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2. Evolución en los supuestos y sentidos de la estabilidad económica

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Al escribir su Teoría General, como señalamos más arriba, Keynes no solo buscaba poner fin a la crisis económica iniciada en 1929, sino que deseaba terminar con el desempleo. Por esta razón, gran parte del análisis, de las medidas y las acciones que propuso iban en orden a lograr la total ocupación de la mano de obra desempleada. En la terminología de Keynes, la inestabilidad del capitalismo adoptaba la forma de una alta tasa de desocupación.

Sin embargo, una vez concluida la Segunda Guerra Mundial, el desempleo dejó de ser prioridad en los planes y programas de ayuda financiera que, con ocasión de la reconstrucción de Europa, Estados Unidos desarrolló. De hecho, con el término del conflicto mundial –siguiendo el léxico keynesiano– la inestabilidad del capitalismo no se encontraba en el paro, sino en la incapacidad de los países europeos de reconstruir su industria. De ahí que, el objetivo del Plan Marshall, según la declaración política que le sirvió de fundamento fue la «la recuperación económica (…) basada, en un fuerte esfuerzo de producción, en la expansión del comercio exterior, en la creación y el mantenimiento de la estabilidad financiera interna, y en el desarrollo de la cooperación económica, incluyendo todos los pasos posibles para establecer y mantener los tipos de cambio equitativos y para lograr la eliminación progresiva de las barreras comerciales»167.

La puesta en funcionamiento del FMI, a fines de la década de 1940, no solo trajo consigo la rehabilitación del desempleo entre los fines de sus programas de ayuda financiera, sino que vio aumentar los objetivos económicos a abordar en dichos planes de asistencia financiera. Así, junto con las medidas en contra del desempleo, el FMI a través de sus programas velaría por el crecimiento económico, el nivel de precios, el tipo de cambio y la balanza de pagos168. En otras palabras, la inestabilidad del sistema de mercado puede adoptar la forma de un bajo crecimiento económico, de un elevado nivel de precios, o bien, de fuertes oscilaciones en el tipo de cambio o de la balanza de pagos. Así, la labor del FMI, como garante de la estabilidad económica, es acabar con las circunstancias que ocasionan dicha inestabilidad, lo que lleva a cabo a través de programas de estabilización.

En suma y, siguiendo en esto lo indicado por Watson169, la estabilidad económica no se circunscribe a un único y exclusivo objetivo económico, sino que comprende varios objetivos económicos. A saber: el crecimiento económico, el nivel de precios, el ciclo económico, el pleno empleo o el tipo de cambio. Con respecto al crecimiento, la estabilidad «podría significar la continuidad de un tipo medio de crecimiento, como, por ejemplo, el tipo medio del producto nacional bruto en los años posteriores a 1945(…) [;]un crecimiento que absorbe suavemente una oferta de trabajo creciente (…) [;] un aumento constante de la inversión (…) [; o bien,] como una elevación continua de la renta real per cápita; es decir, la elevación del nivel de vida»170. Desde el punto de vista del nivel de precios, la estabilidad económica supone el control y el mantenimiento de los precios tanto del consumo mayorista como minorista. En pocas palabras, implica «la ausencia de inflación o deflación»171. En cuanto al ciclo económico, la estabilidad económica conlleva todas aquellas medidas que «persigue[n] el objetivo de debilitar o amortiguar los ciclos económicos»172, esto es, «una sucesión de periodos de suave expansión y contracción»173. Por lo que se refiere al pleno empleo, la estabilidad económica implica, «el pleno empleo del trabajo o, negativamente, un volumen mínimo de paro»174. Finalmente, la estabilidad económica puede referirse al tipo de cambio, es decir, a la situación en que la paridad de una moneda con otra no sufre oscilaciones que la desvaloricen.

4. La RAE incluyó, por primera vez, las palabras estabilidad, estable y económico/ca en la tercera edición de la obra, fechada en 1791. En esa oportunidad definió estabilidad como «permanencia, duración, firmeza. Stabilitas, firmitas». La voz estable, por otro lado, se catalogó como un adjetivo que comprendía las palabras «constante, durable, firme, permanente. Stabilitas, firmus, permanes». Por último, económico/ca se describió como «1. lo que pertenece a la economía. Oeconomicus. 2. Suele aplicarse al miserable, escaso y muy detenido en gastar. Miser, sordidè, parcus». Ver REAL ACADEMIA DE LA LENGUA ESPAÑOLA. Diccionario de la lengua española, 3.ª edición, Por la Viuda de don Joaquín Ibarra Impresora de la Real Academia, Madrid, 1791, p. 402 y p. 351.

5. Definió el DRAE, en 23.ª edición, la palabra estabilidad como «cualidad de estable». Por el término estable se entienden tres acepciones, a saber: «1. adj. Que se mantiene sin peligro de cambiar, caer o desaparecer. 2. adj. Que permanece en un lugar durante mucho tiempo. 3. adj. Que mantiene o recupera el equilibrio». Finalmente, se fijan tres acepciones para la voz económica/o, esto es, «1. Perteneciente a relativo a la economía. 2. Moderado en gastar. 3. Poco costoso, que exige poco gasto». REAL ACADEMIA DE LA LENGUA ESPAÑOLA. Diccionario de la lengua española, 23.ª edición, Real Academia Española, Barcelona, 2014, p. 836 y 959.

6. REAL ACADEMIA DE LA LENGUA ESPAÑOLA. Diccionario de la lengua castellana por la Real Academia Española, 16.ª edición, Espasa-Calpe, Madrid, 1939, p. 558.

7. La falta de una definición etimológica general de la expresión estabilidad económica no fue exclusiva del castellano. De hecho, los diccionarios de habla inglesa tampoco definieron la citada expresión, esto es, economic stability. Esta omisión, sin embargo, no implicó que las palabras que conforman la expresión aludida no tuvieran una explicación. Todo lo contrario, el The Oxford English Dicctionary, no solo ha rastreado los posibles sentidos en los que se han utilizados los términos estabilidad, estable y económico/ca, sino que también ha logrado fijar las fechas en que las aludidas palabras fueron empleadas por primera vez. En este sentido, el término stability (estabilidad en castellano) tiene su primer reconocimiento etimológico en las primeras décadas del siglo XV, en dos sentidos. En el primero, la voz stability se asimiló a los sentidos que presenta la voz firme en castellano, esto es, de aquel que «no se mueve ni vacila o que no se deja dominar ni abatir», al reproducir una frase de la A song of love longing to Jesus, de Richard Rolle, que dice «Jesús…Toma mi corazón en tu mano. Ponme en estabilidad». En el segundo, el término stability se empleó en un sentido físico, en particular, como el poder de permanecer erguido, como se advierte en el ejemplo que el The Oxford English Dicctionary utiliza, que es una poesía de Guillaume de Deguileville que tradujo John Lindagate en la obra De Guillaume’s (G. de) Pilgrimage of the life of man en la que se dice «[p]iensa que está hecho por regla y línea. En sí mismo tiene más belleza tierna y más estabilidad». Respecto de la voz stable (estable en nuestro idioma), el The Oxford English Dicctionary reconoce la existencia de alrededor de 6 significados distintos para la citada locución. Sin embargo, al explicar la voz que coincide con el término en castellano, el diccionario, incluye diversos ejemplos que coinciden con los sentidos que el Diccionario de la Lengua Española de 1791 reconoció a la locución. La traducción es nuestra. Ver en MURRAY, J. A. H., Sir, (Edit.), The Oxford English Dictionary, Vol. XVI, 2.ª edition, Clarendon Press, Oxford, 1989, pp. 430, 428 y 431-433. Finalmente, la palabra economical (económico/ca en castellano) se entendió inicialmente, por el The Oxford English Dicctionary, en dos sentidos. En el primero, como una característica que presenta la Trinidad, al reproducir el sermón de Henry Bullinger en el que señala que «[l]a Trinidad… defiende el estado económico, es decir, el misterio de la dispensación» En el segundo, como un atributo del hogar o de su gestión, al repetir la frase que Thomas Bowes incluyó en su obra De la Primaudaye’s French academie, de 1586, donde indica que la «[c]iencia económica, es decir… el arte de gobernar bien una casa». La traducción es nuestra. En MURRAY, J. A. H., Sir, (Edit.), The Oxford English Dictionary, Vol. V, 2.ª edition, Clarendon Press, Oxford, 1989, p. 59.

8. Las dos obras, como sostienen ASTIGARRA, ZABALZA y ALMODOVAR, son traducción del Diccionnaire Politique. Encyclopédie du langage et de la science politique, rédigé par une Reunion de députés, de publicistes et de journalistes avec une introduction, editada en París, por Pagnerre Editeur, en 1842. Ver en ASTIGARRAGA, J., ZABALZA, J. y ALMODOVAR, A., «Dictionaries and Encyclopaedias on Political Economy in the Iberian península (18th, 19th and 20th Centuries)», Storia del Pensiero económico, núm. 41, 2001, p. 34.

9. CHAO, E., ROMERO, A. y RUIZ DE QUEVEDO, M, Diccionario de la política. Enciclopedia de la lengua y de las ciencias políticas y de todos los sistemas societarios: colección de artículos especiales y extractos de las obras y discursos…. Aumentada con las aplicaciones a la legislación política de España y más de 600 artículos originales, Madrid, Imprenta de los Señores Andrés y Díaz, 1849.

10. Diccionario político o enciclopedia del lenguaje y ciencia política. Por una reunión de Diputados y publicistas franceses. Traducido al Castellano y adicionado con varios artículos de importante aplicación a nuestro país, Cádiz, Imprenta y litografía de la Sociedad artística y literaria a cargo de S.J. Martínez, 1845.

11. En Diccionario político o enciclopedia del lenguaje y ciencia política…, cit., p. 213. En los mismos términos en CHAO, E., ROMERO, A. y RUIZ DE QUEVEDO, M., Diccionario de la política…, cit., p. 318.

12. En inglés, el término stability (estabilidad en castellano) recién fue explicado por el economista italiano Giancarlo Gandolfo en la edición de 1987 del The New Palgrave: A Dictionary of Economics. Ver EATWELL, J., MILGATE, M. and NEWMAN, P. (Edits.), The New Palgrave: A Dictionary of Economics, Vol. 4.°, The Macmillan Press Limited, London, 1987, pp. 461-464. En los diccionarios previos, esto es, el Palgrave’s Dictionary of Political Economy (1923–1926), editado por Henry Higgs y el Dictionary of Political Economy (1894–1899), editado por Inglis Palgrave, la voz stability no se analizó.

13. BELTRÁN FLORES, L., Diccionario de Banca y Bolsa, Labor, Madrid, 1969, p. 608.

14. Sobre el plan de estabilización o Plan Nacional de Estabilización Económica ver Capítulo II.

15. ROSEMBERG, J. M., Diccionario de Administración y Finanzas, Centrum, Barcelona, 1989, p. 171.

16. LOZANO IRUESTE, J. M., Breve Diccionario de Economía, Pirámide, Madrid, 1994, p. 101.

17. El Diccionario de Economía Política de Wolfgang Heller se editó por editorial Labor, en España, en 1937. La obra, posteriormente, tuvo 2 ediciones más (1941 y 1965) y tres reimpresiones (1946, 1950 y 1969).

18. La voz estabilización se encuentra definida en la 3.ª edición. Ver HELLER, W., Diccionario de Economía Política, 3.ª edición, Labor, Barcelona, 1965, p. 210-211.

19. En inglés, el término estabilización se entendió como stabilization policy. Pese a su relevancia, como estudiaremos en el próximo capítulo, su análisis más acabado lo hizo David Vines, cuando ya se encontraba en desuso por parte de las autoridades económicas internacionales y nacionales. La explicación del término en EATWELL, J., MILGATE, M. and NEWMAN, P. (Edits.), The New Palgrave: A Dictionary of Economics, Vol. 4.°, cit., pp. 464-466. Los diccionarios previos, esto es, el Palgrave’s Dictionary of Political Economy (1923–1926), editado por Henry Higgs y el Dictionary of Political Economy (1894–1899), editado por Inglis Palgrave, no recogieron ni examinaron el término.

20. Las llamadas políticas o planes de estabilización fueron un conjunto de medidas que se adoptaron por países europeos (Alemania 1948, Francia 1958 y España 1959) y de América Latina (Bolivia 1956, Paraguay 1956 y Argentina 1958) a fin de corregir graves problemas de inflación y de balanza de pagos, entre otros aspectos. Para el caso de España ver Capítulo II de este trabajo.

21. HELLER, Wolfgang, Diccionario de Economía Política, cit.

22. BELTRÁN FLORES, Lucas, Diccionario de Banca y Bolsa, cit.

23. BERNARD, Y. Y COLLI, J.C., Diccionario Económico y Financiero, Asociación para el Progreso de la Dirección, Madrid, 1979.

24. HELLER, W., Diccionario de Economía Política, cit., p. 210.

25. HELLER, W., Diccionario de Economía Política, cit.

26. HELLER, W., Diccionario de Economía Política, cit.

27. BELTRÁN FLORES, L., Diccionario de Banca y Bolsa, cit., p. 609.

28. BELTRÁN FLORES, L., Diccionario de Banca y Bolsa, cit.

29. BERNARD, Y. y COLLI, J.C., Diccionario Económico y Financiero, cit., p. 497.

30. SELDON, A. y PENNANCE, F. C., Diccionario de Economía, Oikos-Tau ediciones, Barcelona, 1967, p. 244. La definición expuesta en la edición de 1967 del diccionario de Seldon y Pennance se mantuvo sin alteración en el diccionario de los citados autores de 1987. Para comparar ver SELDON, A. y PENNANCE, F. G, Diccionario de Economía, Tomo I, Ediciones Orbis, Barcelona, 1987, p. 244.

31. SUÁREZ SUÁREZ, A., Diccionario de Economía y Administración, Mcgraw-Hill, Madrid, 1992, p. 121.

32. Ver definición de estabilización en LOZANO IRUESTE, J. M., Breve Diccionario de Economía, cit., p. 101.

33. ARTHUR A., Diccionario Espasa. Economía y Negocios, Espasa Calpe, Madrid, 1997, p. 237.

34. ARTHUR A., Diccionario Espasa. Economía y Negocios, cit.

35. TAMAMES, R. y GALLEGO, S., Diccionario de Economía y Finanzas, Alianza Editorial, Madrid, 2000, p. 186.

36. TAMAMES, R. y GALLEGO, S., Diccionario de Economía y Finanzas, cit.

37. ELOUSA, M. (Dir.), Diccionario Capital Economía y Empresa, LID, Madrid, 1998, p. 240.

38. La denominación de las escuelas económicas como clásica o neoclásica, no es pacífica entre los historiadores económicos. Tampoco lo es la delimitación de los autores que se incluyen en uno u otro grupo. Sin embargo, para los efectos de esta investigación seguimos el criterio expuesto por Keynes en la nota a pie de página del capítulo I, Libro I de Teoría general de la ocupación, el interés y el dinero, cuando indicó que «“los economistas clásicos” fue una denominación inventada por Marx para referirse a Ricardo, James Mill y sus predecesores, es decir, para los fundadores de la teoría que culminó en Ricardo. Me he acostumbrado quizá cometiendo un solecismo, a incluir en la “escuela clásica” a los continuadores de Ricardo, es decir, aquellos que adoptaron y perfeccionaron la teoría económica ricardiana, incluyendo (por ejemplo) a J. S. Mill, Marshall, Edgeworth y el profesor Pigou» en KEYNES, J. M., Teoría general de la ocupación, el interés y el dinero (traducción de Eduardo Hornedo), Fondo de Cultura Económica, México, 1965, p. 15.

Una aproximación a esta discusión en ASPROMOURGOS, T., «On the origins of the term “neoclassical”», Cambridge Journal of Economics, vol. 10, núm. 3, 1986, pp. 265-270 y en COLANDER, D., «The death of neoclassical economics», Journal of the History of Economic Thought, vol. 22, núm. 2, 2000, pp. 127-143.

39. SKOUSEN, M., La formación de la teoría económica moderna (edición y traducción de José Antonio de Aguirre), Unión Editorial, Madrid, 2010, p. 457.

40. La traducción es nuestra. En TAYLOR, O. H., «Economics and the Idea of Natural Laws, en Economics and liberalism», en TAYLOR, O. H., Economics and liberalism. Collected Papers, Harvard University Press, Cambridge, 1955, p. 43.

41. TAYLOR, O. H., «Economics and the Idea of Natural Laws, en Economics and liberalism», cit.

42. ROLL, E., Historia de las doctrinas económicas (traducción de Florentino M. Torner), Fondo de Cultura Económica, México, 1999, p. 105.

43. STREETEN, P., «Keynes y la tradición clásica», Revista de Economía Institucional, vol. 5, núm. 9, 2003, p. 169.

44. La traducción es nuestra. Ver en TAYLOR, O. H., «Economics and the Idea of Natural Laws, en Economics and liberalism», cit., p. 50.

45. El párrafo original dice: «Throughout the nineteenth century and for a time thereafter three presumptions pervaded the hypothetical realm of being fashioned by orthodox economist: (a) that the economic system is an automatically self-adjusting mechanism; (b) that the economic role of the state should be narrowly restricted; (c) and that, given conditions (a) and (b), the interests of individuals are harmonized with each other and with the general interest about as well as many be expected. These propositions had their origin in the writings of Adam Smith». La traducción es nuestra. En SPENGLER, J. J., «The Problem of Order in Economics Affairs», en SPENGLER, J. J. and ALLEN, W. R., Essays in Economic Thought: Aristotle to Marshall, Rand McNally &Company, Chicago, 1960, p. 18.

46. LANDRETH, H. y COLANDER, D., Historia del pensamiento económico, MacGraw-Hill, Madrid, 2006, p. 72.

47. O’BRIEN, D. P., Los economistas clásicos (traducción de Carlos Rodríguez Braum), Alianza, Madrid, 1989, p. 83.

48. LANDRETH, H. y COLANDER, D., Historia del pensamiento económico, cit., p. 118.

49. LANDRETH, H. y COLANDER, D., Historia del pensamiento económico, cit., p. 78.

50. Uno de los primeros que expresó sus diferencias con respecto al valor del ahorro como medio para lograr la riqueza fue Bernard Mandelville para quien la frugalidad implicaba, en el corto plazo, una disminución en el consumo, y a largo plazo, una baja tasa de crecimiento económico.

Durante el siglo XIX, diversos autores, tanto de la corriente principal, como los disidentes de esta, expresaron su desaprobación con el rol que se asignaba al ahorro en el crecimiento. Así, para Lauerdale o Malthus, la acumulación de capital en exceso podía ocasionar un aumento desmedido de la oferta que no podría ser asumido por la demanda, dando lugar a desajustes en la economía y, en definitiva, a un menor crecimiento. Más radical fue la postura de Karl Marx quien estimó que el ahorro –la acumulación de capital– permite aumentar la producción de la economía, pero a costa de la plusvalía de los trabajadores, beneficiando a las clases burguesas y perjudicando a los trabajadores. Una visión general y sintética de este punto en LANDRETH, H. y COLANDER, D., Historia del pensamiento económico, cit., pp. 143-151. Para una explicación detallada de la evolución de estas ideas, en relación con los ciclos económicos entre 1870 y 1929, ver la obra de HUTCHISON, T. W., Historia del pensamiento económico 1870-1929 (traducción de Enrique Fuentes Quintana), Editorial Gredos, Madrid, 1967, pp. 353-412. Con posterioridad a 1929 y, luego de la Gran Depresión, desde un punto de vista económico e histórico ver HALL, T. E., Business Cycles The Nature and Causes of Economic Fluctuations, Praeger, New York, 1990.

51. HUTCHISON, T. W., Historia del pensamiento económico 1870-1929, cit., p. 355.

52. TAYLOR, O. H., Historia del Pensamiento económico, Tipográfica Editora Argentina, Buenos Aires, 1965, p. 258.

53. LANDRETH, H. y COLANDER, D., Historia del pensamiento económico, cit., p. 145.

54. LANDRETH, H. y COLANDER, D., Historia del pensamiento económico, cit., p. 147.

55. La traducción es nuestra. En HALL, T. E., Business Cycles The Nature and Causes of Economic Fluctuations, cit., p. 42.

56. HUTCHISON, T. W., Historia del pensamiento económico 1870-1929, cit., p. 382.

57. La expresión se encontraría, según lo indica David Hart, en el panegírico que redactó Turgot por la muerte de Gournay, titulado Éloge de M. de Gournay. HART, D., Turgot: Annotated Bibliography. Disponible en http://www.econlib.org/library/Essays/TurgotBio.html.

58. Esta frase apareció citada en el texto Account of the Life and Writings of Adam Smith, LL. D 1793 de Dugald Stewart. En dicha obra Stewart mencionó un manuscrito de Adam Smith donde se indican principios y criterios políticos y económicos que el autor escocés desarrollará en La Riqueza de las Naciones. Ver STEWART, D., «Account of the Life and Writings of Adam Smith, LL. D 1793» en STEWART, D., The Work of Dugald Stewart Vol. 7, Hilliard and Brown, Cambridge, 1829, p. 64.

59. SMITH, A., La riqueza de las naciones (edición, traducción y estudio preliminar de Carlos Rodríguez Braun), Alianza Editorial, Madrid, 1996, p. 660.

60. MILL, J. S., Principios de economía política con algunas de sus aplicaciones a la filosofía social (traducción de Teodoro Ortiz), 2.ª Reimpresión, Fondo de Cultura Económica, México, 1985, p. 812.

61. La traducción es nuestra. Ver en STREISSLER, E. W. and STREISSLER, M., Carl Menger’s Lectures to Crown Prince Rudolf of Austria, Elgar, Aldershot, 1994, p. 115.

62. Alfred Marshall ejerció como profesor de política económica en la Universidad de Cambridge desde 1885 hasta 1908 cuando fue sucedido en ese cargo por su alumno Arthur Cecil Pigou.

63. La traducción es nuestra. En MARSHALL, A., «The Social Possibilities of Economic Chivalry», The Economic Journal, vol. 17, núm. 65, 1907, p. 22.

64. La traducción es nuestra. Ver en MARSHALL, A., «The Social Possibilities of Economic Chivalry», cit., p. 18.

65. O’BRIEN, D. P., Los economistas clásicos, cit., p. 378.

66. MILL, J. S., Principios de economía política con algunas de sus aplicaciones a la filosofía social, cit., p. 805.

67. MILL, J. S., Principios de economía política con algunas de sus aplicaciones a la filosofía social, cit., p. 806.

68. La traducción es nuestra. Ver en STREISSLER, E. W. and STREISSLER, M., Carl Menger’s Lectures to Crown Prince Rudolf of Austria, cit., p, 115.

69. El rol que Marshall le otorgaba al Estado en la economía se explica en el apartado titulado «El cuestionado papel del Estado» de este capítulo.

70. La traducción es nuestra. En MARSHALL, A., «The Social Possibilities of Economic Chivalry», cit., p. 13.

71. SKOUSEN, M., La formación de la teoría económica moderna, cit., pp. 309-310.

72. En los hechos, la visión que los autores tenían del papel del Estado en la economía solo tuvo una materialización parcial. Así lo expuso, en el caso de España, Muñoz Machado al decir que «la retirada de las Administraciones Públicas de la regulación y la actividad económica directa nunca llegará a ser plena a lo largo del siglo XIX». En MUÑOZ MACHADO, S., Tratado de Derecho Administrativo y Derecho público General. I. Formación de las instituciones públicas y su sometimiento al Derecho, 3.ª edición, Iustel, Madrid, 2011, p. 288.

73. Adam Smith incluyó, en La Riqueza de las Naciones varios ejemplos de defectos del orden económico. Ver VINER, J., «Adam Smith and Laissez Faire», en SPENGLER, J. J. and ALLEN, W. R., Essays in Economic Thought: Aristotle to Marshall, Rand McNally &Company, Chicago, 1960, pp. 316-318.

74. En el capítulo undécimo, titulado «De los fundamentos y límites del principio del “Laissez-Faire” o no intervención», se exponen circunstancias o hechos que, a juicio del autor, el mercado no resuelve adecuadamente o bien, donde el mercado no interviene. En MILL, J. S., Principios de economía política con algunas de sus aplicaciones a la filosofía social, cit., 814-836.

75. La traducción es nuestra. Ver en VINER, J., «Adam Smith and Laissez Faire», cit., p. 318.

76. LANDRETH, H. y COLANDER, D., Historia del pensamiento económico, cit., p. 73.

77. LANDRETH, H. y COLANDER, D., Historia del pensamiento económico, cit., p. 146.

78. LANDRETH, H. y COLANDER, D., Historia del pensamiento económico, cit.

79. Ver apartado titulado «Crecimiento económico y pleno uso de los recursos económicos» de este capítulo.

80. Actualmente el estudio de los desequilibrios económicos se denomina teoría de los ciclos económicos. Una definición generalmente aceptada de ciclo económico es la que el primer director del The National Bureau of Economic Research (NBER) Wesley Clair Mitchell y Arthur Frank Burns formularon en la obra Measuring Business Cycles, en 1946, al decir, que «los ciclos económicos son un tipo de fluctuación en la actividad económica agregada de las naciones cuya actividad está organizada principalmente en empresas lucrativas: un ciclo consiste de expansiones que tienen lugar aproximadamente a la vez en muchas actividades económicas, seguidas por recesiones, contracciones y recuperaciones igualmente generales que confluyen en la fase de expansión del ciclo siguiente; la secuencia de cambios es recurrente pero no periódica; en duración los ciclos económicos pueden variar desde poco más de un año hasta diez o doce años; no son divisibles en ciclos más cortos de carácter similar con amplitudes parecidas». La traducción es nuestra. Ver en MITCHELL, W. C. and BURNS, A. F., Measuring Business Cycles, NBER, New York, 1946, p. 3.

81. HUTCHISON, T. W., Historia del pensamiento económico 1870-1929, cit., p. 357.

82. En el capítulo VI, titulado «Why Lombard Street is often very dull, and sometimes extremely excited», Bagehot explica las consecuencias que tiene el exceso de capital en la oferta monetaria y como ello, en el medio plazo, perjudica el ciclo económico. Ver especialmente desde la página 152 en adelante. En BAGEHOT, W., Lombard Street: A Description of the Money Market, E.P. Dutton & Company, New York, 1910, pp. 124-161.

83. Adam Smith definió el sistema de libertad natural como aquel en que «Toda persona, en tanto no viole las leyes de la justicia, queda en perfecta libertad para perseguir su propio interés a su manera y para conducir a su trabajo y su capital hacia la competencia con toda otra persona o clase de personas». Ver SMITH, A., La riqueza de las naciones, cit., pp. 659-660.

84. La traducción es nuestra. En VINER, J., «Adam Smith and Laissez Faire», cit., p. 318.

85. La traducción es nuestra. Ver RICARDO, D., The works and correspondence of David Ricardo (Ed. Piero Sraffa y Maurice Herbert Dobb), Vol. 4 Pamphlets and Papers 1815-1823 [1815], Liberty Fund, Indianapolis, 2004, p. 71.

86. La traducción es nuestra. En RICARDO, D., On the principles of political economy, and taxation, John Murray, London, 3.° edition, 1821, p. 164.

87. La traducción es nuestra. Ver FORGET, E. L., «Jean-Baptiste Say and Spontaneous Order», History of Political Economy, vol. 2, núm. 193, 2001, pp. 199-200.

88. MILL, J. S., Principios de economía política con algunas de sus aplicaciones a la filosofía social, cit., pp. 835-836.

89. La traducción es nuestra. En STREISSLER, E. W. and STREISSLER, M., Carl Menger’s Lectures to Crown Prince Rudolf of Austria, cit., p. 115.

90. La traducción es nuestra. Ver en REISMAN, D., Alfred Marshall, Progress and Politics, St. Martin’s Press, New York, 1987, p. 25.

91. SKOUSEN, M., La formación de la teoría económica moderna, cit., p. 310.

92. COLE, G. D. H., Historia del pensamiento socialista I. Los precursores 1789-1850 (traducción de Rubén Landa), 4.ª edición (Reimpresión), Fondo de Cultura Económica, México, 1975, p. 205.

93. A Saint-Simon y Blanc, se los incluye dentro de los llamados Socialistas utópicos, esto es, aquellos que según Marx «propugnaban una reforma profunda, un cambio radical de la vida en sociedad [, pero que no] seguían su doctrina (…) científic[a], dialéctic[a] y materialistas consecuentes». En DESANTI, D., Los socialistas utópicos (traducción de Ignacio Vidal), Anagrama, Barcelona, 1974, p. 6. Un estudio más extenso en DROZ, J. (Dir.), Historia General del Socialismo I. De los orígenes a 1875 (traducción de Elvira Méndez), Destino, Barcelona, 1976, pp. 257-456. La inclusión de Sismondi en el Socialismo utópico es conflictiva en los historiadores de la economía. Así, para Schumpeter y Droz el autor ginebrino constituye, más que un socialista utópico, un precursor de las ideas que, con posterioridad, desarrollaron Saint-Simon y Blanc. En DROZ, J. (Dir.), Historia General del Socialismo I, cit., pp. 334-337 y SCHUMPETER, J. A., Historia del análisis económico (traducción de Manuel Sacristán), Ariel, Barcelona, 1971, pp. 553-557. Para Skousen, en cambio, Sismondi constituye uno de los miembros de los llamados Socialistas utópicos. Ver en SKOUSEN, M., La formación de la teoría económica moderna, cit., p. 189.

94. COLE, G. D. H., Historia del pensamiento socialista I. Los precursores 1789-1850, cit., p. 56.

95. COLE, G. D. H., Historia del pensamiento socialista I. Los precursores 1789-1850, cit., p. 88.

96. COLE, G. D. H., Historia del pensamiento socialista I. Los precursores 1789-1850, cit., pp. 171-172.

97. COLE, G. D. H., Historia del pensamiento socialista I. Los precursores 1789-1850, cit., p. 168.

98. COLE, G. D. H., Historia del pensamiento socialista I. Los precursores 1789-1850, cit., p. 213.

99. COLE, G. D. H., Historia del pensamiento socialista I. Los precursores 1789-1850, cit., p. 252.

100. Un análisis breve del desarrollo económico mundial en el siglo XIX y principios del XX en el capítulo 12 de la obra de CAMERON, R. y NEAL, L., Historia económica mundial. Desde el paleolítico hasta el presente (traducción de Miguel Ángel Coll), 4.ª edición, Alianza, Madrid, 2005, pp. 327-355.

101. CROTTY, J. R., «Marx, Keynes y Minsky acerca de la inestabilidad del proceso de crecimiento del capital y la naturaleza de la política económica del gobierno», Investigación Económica, vol. 54, núm. 208, 1994, p. 209.

102. SWEEZY, P. M., Teoría del desarrollo capitalista (traducción de Hernán Laborde), Fondo de Cultura Económica, México, 1973, p. 159.

103. SWEEZY, P. M., Teoría del desarrollo capitalista, cit., p. 165.

104. SWEEZY, P. M., Teoría del desarrollo capitalista, cit., p. 211.

105. La traducción es nuestra. En TUGAN-BARANOVSKY, M. I., Les Crises industrielles en Angleterre (traduction de Joseph Shapiro), M. Giard & É. Brière, Paris, 1913, p. 252.

106. SCHUMPETER, J. A., Teoría del desenvolvimiento económico (traducción de Jesús Prado de Arrartre), Fondo de Cultura Económica, México, 1976, p. 9. La primera edición de este libro se publicó con el título de Theorie der Wirtschaftlichen Entwickung por Dunker & Humbolt, en la ciudad de Munich, en 1912.

107. PIERA LABRA, J., «La inestabilidad del capitalismo según Schumpeter», Papeles de Economía Española, núm. 17, 1983, p. 430.

108. ROSENBERG, N., «Was Schumpeter a Marxist?», Industrial and Corporate Change, vol. 20, núm. 4, 2011, p. 1220.

109. Schumpeter conceptualizó estos cambios como desenvolvimiento. En SCHUMPETER, J. A., Teoría del desenvolvimiento económico, cit., p. 75.

110. SCHUMPETER, J. A., Teoría del desenvolvimiento económico, cit., p. 77.

111. SCHUMPETER, J. A., «La inestabilidad del capitalismo», Papeles de Economía Española, núm. 17, 1983, p. 441. La versión original del citado artículo se publicó en la revista The Economic Journal en 1928. En SCHUMPETER, J. A., «The Instability of Capitalism», The Economic Journal, vol. 38, núm. 151, 1928, pp. 361-386.

112. Este proceso Schumpeter lo llamó destrucción creativa. En SCHUMPETER, J. A., Capitalismo, socialismo y democracia, Volumen I, Folio, Barcelona, 1996, p. 121. La versión original, Schumpeter la escribió en inglés, en 1942, con el título Capitalism, Socialism and Democracy. En SCHUMPETER, J. A., Capitalism, Socialism and Democracy, Harper & Brothers, New York, 1942.

113. SCHUMPETER, J. A., «La inestabilidad del capitalismo», cit., p. 444.

114. LANDRETH, H. y COLANDER, D., Historia del pensamiento económico, cit., p. 210.

115. KEYNES, J. M., Teoría general de la ocupación, el interés y el dinero, cit., p. 9.

116. Para una explicación de los estudios de economía de Keynes ver, SKIDELSKY, R., John Maynard Keynes (traducción de Javier San Julián y Anna Solé), RBA, Barcelona, 2013, pp. 167-170.

117. VICARELLI, F., La inestabilidad del capitalismo (traducción de Antonio Quevedo Ferrer), Pirámide, Madrid, 1980, p. 28.

118. VICARELLI, F., La inestabilidad del capitalismo, cit., pp. 39-40.

119. KEYNES, J. M., Las consecuencias económicas de la paz (traducción de Juan Uña), Crítica, Barcelona, 1987, p. 18.

120. KEYNES, J. M., Las consecuencias económicas de la paz, cit., p. 19.

121. KEYNES, J. M., Las consecuencias económicas de la paz, cit., p. 20.

122. VICARELLI, F., La inestabilidad del capitalismo, cit., p. 47.

123. VICARELLI, F., La inestabilidad del capitalismo, cit.

124. El patrón oro es un sistema monetario por el cual el valor de una moneda se fija en función a una cantidad determinada de oro. Este sistema estuvo vigente durante todo el siglo XIX, hasta el comienzo de la primera guerra mundial, cuando fue abandonado –materialmente– por las potencias en conflicto, puesto que tuvieron que imprimir dinero para solventar los gastos de la contienda.

125. VICARELLI, F., La inestabilidad del capitalismo, cit., pp. 51-52.

126. VICARELLI, F., La inestabilidad del capitalismo, cit., p. 52.

127. VICARELLI, F., La inestabilidad del capitalismo, cit., p. 76.

128. La traducción es nuestra. Ver KEYNES, J. M., The collected writings of John Maynard Keynes, Vol. IX, Macmillan St. Martin’s Press, Cambridge, 1972, p. 294.

129. La traducción es nuestra. Ver KEYNES, J. M., The collected writings of John Maynard Keynes, Vol. IX, cit.

130. La traducción es nuestra. Ver KEYNES, J. M., The collected writings of John Maynard Keynes, Vol. IX, cit., p. 291.

131. Keynes, como documenta Whalen, mantuvo correspondencia con el economista americano John R. Commons, quien, en algún momento de 1925, envió a Keynes el capítulo introductorio de su obra Reasonable Value, donde exponía las fases del capitalismo que detalla en ¿Soy un liberal? Un estudio de esta relación, en WHALEN, Ch. J., «John R. Commons and John Maynard Keynes on Economic History and Policy: The 1920s and Today», Journal of Economic Issues, vol. XLII, núm. 1, 2008, pp. 225-242. Una comparación de las vidas de Keynes y Commons, en THABET, S., «Keynes et Commons: histoires parallèles, destins croisés», L’Économie politique, vol. 38, núm. 2, 2008, pp. 77-100.

132. La traducción es nuestra. En KEYNES, John Maynard, The collected writings of John Maynard Keynes, Vol. IX, cit., p. 303.

133. La traducción es nuestra. Ver KEYNES, J. M., The collected writings of John Maynard Keynes, Vol. IX, cit., p. 304.

134. La traducción es nuestra. Ver KEYNES, J. M., The collected writings of John Maynard Keynes, Vol. IX, cit.

135. La traducción es nuestra. Ver KEYNES, J. M., The collected writings of John Maynard Keynes, Vol. IX, cit., p. 305.

136. La traducción es nuestra. Ver KEYNES, J. M., The collected writings of John Maynard Keynes, Vol. IX, cit.

137. REQUEIJO, J., «Tres visiones del capitalismo», Papeles de Economía Española, núm. 17, 1983, p. 15.

138. La traducción es nuestra. Ver KEYNES, J. M., The collected writings of John Maynard Keynes, Vol. IX, cit., p. 294.

139. La traducción es nuestra. Ver KEYNES, J. M., The collected writings of John Maynard Keynes, Vol. IX, cit., p. 306.

140. La literatura sobre la crisis económica de 1929 es extensa. Por todos, ver KINDLE-BERGER, Ch. P., La crisis económica, 1929-1939 (traducción de Lluis Argemí D’Abadal), Capitán Swing, Madrid, 2009. Un análisis de las causas de la crisis, en relación con otros fenómenos económicos, en KINDLEBERGER, Ch. P., Manías, pánicos y cracs: historia de las crisis financieras (traducción de Blanca Ribera de Madariaga), Ariel, Barcelona, 1991. Una interpretación, influyente y diversa de las causas de la crisis de 1929, especialmente el capítulo séptimo, titulado «The Great Contraction», en FRIEDMAN, M. and SCHWARTZ, A. J., A monetary history of the United States:1867-1960, Princeton University Press, Princeton, 1971.

141. El 25 de octubre de 1929, el diario New York Evening Post le solicitó a Keynes que diera su parecer sobre las consecuencias que tendría para la economía los sucesos bursátiles del día anterior. Keynes, predijo una recuperación basada en la bajada de los tipos de interés que reactivaría la industria y mejoraría los precios de las materias primas. Ciertamente los acontecimientos económicos posteriores refutaron este pronóstico. Sobre el contexto en que se da esta predicción, SKIDELSKY, R., John Maynard Keynes, cit., pp. 576-578. El texto completo se puede consultar en KEYNES, J. M., The collected writings of John Maynard Keynes, Vol. XX, Macmillan St. Martin’s Press, Cambridge, 1981, pp. 2-3.

142. SKIDELSKY, R., John Maynard Keynes, cit., p. 578.

143. SKIDELSKY, R., John Maynard Keynes, cit., p. 607.

144. SKIDELSKY, R., John Maynard Keynes, cit., p. 662.

145. KEYNES, J. M., Teoría general de la ocupación, el interés y el dinero, cit., p. 15.

146. KEYNES, J. M., Teoría general de la ocupación, el interés y el dinero, cit., p. 9.

147. KEYNES, J. M., Teoría general de la ocupación, el interés y el dinero, cit., p. 11.

148. REQUEIJO, J., «Tres visiones del capitalismo», cit., p. 12.

149. REQUEIJO, J., «Tres visiones del capitalismo», cit.

150. GALBRAITH, J. K., Historia de la economía (traducción de Hernán Rodríguez-Campoamor), Ariel, Barcelona, 2003, p. 254.

151. GALBRAITH, J. K., Historia de la economía, cit.

152. Una explicación clásica y en diagrama de esta idea en HICKS, J. R., «Mr. Keynes and the “Classics”; A Suggested Interpretation», Econometrica, vol. 5, núm. 2, 1937, pp. 147-159.

153. VICARELLI, F., La inestabilidad del capitalismo, cit., p. 182.

154. KEYNES, J. M., Teoría general de la ocupación, el interés y el dinero, cit., p. 221.

155. SKOUSEN, M., La formación de la teoría económica moderna, cit., p. 490.

156. KEYNES, J. M., Teoría general de la ocupación, el interés y el dinero, cit., p. 333.

157. KEYNES, J. M., Teoría general de la ocupación, el interés y el dinero, cit., p. 15.

158. SKOUSEN, M., La formación de la teoría económica moderna, cit., p. 498.

159. HIRSCHMAN, A. O., «Cómo se difundió a Keynes desde Estados Unidos», Revista de Economía Institucional, vol. 16, núm. 30, 2014, pp. 315 y 316.

160. HIRSCHMAN, A. O., «Cómo se difundió a Keynes desde Estados Unidos», cit., pp. 316-318. Un pequeño estudio de los economistas, funcionarios y personas que adhirieron a los postulados keynesianos en GALBRAITH, J. K., «Cómo llegó Keynes a Estados Unidos», Revista de Economía Institucional, vol. 16, núm. 30, 2014, pp. 299-310.

161. La literatura sobre el Plan Marshall es extensa. Una mirada actual en HOLM, M., The Marshall Plan: a new deal for Europe, Routledge, New York, 2017. Los documentos del Plan, así como análisis, estudios y artículos de este, en la fundación George C. Marshall. Ver GEORGE C. MARSHALL FOUNDATION. Disponible en: https://marshallfoundation.org/.

162. La traducción es nuestra. En BOSSUAT, G., «The Marshall Plan: History and Legacy» en SOREL, E. and PADOAN, P. C., The Marshall Plan Lessons Learned for the 21st Century, OECD, Paris, 2008, p. 15.

163. La influencia de Keynes en Estados Unidos se encuentra analizada en el texto de GALBRAITH, J. K., «Cómo llegó Keynes a Estados Unidos», cit., pp. 299-310. El caso de la India se examina en WHITE, L. H., El choque de ideas económicas: Los grandes debates de política económica de los últimos cien años (traducción de Francisco Beltrán), Antoni Bosch Editor, Barcelona, 2014, pp. 299-332. La situación de España la estudió Almenar Palau en la obra dirigida por Enrique Fuentes Quintana titulada Economía y economistas españoles. En particular ver ALMENAR PALAU, S., «La recepción e influencia de Keynes y del keynesianismo en España (I) 1919-1936», en FUENTES QUINTANA, Enrique (Dir.), Economía y economistas españoles. La modernización de los estudios de economía, Vol. 6, F.C.A.C, Barcelona, 2004, pp. 783-851 y del mismo autor, «La recepción e influencia de Keynes y del keynesianismo en España. Después de la Teoría General», en FUENTES QUINTANA, Enrique (Dir.), Economía y economistas españoles. La consolidación académica de la economía, Vol. 7, F.C.A.C, Barcelona, 2004, pp. 409-523.

164. La traducción es nuestra. En BOUGHTON, J. M., «Jacques J. Polak and the Evolution of the International Monetary System», IMF Economic Review, vol. 59, núm. 2, 2011, p. 384.

165. La traducción es nuestra. Ver en REYNOLDS, R., «The IMF’s transition from Keynesianism to monetarism and its consecuences», Student Economic Review, vol. 21, 2007, p. 182.

166. Los casos de Austria, Turquía y Finlandia se encuentran analizados en STURC, E., «Stabilization Policies: Experience of Some European Countries in the 1950’s», Staff Papers (International Monetary Fund), vol. 15, núm. 2, 1968, pp. 197-219.

167. La traducción es nuestra. Ver la sección 102 de la Economic Cooperation Act of 1948, Pub. L. 472, 80th Cong., 2d Sess., (Apr. 3, 1948).

168. Para el caso de Latinoamérica, ver REMMER, K. L., The Politics of Economic Stabilization: IMF Standby Programs in Latin America, 1954-1984, Comparative Politics, vol. 19, núm. 1, 1986, pp. 1-24. La situación de Europa en STURC, E., «Stabilization Policies: Experience of Some European Countries in the 1950’s», cit., pp. 197-219.

169. WATSON, D., Política económica (traducción de José Luis Gasset, revisada por José Alberto Blanco Losada), Gredos, Madrid, 1965, pp. 585-614.

170. WATSON, D., Política económica, cit., p. 592.

171. WATSON, D., Política económica, cit., p. 600.

172. WATSON, D., Política económica, cit., p. 598.

173. WATSON, D., Política económica, cit., p. 600.

174. WATSON, D., Política económica, cit., p. 599.

La estabilidad económica en la Constitución Española

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