptable a las partes involucradas en la discusión.11 A fin pues de trascender una postura meramente descriptiva, el discurso argumentativo debe verse desde la perspectiva de un procedimiento dialéctico para discusiones críticas que sea válido en ambos sentidos.12

Argumentación y pragma-dialéctica

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