Читать книгу Historia del poder político en España - José Luis Villacañas Berlanga - Страница 19
EL PODER DOMINANTE: NAVARRA
ОглавлениеEn este sistema tan abierto se identifica un poder dominante, alguien con quien es mejor pagar que combatir. Y ese poder no podía proceder de otro sitio que de Pamplona. Cuando dejó de sentir la presión de Córdoba, Pamplona, dirigida por Sancho III (c. 992-1035), recompuso con libertad su influencia sobre los poderes norteños. El rey de Pamplona se vinculó por matrimonio con la familia del dux Sancho García, que ya patrimonializaba el mando sobre la tierra unificada de Castilla. A este ducado pronto se le añadió el condado de Cea, y se estuvo en condiciones de influir con fuerza en la política de León. Su rey, en un intento de imitar y rehabilitar las categorías políticas godas, exigió la fidelitas y, actualizando el Liber Iudiciorum de los godos, amenazó con castigar los delitos contra la majestad. Con ello, los reyes leoneses mostraron por ese tiempo la voluntad de distinguirse de los caudillos condales y de someterlos a su dirección política. Pero tuvieron extremas dificultades para lograrlo. Por esas fechas, por ejemplo en el 1018, los reyes de León se conciben así: «reinando nuestro señor Jesucristo y dirigiendo la hueste [Alfonso], rey en León, y el conde García Sánchez en Castilla». Quien reina es Cristo. El rey y el conde imperan, dirigen la hueste, mandan el ejército. Y lo hacen en León y en Castilla. Mandan en, no son reyes de. Tienen un poder sobre la tierra, pero no hay idea de reino. Imperar es una idea de mando concreto. No hay unidad política ni vínculo fuerte de poder y tierra, de rey y reino, de dirección y pueblo. Poder efectivo y solvente, identificado de forma clara en sus límites, identificado con su pueblo, en realidad solo lo tiene Sancho III, que desplaza el Camino de Santiago para que pase por sus tierras y evite adentrarse en los llanos de Álava. Desde Pamplona, Sancho integró los territorios pirenaicos de Sobrarbe, de Ribagorza y del alto Aragón, que heredarán sus hijos, pero sin título de reyes. Máximo apogeo de su poder fue el canto del cisne de la influencia de Pamplona, que no podía sobrevivir mucho a la debilidad del poder de Córdoba, su interlocutor. En Sancho III todavía se recogen los beneficios de la vieja centralidad.
También fue el canto del cisne de la época condal. Todos los condes estuvieron sometidos a Sancho. Potencia económica, Pamplona no tenía una hueste tan entrenada, fuerte y unificada como la castellana. Por eso la aspiración consciente de Sancho fue contrarrestar la unidad militar de Castilla. Así, este impidió la unión de Castilla con León, amenazante para él, y logró el gobierno de Castilla por matrimonio. Consciente de que era un poder dinámico, hizo todo lo que pudo por limitarlo e integrarlo. Definió la frontera de Castilla a su favor, incluyendo San Millán de la Cogolla en su reino y dispuso que, a su muerte, se dividiera el condado de Castilla, de mutuo acuerdo con León, que tampoco quería una Castilla fuerte. Ambos reinos estaban interesados en colocar una franja de condados plurales en medio de ellos, como una especie de colchón que no hiciera peligrar su poder. Una Castilla unida era un motivo de inquietud para León y Navarra.
Así que Sancho redujo la extensión de Castilla en manos de su hijo Fernando de forma ilegal, pues sus derechos no los podía alterar el rey de Pamplona. El caso es que una parte de las tierras castellanas pasó a Navarra. Solo la zona más occidental pasó a Fernando, que así se vio sometido con fuerza a la presión de León. El pacto era demasiado obvio y humilló a los castellanos. La fragmentación, que buscaba reducir Castilla a un condado más entre otros, no tuvo éxito. Y no lo tuvo por tres razones: por la debilidad propia de León, siempre envuelto en sus endémicos conflictos condales; por la fuerza interna que había adquirido la tierra castellana sostenida por la memoria mítica de su resistencia y el liderazgo de sus condes; y por la fragilidad del rey García de Navarra, el sucesor de Sancho III.
Así que el segundo hijo de Sancho, Fernando, liderando los linajes castellanos, venció a León y logró ser reconocido como rey por los derechos derivados de su esposa, hermana del rey vencido. Esto ocurrió en el año 1037. Entonces gozó de la ayuda de Navarra, pensando su rey García que así le dejaría la posesión de las tierras orientales usurpadas por su padre. No fue así. Con todo el poder leonés y castellano en sus manos, venció a su hermano García en el 1054, en Atapuerca. De este modo recompuso la unidad de Castilla y dejó a Pamplona sin las tierras de Álava. Sobre ellas se estableció una ruta alternativa a Pamplona para acortar el Camino de Santiago.