Читать книгу Caldo de pollo para el alma: Duelo y recuperación - Марк Виктор Хансен - Страница 8

Оглавление

Reliquia familiar

Hasta donde me alcanza la memoria, mi madre siempre tuvo un abrigo negro de piel colgado en el armario del pasillo. Como usar pieles no era en realidad el estilo de mi madre, siempre tuve curiosidad de saber por qué teníamos ese abrigo. Recuerdo que una vez le pregunté a mamá de qué estaba hecho. Me respondió que de ratas almizcleras. Yo amaba a los animales y traté de imaginar cuántas ratas almizcleras habían dado la vida para que hicieran ese abrigo grande y hermoso. No obstante, no podía resistir pasar el rostro por esa piel suave y sedosa. Cuando lo acariciaba en el armario, una fragancia distintiva me llenaba la nariz.

La memoria es como un

niño caminando por la

playa. Nunca se sabe qué

pequeño guijarro levantará y

guardará entre sus tesoros.

PIERCE HARRIS

Atlanta Journal

Estoy segura de que todas nosotras nos lo probamos en alguna ocasión. Por lo menos hubo cuatro niñas que desfilamos con el abrigo puesto. No estoy tan segura de los niños. Incluso en esa época, nos preguntábamos quién heredaría el abrigo.

El abrigo había pertenecido a mi abuela, que era hija de un médico de Ridgetown, Ontario, y se había casado con un abogado de Estados Unidos. Su boda fue la noticia social del día.

Mi bisabuelo, el médico, encontró una novia en Glasgow, se casó con ella y la llevó a su casa de Ontario, donde criaron cinco hijos y dos hijas. Mi abuela murió en 1976; mi madre, en 1995.

Un día, tiempo después de que mi madre murió, decidí hacer una peregrinación al pueblo natal de mi abuela. Encontré la casa más grande del pueblo con facilidad. Había muchas fotografías de ella en la casa, pero desde los tiempos de mi bisabuelo, la habían convertido en una funeraria. Me pareció un poco deprimente. Me detuve a tomar un café en el restaurante del pequeño pueblo, que era muy parecido a mi pueblo natal de Forest, Ontario. Me ayudó a entender la decisión de mi abuela de comprar nuestra cabaña en Forest. Ambos lugares tenían ese aire cálido y pueblerino.

De regreso a casa me sentí un poco perdida. Me gustaría haber compartido la experiencia con mi madre, pero ella ya había muerto. Mientras conducía por un camino rural, de esos en los que no se ve ningún letrero y parecen extenderse hasta siempre, vi una bandada de gansos blancos. Me detuve a verlos y me emocioné porque nunca había estado en un campo lleno de gansos nivales.

Mi madre dejó el abrigo en el armario. Mi hermana mayor, Janet, lo heredó con la casa. Pasaron muchos años y ella no dejaba de pensar qué podría hacer con el abrigo. Un día, en el verano de 2009, mi hermana mandó una caja para mis tres hijos. Uno de los paquetes que contenía estaba rotulado —Allison—, y me sorprendió mucho recibirlo. Dejé que los niños abrieran sus regalos antes de abrir el mío. Estaban igualmente emocionados por mi regalo.

Rompí la envoltura y de inmediato percibí un olor familiar, aunque no pude identificarlo al principio. Tenía frente a mí un bello oso negro con un diseño en las patas que reconocí de los días largamente olvidados en los que lo abrazaba en el armario del pasillo. Los sentimientos que despertó en mí fueron de regocijo. Unas fotografías de cuatro osos negros idénticos cayeron al piso. ¡Casi no podía entender lo que mi hermana había hecho!

Cuando al fin pude comunicarme con ella por teléfono, me confesó un secreto que había guardado por mucho tiempo. Me contó que no le gustaba que el abrigo estuviera colgado en el armario, inútil y sin uso. Luego vio un programa en el que explicaban cómo convertir los viejos abrigos de pieles en osos. Decidió que era eso precisamente lo que quería hacer.

Cuando investigó el costo del servicio, descubrió que cada oso costaría doscientos cincuenta dólares. Como el precio estaba fuera de sus posibilidades, decidió que la mejor manera de tener los osos sería preguntar por ahí si alguien los hacía como pasatiempo. Se lo mencionó a sus amigas maestras. Entonces, el anciano director de su escuela le preguntó a la señora del comedor si conocía a alguien que tuviera ese pasatiempo. Confundida, la señora le preguntó por qué quería saber, ya que eso era lo que ella hacía en su tiempo libre.

Así nacieron cuatro osos idénticos, obras de arte, en Calgary, Alberta. Me siento muy afortunada por tener una hermana que dedicó tiempo a expresar su amor en un proyecto de osos sólo para compartirlo con sus hermanas. Todos mis hijos perciben el amor que siento por este oso, que es una reliquia familiar, un oso lleno de recuerdos que nadie podría comprarme en una tienda.

ALLISON KNIGHT-KHAN

Caldo de pollo para el alma: Duelo y recuperación

Подняться наверх