Читать книгу Por algo habrá sido - Jorge Pastor Asuaje - Страница 64

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Había militantes de todas las tendencias, algunos se identificaban abiertamente y otros no. Una de las agrupaciones que más volanteaba y agitaba era la TERS, Tendencia Estudiantil Revolucionaria Socialista, una agrupación de trozkistas que eran muy poquitos, pero incansables. En el Nacional el militante más notorio era Rodolfo, capaz de repartir diez mil volantes en mano en dos horas, hablar en diez asambleas consecutivas y explicar el Programa de Transición en quince idiomas. ¡Si, fuera de joda¡, Rodolfo era una máquina de militar al servicio de un Ejército Rojo imaginario que había salido desde Moscú hacía como sesenta años y venía avanzando por calle uno, arrastrando una horda de kosacos zaristas que venían a sumarse a la revolución proletaria argentina, que se estaba por producir en un ratito nomás, en cuanto las masas terminaran de tomar conciencia y se decidieran a salir a la calle detrás de la vanguardia esclarecida que ya estaba por tomarse el tren a Plaza de Mayo y ¡ojo del que no se apurara! En minutos nomás iba a quedar convertido en cerdo burgués, aliado del imperialismo y de las clases dominantes. Donde quiera que hubiese una asamblea, Rodolfo se subía al mástil y largaba su discurso. Parecía que hubiese nacido con el mástil pegado. Más allá de las diferencias políticas, su sacrificio militante era digno de admiración y un digno ejemplo de lo que significa servir desinteresadamente a una causa.

Tanto o más tenaces que los de la TERS eran los maoístas del GESA (Grupo Estudiantil Secundario Antiimperialista), en el Nacional no tenían mucha presencia, pero sí en otras escuelas. Uno de sus militantes más notorios era el gordo Trajtemberg. Notorio en todo sentido, un mastodonte de un metro noventa, gordo, enfundado siempre en una campera verde de fajina que le daba el aspecto de estar ultraproletarizado. A ellos la Revolución Cultural les había llegado directamente desde China y se sabían de memoria el Libro Rojo en mandarín y en cantonés, y eran capaces de escribirlo con los caracteres ideográficos invertidos. “Como dice el camarada Mao en el tercer párrafo de la página ciento treinta y siete del Libro Rojo…” y empezaban a dar lecciones de materialismo dialéctico y de antiimperialismo revolucionario. Viéndolo al gordo con su campera verde, sus borceguíes y esa pinta de obrero siberiano, uno se imaginaba que debería vivir en una villa o, por lo menos, en el Barrio Obrero de Berisso. Pero el gordo resulta que vivía con los padres en una casa lujosísima, con una mucama que cuando lo iban a buscar salía y decía “el niño Oscar no está”. Paradojas del exilio y de la vida, que es como decir una misma cosa, cuando llegó la dictadura el gordo buscó refugio en Israel y allí terminó cambiando el fanatismo maoísta por el ultraísmo religioso detestado por Guillermo: se convirtió en rabino de uno de los grupos más ortodoxos y sectarios del sionismo.

El Partido Comunista Revolucionario y el Partido Comunista a secas, lógicamente, también tenían una presencia importante, aunque no se identificaban abiertamente y eso hacía que discutieran y se atacaran mutuamente sin que los “legos” entendiéramos nada. Se conocían de otros lados y se descubrían a través de sus planteos, ellos sabían perfectamente quién estaba en un lado y quien estaba en otro; pero los demás navegábamos, hasta que alguien nos avivaba. El Partido Comunista Revolucionario (PCR) era muy fuerte en la universidad, su organización de superficie era el FAUDI, Frente de Agrupaciones Universitarias de Izquierda, y en el Nacional tenían muy buenos cuadros. Tipos inteligentes y carismáticos que estaban en los años superiores e incidían mucho sobre nosotros, que al no sospechar de su identidad política adheríamos sin prejuicios a sus propuestas. Uno de ellos era Daniel Viyuya, que además estaba en el grupo de teatro, y otro era Julio Velazco, el hoy famosísimo entrenador de voleibol y manager general del Lazio de Italia. Cuando Julio egresó lo sucedió Luís, que a los catorce años ya lo superaba en conocimiento teórico y en manejo. Porque se manejaba como un político veterano, con las mismas virtudes y, también, con los mismos defectos. Pero era realmente brillante, tenía un manejo de la teoría extraordinario; aunque, como casi toda la izquierda, demasiado hermético para quien no hubiese hecho al menos un curso intensivo de marxismo-leninismo.

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