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V. Terrorismo y tecnología

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El terrorismo en tanto que hecho social, se extiende allí donde llega la sociedad. Sí esta alcanza a Internet, a las redes sociales o al espacio exterior, hasta allí llega el terrorismo; y en ese ámbito también ha de lucharse contra él. La tecnología ha permitido el desarrollo del mundo ensanchando sus límites y fronteras pero también lo ha hecho más complejo y ha generado nodos susceptibles de ser atacados, amplificando las consecuencias de cualquier eventual ataque singular. Además, la globalización –básicamente una revolución tecnológica y comunicativa ligada a la conectividad– ha puesto en común no solo conocimientos sino también lo irracional.

Tenemos así un doble movimiento relevante desde la perspectiva de la seguridad. Las nuevas tecnologías dotan de nuevos medios al terrorismo y los nodos de poder le señalan nuevas vulnerabilidades y objetivos de interés.

El patrón de la información también ha cambiado y la opinión pública se forma al margen de los medios de comunicación establecidos y hasta en ausencia de criterios de calidad. El desarrollo de la sociedad virtual refuerza la emergencia de “la igualdad comunicativa”, una suerte de horizontalidad, que permite a cualquier individuo comunicarse y opinar al margen de su referencia personal, mientras la verdad queda ligada a las emociones y adhesiones que suscita, con una cierta independencia de su valor real. La combinación de la horizontalidad, la inmediatez y la falta de credibilidad, en un contexto de comunicación global, altera profundamente los fundamentos de sociedades y personas, creando nuevas fuentes de legitimación política, económica y social que pueden ser instrumentadas por el terrorismo.

Así, el desarrollo de las redes sociales ha llevado al terrorismo, en tanto que hecho social, a un nuevo campo. Así, tres minutos después de los atentados de Niza (2016) había más de 3.000 cuentas en las redes sociales, entre las que se encontraban 50 perfiles de Twitter que permanecieron activos durante 3 horas. Los atentados de la Sala Bataclán (2015) había ocurrido lo mismo pero, en este caso, los terroristas optaron por utilizar por primera vez perfiles de telegrama –entonces algo más novedoso– para difundir la masacre y amplificar su repercusión. Sus contenidos, en esta ocasión, permanecieron activos durante días, toda vez que no se tenía la experiencia previa23. El ciclo de respuesta del Estado, con todo, se acortó y gano en eficacia.

Así mientras Ben Laden pronunciaba discursos de horas dirigidos a un sector altamente formado, el Daesh fue capaz de difundir en un año 1530 vídeos de alta calidad, con mensajes de 15 minutos especialmente dirigidos a jóvenes vulnerables y susceptibles de ser radicalizados rápidamente para quienes también elaboraba videojuegos específicos tratando de demostrar que el Estado Islámico existía y funcionaba en múltiples idiomas. En total, los técnicos del Daesh elaboraron hasta finales de 2016 unos 32.350 vídeos que salían de cuatro agencias “oficiales”, disponiendo de una rama específica para Europa24.

Sus videos de ejecuciones se realizaban con varias cámaras y las últimas técnicas de producción y realización Las distintas publicaciones periódicas de Al Qaeda (Inspire) y del Daesh (Dabiq, Rumiyya), difundidas en varios idiomas y muy logradas desde el punto de vista editorial, les proporcionaran el punto de referencia desde el que mirar la realidad y que da pie a la narrativa primero pero también a la formación técnica de descontentos y al señalamiento de objetivos contra los que proceder después.

Las Tecnologías de las Comunicaciones potencian el efecto de las narrativas y pueden estresar a la sociedad, ensanchando y haciendo más visibles sus costuras, sus líneas de debilidad. Contribuyen de este modo a acrecentar y exhibir maliciosamente sus contradicciones y vulnerabilidades generando una crisis en la confianza; con ello pueden debilitar las instituciones –en las que interaccionan Estado y sociedad– y provocar la atomización del espacio social dificultando los procesos de decisión y debilitando el neo entre los líderes políticos y el pueblo.

Esto hace que los conflictos se diriman una zona de indefinición, una zona gris, y en formas no necesariamente sangrientas como ataques cibernéticos o la manipulación informativa, que ocultan formalmente la autoría y dificultan la respuesta (proporcionalidad, legitimidad, legalidad…) posibilitando mantener relaciones en otros ámbitos con los mismos agentes perturbadores.

La conectividad global incrementa así los efectos del terrorismo. Mientras, el carácter ambiguo, variable y la incertidumbre que lleva asociado, incrementa los efectos que el terrorismo provoca.

La lucha contra el terrorismo en el marco del sistema de seguridad nacional

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