Читать книгу La estabilidad económica en la Constitución Española - Mauricio José Reyes Opazo - Страница 26
2. Un nuevo norte: la estabilidad
ОглавлениеLa noción de inestabilidad que Keynes advirtió en el capitalismo pronto fue ratificada por los hechos. En octubre de 1929, súbitos descensos en los índices bursátiles de la Bolsa de Valores de Nueva York dieron paso a elevadas retiradas de efectivo en bancos e instituciones financieras, que la Reserva Federal no quiso contener. Estas circunstancias ocasionaron la quiebra de dichas instituciones lo que, unido a otros acontecimientos, provocaron a una fuerte contracción de la producción agrícola, de bienes de consumo e industriales, en el plano económico, y a una prolongada disminución de los salarios y desempleo, en el plano social. En unos meses, los problemas económicos de Estados Unidos se trasladaron a otras latitudes del mundo, convirtiendo la crisis americana en un fenómeno mundial de insospechadas consecuencias140.
Para Keynes, luego de un comienzo titubeante141, la causa de la crisis se encontraba «principalmente [en] los efectos [que] sobre la inversión [ha causado] (…) el largo periodo de dinero caro que precedió al colapso de la bolsa y, solo de forma secundaria, al colapso mismo»142. Sin embargo y, pese a las consecuencias que en su patrimonio había ocasionado la crisis, rechazó las posiciones catastrofistas de uno y otro lado. De hecho, en los meses posteriores, mantuvo una visión positiva respecto del curso de la crisis lo que se debía, como indica Skidelsky, «en parte, (…) a su optimismo natural [y], en parte [a] su convicción, basada en sus análisis, de que el capitalismo no estaba enfermo, sino que era inestable»143.
Esta visión de la crisis, en particular de su magnitud, tuvo un cambio inesperado, luego del viaje de Keynes a Estados Unidos, en mayo de 1931. Durante su estancia en el país americano, Keynes pudo apreciar, en primera persona, los problemas de su economía, percatándose que el caso americano, «no [era] una economía esclerótica como la británica, sino (…) una que todavía mantenía muchas de las señales de la “flexibilidad” del siglo XIX»144, que revelaba una situación grave, algo propio de las economías de este tiempo y que, por lo mismo, no podía ser analizado ni resuelto con las ideas e instrumentos de la teoría tradicional.
Esta reflexión animó a Keynes a revisar críticamente la teoría clásica, concluyendo que debía atacar los «argumentos y conclusiones (…) de la teoría clásica»145, aunque dichas ideas las hubiese «defend[dido] durante muchos años con convicción»146. Para empezar, resolvió «huir de la tiranía de las formas de expresión y de pensamiento habituales (…) [, es decir,] rehuir [de] las viejas [ideas] que entran rondando hasta el último pliegue del entendimiento de quienes se han educado en ellas»147. En este sentido, advirtió que los presupuestos de la economía clásica, esto es, el funcionamiento armónico del mercado, el pleno empleo de todos los factores económicos y, el papel del Estado en la economía, no trabajaban como la teoría tradicionalmente había establecido. Todo lo contrario, para Keynes, indica Requeijo, «lo que ocurre es que, a veces, se pierde el control de [estos] mecanismos económicos por desconocimiento de los mismos y se produce una crisis, un mal funcionamiento de la economía que puede provocar enormes daños sociales»148.
A Keynes, empero, no solo le interesaba advertir el mal desempeño de la economía de mercado, sino que aspiraba a «entender cuáles son las fuerzas latentes [, que] en el seno del sistema económico (…) hay que aprender a dominar (…) para corregir»149. Es decir, quería conocer, comprender y controlar los elementos que en el modelo económico de mercado ocasionan su inestabilidad. Para lograr este objetivo, rápidamente Keynes comprendió que los motivos que en el pasado había indicado como causas de la inestabilidad del capitalismo, –esto es, los problemas sociales, los valores o el cambio de época– no eran, desde una perspectiva económica, suficientes para explicar el funcionamiento del sistema económico, ni menos aún para dar con soluciones a la grave crisis económica que se padecía.
Si esto era así, entonces, ¿qué causaba que el capitalismo fuera inestable? La respuesta a esta interrogante la encontró Keynes al analizar el proceso de acumulación capitalista y, en particular, al intentar definir qué ocurre con el ahorro y la inversión. La reflexión de Keynes –afirmó Galbraith– era que «cuando aumenta la producción, el empleo y la renta, va disminuyendo el consumo obtenido de los aumentos adicionales de ingreso, es decir –en los términos de la formulación histórica de Keynes–, decrece la propensión marginal al consumo. O sea que los ahorros aumentan. No hay ninguna seguridad de que, como creían los economistas clásicos, con el descenso de los tipos de interés tales ahorros vayan a ser invertidos, o sea, gastados. Pueden en efecto permanecer sin gastar, por una variedad de razones precautorias que responden a la necesidad o el deseo del individuo o de la empresa de contar con liquidez, es decir, otra vez en la terminología de Keynes, en función de la preferencia por la liquidez. Si los ingresos se ahorran y no se gastan, tendrá lugar una reducción de la demanda total de bienes y servicios (demanda agregada efectiva) y con ello, del producto y el empleo»150. En estas circunstancias, mencionó el economista americano, el ahorro y la inversión, luego del citado descenso «no se igualan necesariamente, ni siquiera normalmente, en los niveles correspondiente al pleno empleo»151, sino que dan lugar a un equilibro con subempleo152, es decir, a un escenario en que tanto la demanda como la oferta se encuentran en equilibrio, pero donde dicho punto de armonía está alejado de la plena utilización de todos los factores productivos. En palabras de Viscarelli, «las fuerzas que presiden el funcionamiento del sistema capitalista no son capaces de obtener la plena utilización de los recursos ni de proporcionar las condiciones aptas para conducir espontáneamente a la economía hacia el equilibrio. [Es decir, que e]l desempleo, lejos de ser un fenómeno temporal debido a fricciones o imperfecciones, es un hecho estructural del capitalismo, y la extremada inestabilidad de la eficiencia marginal del capital y de la preferencia por la liquidez excluyen la existencia de reglas de política económica en condiciones de garantizar el logro automático del equilibrio de pleno empleo»153. Dicho de otro modo, la inestabilidad del capitalismo se encuentra en la imposibilidad de prever y controlar las preferencias y las acciones de ahorradores e inversores frente a una disminución abrupta del consumo.
Sin embargo, Keynes no se limitó a definir –únicamente– las causas de la inestabilidad del capitalismo, sino que incluyó y desarrolló en su Teoría General una serie de ideas y acciones a realizar a fin de evitar que el equilibrio con subempleo «permane[zca] en condiciones crónicas de actividad subnormal durante un periodo considerable, sin [una] tendencia marcada a la recuperación o al derrumbe total»154.
De todos estos planteamientos, empero, el más relevante desde nuestra perspectiva es el ascenso del gasto público a variable vital del proceso económico. De hecho, con Keynes, el gasto público deja ser un eslabón olvidado de la economía y pasa a tener un rol fundamental en las épocas recesivas puesto que, mediante su expansión, «estimularía al consumo y la inversión privada y permitiría recuperar la producción que cabe obtener utilizando todo [el] potencial de producción»155.
Pero no solo en las épocas recesivas el gasto jugaría un rol esencial como impulsor de la reactivación económica. También la intervención económica del Estado es necesaria en los periodos de bonanza, cuando las posibilidades de desequilibrio económico son de fácil ocurrencia. Sin embargo, en dichas circunstancias el rol económico del Estado, mencionó Keynes, constituye más bien, «una influencia orientadora sobre la propensión a consumir, [ya sea] a través de su sistema de impuestos, fijando la tasa de interés y, quizá, por otros medios. (…) [Incluso] una socialización bastante completa de las inversiones (…); aunque esto no necesita excluir cualquier forma, transacción o medio por los cuales la autoridad pública coopere con la iniciativa privada (…) [, ni menos aún,] que la propiedad de los medios de producción»156 pase al Estado. En otras palabras, el gasto público no solo tiene función contracíclica, sino que también tiene un cometido especial en el desarrollo político, económico y social del Estado.
En resumen y, como el propio Keynes lo advirtió en el primer capítulo de su obra, este modelo económico era de general aplicación ya que «los postulados de la teoría clásica sólo son aplicables a un caso especial, (…) porque las condiciones que supone son un caso extremo de todas las posiciones posibles de equilibrio. [Es más], las características del caso especial supuesto por la teoría clásica no son las de la sociedad económica en que hoy vivimos, razón por la cual sus enseñanzas engañan y son desastrosas si intentamos aplicarlas a los hechos reales»157. En pocas palabras, para Keynes, el objetivo final de Teoría General no es solo determinar las causas de la inestabilidad del capitalismo, sino promover un nuevo fin de la economía, a saber, la estabilidad económica entendida como aquella situación, más cercana, al pleno empleo de todos los recursos económicos.