Читать книгу Caldo de pollo para el alma: Duelo y recuperación - Марк Виктор Хансен - Страница 19
ОглавлениеUn regalo curativo
Mi papá fue más que un padre para mí; fue mi amigo y confidente y una de las personas más maravillosas en mi vida. Por eso, cuando murió de repente, de un derrame cerebral, a la edad de cincuenta y un años, mi mundo se vino abajo. Me sentía perdida, junto con mi madre que había estado con él desde que tenía dieciséis años, mis dos hermanos, y todos los que lo conocieron. Nos sumimos en una espesa niebla de rabia, tristeza y consternación.
Dios nos dio
los recuerdos para
que pudiéramos tener
rosas en diciembre.
J. M. BARRIE
Lloraba todas las noches y trataba de aferrarme a los recuerdos que tenía de él. Revivía cada momento que podía evocar: anotaba mis pensamientos, imprimía mensajes viejos de correo electrónico, leía mis tarjetas de cumpleaños, cualquier cosa que me ayudara porque no quería olvidar. Cuando repasaba todos esos viejos recuerdos, empecé a preguntarme de qué me habría perdido. Mi padre era un hombre callado, conocido por su capacidad para escuchar, su paciencia, su buen humor y su sonrisa. Con frecuencia era él quien escuchaba en vez de hablar. Quería saber qué historias desconocía por haberlo perdido tan pronto. Por eso decidí compilar un libro de recuerdos como regalo de sorpresa para mi mamá y mis hermanos en Navidad.
Empecé mi proyecto en noviembre y me puse en contacto con todos los que sabía que habían estado cerca de mi papá en los últimos años o en el pasado remoto. Envié correos electrónicos y cartas para pedir a los amigos y parientes de Gary Force que enviaran sus pensamientos y remembranzas que tenían de él. En particular, les solicité que compartieran anécdotas graciosas sobre mi padre o historias que quizá nadie había oído, o que habían quedado relegadas al olvido. Les pedí que respondieran a más tardar una semana antes de Navidad.
Esperé y esperé, y hasta principios de diciembre había recibido muy pocas respuestas. Empecé a pensar que tal vez mi idea era terrible o que a nadie le había interesado. Y entonces llegó una avalancha de respuestas. Aproximadamente una semana antes de Navidad comencé a recibir cartas escritas a mano, fotografías viejas y correos electrónicos por docenas. Me sorprendió y maravilló la respuesta y me conmovió aún más lo que la gente escribió sobre mi papá. Casi todos los relatos y recuerdos eran nuevos para mí. Había historias de mi papá jugando póquer hasta las cuatro de la mañana en la preparatoria, de bromas que les jugaba a sus compañeros de la facultad, de su primer trabajo después de salir de la universidad, de cómo conoció a mi mamá y su vida juntos, e historias que hablaban del amor de mi padre por su familia y amigos. Todas y cada una de ellas fue un regalo precioso.
Al final, mi compilación incluyó más de cincuenta entradas y ochenta y cinco páginas. Familiares y amigos vertieron su alma y corazón para hablar de un hombre que la vida les había arrebatado de pronto. Hablaron de cosas que les gustaría haberle dicho y de los recuerdos que atesorarían por siempre. Compilé el libro en la computadora y lo mandé imprimir a una tienda de fotocopias cercana. Se lo di a mi familia como el último regalo el día de Navidad. La emoción nos embargó a todos. Mi mamá se quedó muda y lloró a mares mientras miraba el grosor del libro. Mis hermanos se levantaron y me abrazaron sin decir nada. Mi madre y mis hermanos estaban tan conmovidos que no atinaban a decir palabra y tardaron horas en ver todo el libro. Con los ojos llenos de lágrimas, mamá dijo que era el mejor regalo que había recibido.
Este libro era más que sólo un álbum de recuerdos. Era un proceso curativo. No esperaba sentirme mejor respecto a la pérdida de mi padre después de leer todas esas historias, pero así fue. Me sentí feliz de saber que había tenido una vida estupenda y que había llegado al corazón de muchas personas. Estoy muy orgullosa de que haya sido mi padre. Hacer el libro fue mi primer paso en el camino hacia la curación. Ahora, siempre que estoy triste o lo extraño, tomo el libro y lo hojeo para reír y sonreír un poco. Sé que él me está viendo desde el cielo, que también lo lee y, con suerte, ríe y sonríe junto conmigo.
JENNY FORCE