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El escarabajo de la patata

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Al escarabajo de la patata (Leptinotarsa decemlineata) le gusta viajar. Me lo encontraba en el camino de Can Quadres. Se dirigía a una casa que había sido de las mejores de Arbúcies, que, cuando yo era chico, albergaba las caballerizas de la Guardia Civil. Me sorprendía que los guardias civiles tuvieran caballos. Yo los veía, redondos como un tonel, con el uniforme verde oliva y el tricornio de charol, cuando me mandaban a sellar los partes: el registro de huéspedes del hostal. Íbamos rellenando partes con los datos de los clientes que iniciaban su veraneo y, cuando teníamos un montoncito, los llevaba al cuartel. Marcaban el sello, los cortaban por la línea de puntos: se quedaban la mitad, la otra mitad la archivábamos en casa. Estas operaciones las realizaban en una habitación interior. Yo me quedaba en la recepción, a la espera, sufriendo porque sabía que me iban a regañar. Decían que algunos de los partes que había traído tenían cuatro o cinco días. ¿Y si aquella gente eran ladrones, asesinos o terroristas? Pobre señora Bartolí, pobre señor Serra, pobres señores Quián: venerables ancianos del Eixample barcelonés que veraneaban en el hostal uno o dos meses. También veía a los guardias civiles en el casino, jugando a las cartas y fumando Farias. ¿Aquellos tipos podían montar a caballo?

En el camino de Can Quadres encontraba a menudo un escarabajo de la patata que se paseaba distraído. Otros coleópteros, como la Timarcha tenebricosa, son especialistas en cruzar caminos. En el mes de febrero aparece uno que corta la pista en diagonal: la primavera está a punto de empezar. El escarabajo de la patata, en cambio, seguía el camino, tropezando con la barriga contra las piedrecitas y el reguero poco profundo. ¿Hacia dónde iba? ¿Del campo de patatas natal a otro campo prometedor que imaginaba de color de rosa Red Pontiac? Algunas veces, del otro lado del pueblo, junto al arroyo de la Font del Ferro, había encontrado una patatera plagada de larvas, rojas con puntitos negros, hinchadas, a punto de reventar. A veces, en un rincón del campo veía unas matas medio secas, llenas de escarabajos brillantes. Los sostenía en la palma de la mano y soltaban un líquido naranja, como si el propietario del campo friera chorizo en una sartén. Por el camino de Can Quadres los escarabajos avanzaban, traqueteando bajo el sol, uno por aquí, otro por allá. Si los molestaba, no intentaban huir: buscaban un trecho limpio, donde no toparan con mi manaza ni con el palo con el que les agotaba la paciencia. Iban tirando, rayados de negro, naranja y amarillo, como si vistieran un pijama elegante de Cary Grant.

Leo que el primer ejemplar de escarabajo de la patata se descubrió en las Montañas Rocosas. Desde allí se extendió rápidamente por los Estados Unidos, de un campo a otro, durante la construcción del ferrocarril del Pacífico. Llegó a Europa en 1877. En 1922 invadió Burdeos y en 1936 se extendió por Alemania. En Cataluña, los primeros ejemplares se detectaron en 1935, en Maçanet de Cabrenys, en el Pirineo. Estos días, la Guardia Civil ha aparecido salvadora, en los controles del aeropuerto de Barcelona, reventando la huelga de los trabajadores de una empresa de seguridad privada. Ahora te comprendo, escarabajo viajero: ibas a entregar los partes a un guardia civil de la época de La carga de Ramón Casas. Esta gente tiene soluciones para todo.

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