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III. La lógica del terrorismo

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Un lugar muy común es aseverar sin sentido crítico alguno una suerte de mantra que afirma que la violencia es inútil. Pero la violencia no es inútil –sino se utilizaría para todo forzando la disolución de la sociedad; por eso está prohibida– aunque a la larga, puede ser equivocada y lastrar la legitimidad propia. Para evitarlo tratan de distanciarla del proyecto al tiempo que incorporan sus réditos; por eso los grupos terroristas tienden a segregarse de las organizaciones de las que surgen y en cuyo beneficio actúan. A la contra, el terrorismo es negación no construcción; debe formar parte de una estrategia más amplia que incluya a otros grupos con los que alcanza una simbiosis nunca explícita.

Otro lugar común es afirmar que los terroristas no tienen ética. No es cierto, tienen la suya. No son psicópatas; el terrorista precisa un espacio moral que le justifique, de una ética que le permita convivir con la violencia sin enloquecer; su actuación no se presenta como un acto de su elección sino como una prolongación de las circunstancias. El terrorista se siente irresponsable, una extensión del brazo de la Historia o de la religión. El atentado atrae el foco sobre la narrativa, la dota de visibilidad, publicita sus ideas. Esta le confiere el marco ético que hace posible la violencia. La narrativa contribuye a que se sienta eximido de los daños que provoca.

El terrorismo es barato, muy eficiente precisa pocos medios para sus acciones; los atentados del 11-S requirieron menos de medio millón de dólares; en otros nada, pues se alquilan furgonetas con tarjetas de crédito para atropellar a los viandantes. No precisa más que voluntad para actuar e inteligencia y conocimiento para hacerlo.

Esta técnica, en tanto que ligada a la política trabaja sobre efectos y derivadas. Su lógica no es la lineal, sino dialéctica, una lógica de transformación. Y es que el terrorismo es ofensiva, una actividad del espíritu, de voluntad, ejecutada por personas fuertemente motivadas. La emocionalidad está ligada a la movilización; es la clave de una eventual victoria que se producen cuando terrorista y pueblo se confunden. Tratan de que su voluntad y esfuerzo contribuyan a dicha unión

La actividad terrorista presupone un enfrentamiento entre diferentes modelos estratégicos y capacidades, lo que impide el isomorfismo clausewitziano de las estrategias militares, la tendencia natural de las partes enfrentadas a imitarse mutuamente. La legitimidad se mantiene declinando tal invitación, lo que genera una importante tensión entre racionalidad y emocionalidad. Y eso en un doble sentido: por parte del Estado, en la que algunas de las fuerzas implicadas en tal lucha, llevadas por las emociones que provocan los terroristas, pueden tender a actuar como un terroristas para obtener la victoria en el terreno operativo, pero serían inevitablemente derrotados políticamente; y por parte de los terroristas a actuar como Fuerzas Armadas pero serían derrotados tácticamente.

La lucha contra el terrorismo en el marco del sistema de seguridad nacional

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