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¿De dónde proviene la emoción y cómo se genera?

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La emoción se produce con cada respiración, al unirse las sus­tancias sutiles que transporta el aire, como oxígeno e hi­dró­geno, y la síntesis de lo que llamamos en medicina orien­tal la «energía alimentaria», Gu Qi o síntesis de los ali­mentos. Esta energía es la que aporta el resultado final o sín­tesis de todos los procesos que realiza el organismo uti­lizando como base lo que hayamos comido unas horas antes. Al juntar los procesos bioenergéticos y electromagnéticos de la parte in­ferior del cuerpo físico con los de la parte su­perior que pro­ceden del aire, el sol y la luz, justo en ese mis­mo instante, al mezclarse y chocar esas dos energías a la altura del esternón, aparece una nueva energía que llama­mos emoción.

Los alimentos entran por la boca y pasan al estómago, don­de se descomponen para pasar al bazo, que es el órgano encargado de transformarlos en energía Gu Qi. La energía del bazo asciende hacia el tórax, se mezcla con el oxígeno y se une a la respiración, aportando una síntesis de la calidad más pura de los nutrientes que hemos ingerido o de los an­ti­nu­trien­tes tóxicos, si es lo que hemos introducido en nues­tro es­tómago. A partir de esta síntesis en positivo o en ne­gativo se crea la emoción y pasa al corazón para formar la sangre, al jun­tarse con el Yuan Qi del riñón. Por eso la emoción está vinculada al corazón, no al cerebro. Y se producirán emo­cio­nes positivas si los alimentos ingeridos pueden crearlas, y ne­gativas cuando no ha habido absorción de nutrientes porque el alimento está desnaturalizado, es de mala calidad nutricio­nal o tóxico.

Lo que de tu lengua sale del corazón proviene.

MATEO 15,18

Podemos experimentar que, al seleccionar mejor los ali­mentos que vamos a utilizar según nuestras necesidades, ex­cesos y deficiencias o desequilibrios, nuestras emociones cambian y se sostienen con cada respiración que realizamos. Las emociones se producen en el tórax al colisionar las dos energías, la de arriba o del cielo y la de debajo o de la tierra, de forma intermitente y constante.

De alguna manera se puede afirmar que las emociones son y forman parte de los síntomas claros y contundentes de lo que llamamos nuestra salud física, tanto en positivo como en negativo, y se puede influir sobre ellas y modificar­las a nues­tra conveniencia si se analiza con detenimiento el estado del órgano específico que las genera y con el que están directa­mente relacionadas. Esas emociones o pensa­mientos pode­mos contrarrestarlos con una alimentación adecuada para producir e intervenir en esta situación de cam­bio a nuestro favor.

Cada una de las emociones que experimentamos tanto en positivo como en negativo provienen de la relación direc­ta entre los alimentos que hemos seleccionado en nuestra dieta, la forma de procesarlos, el tropismo que llevan incorpo­rado, los mecanismos de termorregulación y el estado de cada uno de nuestros órganos, la calidad del agua que inge­ rimos y, por último, la calidad de la atmosfera del entorno que respiramos.


Un ejemplo es la necesidad y la utilización que hace la so­ciedad de los estimulantes o los psicotrópicos, como al­cohol, tabaco, café o cualquier otra droga. Para poder cam­biar sus emociones rápidamente, las personas necesitan esas sus­tan­cias, aun sabiendo que destruyen su salud, porque no en­cuen­tran otra forma de poder cambiar sus emociones. Estas sustancias, al igual que los alimentos que entran por la boca o la nariz, se unen a la respiración inmediatamente y, en cuestión de segundos, la emoción cambia totalmen­te. Sin te­ner que hacer nada más que ingerirlas, experimentamos emo­ciones de alegría que nos relajan, activan o evaden según nues­tras preferencias y necesidades. Por eso las consumimos y, sin saberlo, seleccionamos las que nos pro­ducen las emo­ciones que queremos experimentar. Esto de­muestra que las sustancias alimentarias o complementarias a los alimen­tos que ingerimos producen nuestras emociones.

Macrobiótica I

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