Читать книгу Más patatas y menos prozac - Kathleen DesMaisons - Страница 15
Cómo descubrí el poder curativo de la alimentación
ОглавлениеLos doce pasos que se originaron en Alcohólicos Anónimos ponían énfasis en la rendición a un «poder superior». La idea de rendirme a un poder superior no funcionó en mi caso, pero rendirme a algo «más profundo» sí. Entregué mi vida a ese algo más profundo y pedí ayuda a partir de mi propia comprensión de lo divino.
Un día, de una forma que me pareció casual en ese momento, oí de boca de una amiga que había estado siguiendo un plan alimentario que le había ido muy bien. Lo probé. Empecé a perder peso, lo cual me sorprendió y me gustó. Pero aún más sorprendente fue lo que sucedió con mis antojos, mi estado de ánimo y mi comportamiento. Dejé de ansiar el dulce. Mis altibajos emocionales cesaron. Ya no me sentía confundida o espesa en ciertos momentos del día. Pasé a ser capaz de pensar con claridad. Lograba acabar lo que empezaba. Me ponía metas y avanzaba hacia ellas sin luchar constantemente por mantenerme enfocada.
Como había hecho tanto trabajo interior, sabía que los cambios que estaba experimentando no eran psicológicos. Eran fisiológicos. No había recuperado el control sin más. Había sucedido algo en mi cerebro y en el resto de mi cuerpo, y sentí como si hubiese encontrado la conexión perdida que había estado buscando. Había cambiado mi forma de alimentarme –ingería más proteínas y menos azúcares y almidones (de hecho, tomaba más alimentos que antes) y comía a intervalos regulares– y la consecuencia fue que experimenté un gran cambio en mi bienestar físico y emocional. Comencé a preguntarme si, siendo hija de un alcohólico, había heredado la química corporal de un alcohólico. Quizá los alcohólicos y los adictos al azúcar como yo eran hipersensibles al azúcar. Quizá mi cuerpo ansiaba fisiológicamente el azúcar de la misma manera que el cuerpo de mi padre había ansiado fisiológicamente el alcohol. En caso de ser así, razoné, ¿no sería esto también aplicable a mis pacientes alcohólicos y adictos?
Me dirigí a ellos. Al preguntarles a esos hombres y esas mujeres qué tipo de alimentos comían, sus respuestas no me sorprendieron. Los hábitos alimentarios de mis pacientes se parecían mucho a mis patrones alimentarios anteriores. ¡No es extraño que sintiera un vínculo tan grande con ellos! Casi ninguno desayunaba; pocos tomaban comidas regulares; la mayoría ingerían un porcentaje muy alto de pan blanco, pasta y cereales, y todos comían una gran cantidad de dulces. Cada vez que hablaba con pacientes que no habían podido mantenerse sobrios, descubría que estaban comiendo principalmente alimentos dulces.
Casi de inmediato, incorporé la conciencia nutricional como uno de los pasos hacia la recuperación en mi clínica. Elaboré un plan alimentario para las personas sensibles al azúcar, basado en proteínas, carbohidratos complejos (como el trigo integral, las patatas con piel y el arroz integral), frutas y verduras. Dicho plan alimentario era simple, fácil y asequible. Y continuamos con las otras partes del tratamiento, que incluían el trabajo de los doce pasos, el asesoramiento y la educación. Estaba segura de que el plan alimentario funcionaría. También incorporé un componente educativo, dirigido a sanar los comportamientos adictivos de mis pacientes.
Les informaba de que el plan de alimentación no era una dieta, sino una forma de comer de por vida. Les explicaba mi teoría sobre la sensibilidad al azúcar y cómo dicha sensibilidad podría estar predisponiéndolos al alcoholismo. Cuando les decía que comer azúcar podía ser que estuviese boicoteando su recuperación de la adicción al hacer que ansiaran el alcohol, prestaban atención. Después probaban el plan alimentario, y obtenían resultados notables.
Al cambiar su forma de alimentarse, la vida de los pacientes empezó a mejorar en varios aspectos. En comparación con otros que habíamos atendido en la clínica, superaban los síntomas de la abstinencia con mayor rapidez y les causaban menos molestias. Su estado de ánimo se apaciguó. Sus antojos disminuyeron. Su energía aumentó. Estaban más entusiasmados y comprometidos que nunca con su recuperación. Personas que nunca habían sido capaces de alcanzar la sobriedad comenzaron a lograr este objetivo y se mantuvieron sobrias.
Después de utilizar el plan de alimentación con varios cientos de alcohólicos y drogadictos, hombres y mujeres por igual, descubrí que estábamos consiguiendo un éxito inusual. Nuestros registros me indicaban que era hora de explicar científicamente los cambios que estaba obteniendo con mi plan alimentario. Decidí dejar el trabajo y vender la casa para comenzar a trabajar en mi doctorado.