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JONBENÉT RAMSEY POR LAWRENCE SCHILLER

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Hay algo en el asesinato de una pequeña niña rica que desorganiza a todo el mundo. En el caso del homicidio de JonBenét Ramsey, primero estuvo la familia Ramsey, que puso torpemente en escena la nota de pedido de rescate y una llamada al 911. Luego estuvo la policía de Boulder, Colorado, que falló en preservar la escena del crimen. Luego estuvo la oficina del fiscal del distrito de Boulder, vacilante y detenida. Y ahora miren: acá viene el periodista Lawrence Schiller con su Perfect Murder, Perfect Town. Erratas, repeticiones, contradicciones, ningún brillo intelectual, ningún momento filosófico, ningún índice, ninguna foto. ¿Qué clase de libro de mierda es este?

Esencialmente, es un álbum de recortes armado con prisa a partir de materiales textuales que millones de detectives amateurs del caso de JonBenét Ramsey leyeron en los tabloides (y discutieron en internet). Es una sesión de revisión y un souvenir para los aficionados a las banalidades forenses. Al reunir seiscientas páginas de material no digerido, según sus propias palabras, Schiller ha intentado “crear el registro más preciso disponible para todos”. Pero esto solo sirve como un recordatorio de lo que admirábamos en otros textos sobre varios crímenes célebres: la narración inteligente. Más allá de la ficción posmoderna, el pegado exhaustivo de notas, recortes y declaraciones grabadas no hacen una narración, y es solo a través de la narración (con sus elementos de ambientación, tema, punto de vista, personajes; todo el trabajo autoral de actitud y selección) que nos sentimos cercanos de la importancia y verdad de algo. Un registro completo y acertado puede oscurecer la esencia de un tema: una narración, por otro lado, revela, apoya y contiene esa esencia. El apuro por juzgar, que Schiller critica de la gente, es simplemente un apuro por narrar: narración que los Ramsey, los fiscales y ahora el mismo Schiller fallarán en proporcionar públicamente o de forma efectiva (a pesar de que los Ramsey, habría que decirlo, sí lo intentaron).

En Mrs. Harris: The Death of the Scarsdale Diet Doctor, Diana Trilling fue capaz de ver una historia digna de la gran novela estadounidense, una historia tan rica como El Gran Gatsby en cuanto a la pasión y las implicancias sociales. Y la autora no guardó celosamente sus opiniones; criticó incluso la cruel cantidad de pomelo en la famosa dieta del doctor. En The Journalist and the Murderer, Janet Malcolm hizo del caso de Jeffrey Mac Donald una discusión brillante y culturalmente provocativa sobre la confianza y la decepción. Incluso Jonathan Hart –cuyos materiales de partida fueron el crimen corporativo y las tediosas maniobras legales– creó en Civil Action un conmovedor drama humano. Algo que jamás habría logrado si meramente se hubiera propuesto construir un registro preciso y no prejuicioso (léase “indiscriminado”).

Pero tal vez el caso Ramsey sea un torbellino imposible de elaborar. Está repleto de los ingredientes de una broma grotesca o un misterio gótico. (La pequeña Miss Christmas fue encontrada, el 26 de diciembre de 1996, apaleada y agarrotada en la “gruta” de su propia casa. Tenía un corazón rojo pintado en la mano). Pero a pesar de que la broma y el misterio están ambos hechos de incongruencias, las incongruencias de una broma hacen que rápidamente te sientas despedido; las incongruencias de un misterio, no. Es posible que un misterio irresuelto no te expulse en absoluto, pero te empujará para siempre hacia el agujero negro de sus contradicciones. Esto podría explicar el número asombroso de páginas de internet y chat rooms sobre JonBenét y la cantidad de conjeturas en general. Uno se deja atrapar.

Dado que Schiller se niega a realizar la más mínima hipótesis, nos deja el trabajo a nosotros, lectores promedio, ciudadanos amables. Lo que puede decirse con cierta seguridad es que el corazón del misterio es Patsy Ramsey: ingenua, ambiciosa y sin ningún talento teatral. Cuando Meryl Streep dice “un perro dingo se llevó a mi bebé” (¿un dingo?), le creemos. Pero hay pocas cosas que Patsy Ramsey haya expresado o declamado que convenzan a nadie de nada. Incluso en los concursos de belleza donde hacía competir a JonBenét señalaban su juicio estético incorrecto. “Exageraba”, notó un observador. En una ocasión vistió a su hija completamente de plumas, haciendo que incluso ese público la desaprobara por ser demasiado sexy para su edad. La de Patsy es una historia de vanidad desorientada y mal calculada. Su compulsión por exhibir no solo condujo a enormes fiestas con árboles de Navidad en cada cuarto, con las puertas de los placares de los dormitorios abiertas para que se los escrutara, sino también a la alteración cosmética y a la exhibición de su pequeña hija ante un mundo de concursos de belleza poco seguro. Patsy Ramsey atizó su interés por los medios y la industria del espectáculo incluso cuando estaba haciendo el duelo por su hija. Con la ayuda de un representante de prensa y una congregación que no sabía lo que hacía, coreografió un viaje de varias familias de su iglesia ante las cámaras. Llamó por teléfono a Larry King al aire. En respuesta a la muerte de Diana, la princesa de la gente, declaró fervientemente a su propia hija como la princesa de los estadounidenses.

¿Mató a su hija en un mezquino acto de furia? ¿La mató por accidente? ¿Atrapó a su marido abusando de la niña? ¿O (y esto sería lo más terrorífico) la mató como una ofrenda religiosa que sintió le era solicitada, un sacrificio debido a Dios (conforme al Salmo 118, en el que la Biblia de los Ramsey estaba perpetuamente abierta), porque había sido curada milagrosamente de cáncer de ovario nivel IV? Todo parece dudoso. Patsy nunca había sido una persona entregada a la violencia o a la ira parental. A pesar de que sus palabras no parezcan auténticas, su dolor sí lo parece. Aunque haya puesto a sus propios hijos en peligro, sus errores están muy lejos del homicidio.

El señor Schiller señala (o más bien, repite) que ninguna teoría (intruso, padre, madre, hermano) da cuenta de toda la evidencia. Pero si combinamos las teorías, como en Asesinato en el expreso de Oriente, de Agatha Christie, donde todos los sospechosos terminan siendo culpables, es posible elaborar una hipótesis bastante satisfactoria. Es decir, un intruso conocido, trabajando en asociación con el hermano, mató a la niña en alguna clase de juego sádico y los padres (con la película Rescate de Ron Howard todavía fresca y recordando la obra de teatro que había escrito su vecino sobre una pequeña niña que es asesinada en el sótano de su casa) tuvieron que cubrirlo. Esto explica el arma de electrochoque, la escenificación sexual, la alianza de los padres, el extraño afecto del muchacho (con quien la pequeña niña solía dormir) y otras evidencias que incluyen el cuchillo de bolsillo del muchacho, las huellas dactilares, el ananá, la cinta adhesiva y la llamada realizada al 911. También explica la nota de rescate falsa que es la pieza central del caso contra los Ramsey. La nota es desconcertantemente falsa, con sus problemas de ortografía y punto de vista (“Somos un grupo de individuos que representa una pequeña facción extranjera”) su orgullo por la familia Ramsey (“Respetamos su negosio [sic] pero no el país donde se desempeña”), y su poesía de guionista (“Si los agarramos hablando con un perro callejero ella muere”). La nota divaga y busca la palabra exacta para secuestro (hay una tachadura y un falso comienzo) y, con su extensión y la incoherencia de su ortografía, es un fraude composicional y un error táctico tan grande, que algunos detectives pensaron que era el trabajo de un profesional intentando parecer un amateur.

Tristemente, es más probable que sea el trabajo de un amateur tratando de parecer un profesional (el trabajo de alguien que le pondría a su hija el nombre de su esposo con un extraño accent aigu). Algo que llamaba la atención era que los Ramsey parecían ser los únicos que no vieron la torpeza de la nota. Patsy “exageró” otra vez. Y sin embargo, en esta hipótesis, ella, a pesar de su confianza fantásticamente grande, emerge criminalmente heroica. Conduce a la nación en una “persecución a baja velocidad de una camioneta Bronco blanca5 de dos años”, según las palabras del conductor del talk show de Denver, Peter Boyles. Según un conocido, Patsy “no tenía sentido de la proporción”. Pero tenía una energía, una arrogancia y un temple fenomenales cuando se trataba de sostener a su familia.

Este es un caso donde se ve la complejidad de la vanidad catastrófica y en el que se intenta ser fabuloso, al estilo de Miss West Virginia. Es sobre ser excluido de la comunidad, si es que en nuestra sociedad nómade uno todavía puede hablar de algo así: pero el caso Ramsey habla de eso. La historia se trata también del sufrimiento marital y la catexis narcisista de los propios hijos. Es la historia de esa farsa de pies torpes que es el ama de casa feliz; una farsa actuada, a veces, hasta el punto de la locura. Es también la historia de la cobertura mediática carnívora y la manipulación mutua de la policía, los periodistas y los sospechosos. Es también una historia sobre el orgullo profesional y las frustraciones de la policía de Boulder (que no puede permitirse vivir en un Boulder próspero), frustraciones que fueron exacerbadas y complicadas por el caso Ramsey y culminaron en la renuncia llena de enojo de dos detectives. Por último es –muy posiblemente– la historia de la fantasía siniestra de chicos ricos con clubes de golf y computadoras.

En este libro no encontramos ninguna de esas historias, aunque quizás sea demasiado pronto para esas narraciones. (Si nos enteramos de algo nuevo en Perfect Murder, Perfect Town es cuán pocas personas tienen coartadas que involucran la noche de Navidad, pero cuán útiles son los cajeros automáticos para ese propósito). Uno desearía que el libro del señor Schiller no fuera tan exasperadamente similar a la nota de rescate de los Ramsey: desvergonzadamente esmerada, caóticamente improvisada, y una suerte de ventriloquía de una inquietante falta de voz: como si nadie en absoluto lo hubiera escrito.

(1999)

5 Hace referencia a la persecución de O. J. Simpson, sospechado del asesinato de su exesposa, por parte de la policía en la autopista de Los Ángeles en 1994. Esta persecución fue televisada en vivo con altos niveles de audiencia. [N. de la T.]

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