Читать книгу Por algo habrá sido - Jorge Pastor Asuaje - Страница 45
La baulera
ОглавлениеMe hacían acordar a las bombitas de agua, las de jugar al carnaval, que cuando se las inflan mucho son como una pera grandota. Así eran las tetas de la mina de la fotografía que había en la baulera. La baulera estaba en la cochera; arriba del estacionamiento de cada auto había un lugar destinado a guardar todo lo que la gente no quería tener en el departamento ni tampoco quería tirar. Por el tamaño y la ubicación era el lugar ideal para una habitación de estudio, pero mucho mejor todavía para otras cosas. Según Joaquín, ese era el lugar al que sus hermanos llevaban a todas las putas y a las minas que se levantaban. Verdad o leyenda, la baulera era ya pecaminosa por las fotos; fotos que en aquella época y a nuestra edad eran muy difíciles de conseguir. Una era la de esa morocha tetona, la que más entusiasmaba a mis compañeros de división; a mí la que más me gustaba, sin embargo, era la de una rubia muy linda y muy delicada que no estaba desnuda. Lánguida, casi melancólica, estaba saliendo de una pileta con una bikini estrecha y abajo tenía un epígrafe con la definición más perfecta de lo que ella era para nosotros en ese momento: “Agua que no has de beber…”
Teníamos entre trece(los más chicos) y quince años(los más grandes), cuando en segundo año Joaquín nos llevó a la baulera y la sexualidad nos estaba emergiendo con toda la potencia de la pubertad. Los que ya habían tenido su iniciación sexual relataban su experiencia regocijándose de orgullo, ante la mirada envidiosa y admirada de los otros, para quienes el sexo era un misterio casi absoluto: “Es como hacerte la paja con una bolsa de agua caliente…” lo definió Joaquín, quien aseguraba haberse cogido a varias ya, aunque para entonces todavía no había cumplido los catorce años ni había llegado al metro cincuenta. Ninguno tenía elementos para discutirle, pero le creíamos a medias, porque, como decía el Gallo, Joaquín parecía una mezcla de correntino con andaluz.