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La sensibilidad al azúcar

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La sensibilidad al azúcar te convierte en el doctor Jekyll y el señor Hyde. Es como si dos personas diferentes estuviesen viviendo en el mismo cuerpo. De un momento a otro, la aguda sensibilidad y la apertura del individuo se convierten en mal humor e irritabilidad. La confianza y la creatividad se esfuman y son reemplazadas por la baja autoestima y la desesperanza. La visión en cuanto al futuro se disipa en la frustración derivada de no ser capaz de seguir adelante.

Este pimpón emocional permanece inexplicable si no se entiende la sensibilidad al azúcar. Al igual que Emily, millones de personas que han heredado un cuerpo sensible al azúcar están atrapadas en el dolor de no entender un problema que controla sus vidas. Quienes son sensibles al azúcar parecen saber instintivamente que algo está mal, pero desconocen qué puede ser.

¿Te sientes así? En este caso, tu intuición puede ser acertada. Si eres sensible al azúcar, no eres inherentemente alguien carente de voluntad o autodisciplina. Tu comportamiento refleja una química corporal desequilibrada que has tratado de corregir inconscientemente «automedicándote» con azúcares y carbohidratos simples.

Tu sensibilidad al azúcar es un problema que has heredado. No lo creaste tú. No es culpa tuya. Además, es un problema que se puede resolver. Tengo una respuesta que llevas mucho tiempo buscando. La solución a la sensibilidad al azúcar tiene mucho sentido. Cuando vayas comprendiendo cómo funcionan tus niveles de azúcar en sangre y las sustancias químicas de tu cerebro y cómo interactúan, comenzarás a apreciar el poder de tu propio cuerpo. En lugar de que tu química corporal lleve la voz cantante, empezarás a decidir tu propia vida. Encontrarás una explicación directa al comportamiento con el que has tenido problemas durante tanto tiempo y hallarás una solución basada en darle a tu cuerpo los tipos de alimentos que necesita para mantener tus emociones en equilibrio y tener una buena vida.

Este libro cuenta la historia de la sensibilidad al azúcar y cómo encontrar el brillo derivado de tener la bioquímica corporal equilibrada y al propio servicio.

Más patatas y menos prozac

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