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Anatomía del pensamiento

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Según la neurociencia, los millones de neuronas de nuestro cerebro configuran el esquema de nuestros pen­samientos, pero sabemos que, si no introducimos nuevos conceptos y formas de pensamiento, nuestro sistema tiende a la repetición y a la reducción de pensamientos en círculos cerrados. Esta es la situación más habitual porque siempre so­lemos consumir los mismos alimentos que nos gustan de la misma forma y a las mismas horas, creando así un circui­to cerrado sin posibilidad de cambio.

Las sustancias bioquímicas llamadas neurotransmi­so­ras son las que realizan las conexiones. Es de vital impor­tancia el estado bioquímico correcto de nuestro cerebro, ya que los niveles más altos o más bajos de serotonina, en­dorfinas, do­pamina, oxitocina, adrenalina y otras son la clave de las fun­ciones mentales, el comportamiento, el co­rrecto estado de ánimo y el humor. La ciencia actual se re­fiere a los tres ce­rebros del ser humano: en primer lugar, al estóma­go y su red neuronal; el segundo cerebro, que se refiere al in­testino, donde se procesan las bases que alimen­tarán al cerebro propia­mente dicho (el tercero) si este reco­rrido de los alimentos se ha producido correctamente. Si no es así, se destruyen las neu­ronas de los tres cerebros y no se re­pa­ran, y aparecen los es­tados y reacciones negativos de todo tipo.

¿Por qué no podemos cambiar nuestros pensamientos a pesar de saber que viajan más rápido que la luz? La respues­ta, en mi opinión, es simple: porque nosotros los creamos y mantenemos cada día con las mismas sustancias a las que es­tamos acostumbrados, ya sean alimentos, estimulantes o dro­gas, y que introducimos en el cuerpo (café, tabaco, azú­car, alcohol, etc.). Pretendemos seguir introduciendo esas sustan­cias todos los días y a la vez queremos cambiar nuestra for­ma de pensamiento. Para que podamos producir el cambio que nos gustaría tenemos que modificar nuestra alimentación, ya que las neuronas digestivas del estómago y, después, las del intestino son la base bioquímica que produce la ac­tividad neuronal del cerebro.

En la actualidad la neurociencia define a este como el ter­cer cerebro, lo que demuestra que depende de los otros dos. Significa que el primer punto donde todo debe funcionar co­rrectamente en todos los sentidos es nuestro estómago. Ahí están las neuronas que deben repararse en primer lugar, pues de ellas depende la correcta reparación de las neuronas del in­testino, donde se produce el 95 % de la serotonina precur­sora de las hormonas denominadas de la felicidad, y solo así se puede garantizar que las neuronas del cerebro serán alimen­tadas de forma perfecta.

En la repetición no hay cambio posible. Después de mu­chos años lidiando con esta situación en mí misma y en cien­tos de personas, mi conclusión es que preferimos seguir consumiendo nuestras «adicciones» —llamémoslas así, ya sean pequeñas o grandes, no importa el tamaño— y ser es­clavos de ellas antes que abandonarlas, suplirlas por las sus­tancias que nos permitan liberarnos y producir un cambio reparador en positivo en todo nuestro sistema, y así produ­cir las emociones y pensamientos que nos gustarían y en los que estemos interesados en experimentar.

Macrobiótica I

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