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Marzo 12
La rendición es completa
Оглавление“y estando en la condición de hombre, se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz” (Filipenses 2:8)
En las Olimpiadas de París de 1924, un atleta escocés de 22 años ocupó los titulares de los periódicos cuando decidió decir no al yo y sí a Dios. Eric Liddell tomó una decisión que para la mayoría de la gente hubiera sido inconcebible: salir de su mejor evento, la carrera de 100 metros, porque las carreras eliminatorias se celebrarían un domingo.
Mientras más competidores estaban participando en las eliminatorias, Liddell estaba dedicado a la prédica de un sermón en una iglesia cercana.
Posteriormente, Lidell se inscribió en la carrera de 400 metros, carrera para la cual no tenía entrenamiento. Enfrentó el reto y terminó cinco metros por delante de su competidor más cercano, batiendo una nueva marca mundial.
Su obediencia en París fue solo una de una serie de rendiciones hechas durante toda su vida que le hicieron merecedor del aplauso del cielo.
Después de su triunfo olímpico regresó a la China, donde se había criado, para trabajar como misionero. En 1943 estaba interno en un campo de concentración japonés en la China, adonde continuó sirviendo a Dios y ministró con gozo a sus compañeros de prisión.
Mientras todavía estaba en el campo, Liddell sufrió un tumor cerebral que destruyó su cuerpo y lo dejó parcialmente paralizado.
El 21 de febrero de 1945, Eric se encontraba acostado en una cama de hospital, luchando para poder respirar y pasando de un estado de conciencia a un estado de inconciencia.
Finalmente sufrió convulsiones. La enfermera que había estado a su lado lo tomó en sus brazos mientras él lograba pronunciar sus últimas palabras. Dijo con una voz apenas perceptible: Annie, la rendición es completa.
Eric Liddell entró en coma y luego pasó a la eternidad, adonde el siervo dobló rodilla ante el Maestro que tanto amó y por quien había trabajado tan fielmente.
Cuando hablamos de la vida cristiana, hablamos de rendición de cada aspecto de nuestra vida a los designios divinos.
¿Qué nos pide El Señor que rindamos? La respuesta es: todo.
La rendición cristiana significa que vamos a Él bajo sus términos, sabiendo que hemos aceptado voluntariamente y con alegría Su señorío sobre nuestras vidas.
En este día rindamos nuestras vidas a Dios en totalidad. Él nos dará la fuerza para vencer durante esta etapa de nuestras vidas.
Oración:
“Ya no me pertenezco, sino que tuyo soy. Ponme a tu voluntad, y con quien tú quieras. Ponme a hacer, ponme a sufrir. Déjame ser empleado por ti o echado a un lado por ti, exaltado por ti o abatido por ti, ya sea que me llenes o que me dejes vacío, que tenga yo todo, o que no tenga nada. Libre y sinceramente cedo todo a tu placer y disposición. Y ahora, oh Dios glorioso y bendito, Padre, Hijo y Espíritu Santo, tu eres mío y yo tuyo. Que así sea. Amén” (Juan Wesley).