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Agradecimientos

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Al Instituto Nacional del Cáncer, que fue el principal financiador, por apostar a este tipo de proyectos de ciencias sociales interdisciplinarias. A las universidades nacionales, porque sin su apoyo esta investigación no hubiera sido posible. A la Universidad de Buenos Aires, Facultad de Ciencias Sociales (carrera de Trabajo Social) y a la Secretaría de Ciencia y Técnica porque, gracias a sus financiamientos parciales, pudimos “encender motores” y mantenernos a flote cuando nadie más nos apoyaba. A la Universidad Nacional de Entre Ríos, Facultad de Ingeniería, por el impulso que otorga a este tipo de proyectos conectados con las necesidades concretas locales y por el soporte logístico durante todo el proceso. Además, agradecemos a otras universidades nacionales que fueron el respaldo para investigadores que participaron: Universidad Nacional de Rafaela (UNRAF), Universidad Nacional de Mar del Plata (UNMDP). Agradecemos a Diego Campana, Carolina Mera, Gabriel Gentile, Alejandra Morales, Pablo López y todas las personas de las universidades involucradas que nos apoyaron.

A los centros e institutos de investigación. Al Conicet, por su apuesta a una ciencia autónoma y comprometida con las realidades de su país, especialmente a Mario Pecheny y a los colegas evaluadores que entienden que “menos publicaciones” en determinados períodos no implican “menos trabajo” sino otro tipo de trabajo. Al Instituto Gino Germani y a su director, Martín Inzué, por involucrarse desde el primer día con esta propuesta y respaldarnos en todo lo que hicimos. Al CIT-Rafaela (Conicet).

Al Ministerio de Salud de la provincia Entre Ríos, a la directora del Primer Nivel de Atención, doctora Norma Hernández (2018), a la Dirección de Epidemiologia (director: doctor Diego Garcilazo), a los referentes de Sala de Situación, Enrique Fernández y Jorge Weber, y al Comité de Bioética (bioingeniera Patricia Benzi).

A cada uno de los centros de salud que participaron, porque apostaron a conocer(se), objetivar sus prácticas y “sacudir pilotos automáticos”, buscando crecer en una mejor salud pública. Al personal sanitario, porque sin ellos la investigación no se podría haber realizado y porque creemos que cualquier cambio solo podrá realizarse involucrando a todas las partes, especialmente la que está en el día a día de los territorios.

A la Casa de Atención y Acompañamiento Comunitario José Daniel Rodríguez, a la que vimos nacer en el segundo año de la investigación y fuimos testigos de cómo un vivero abandonado en un barrio puede transformarse en un espacio de pertenencia comunitaria y de construcción de proyectos.

A Jaime Breilh y Eduardo Menéndez, porque este libro intenta ser un reconocimiento especial para ellos, por sus más de cinco décadas ininterrumpidas mostrándonos otros caminos posibles para transitar en la búsqueda de una salud con mayor justicia en nuestra región; agradecemos sus propuestas, que no solamente nos inspiran para seguir por su agudeza teórica y epistemológica sino por esa cercanía generosa y solidaria de los verdaderamente grandes. Agradecemos asimismo a Carolina Morales Borrero de la Universidad Nacional de Colombia.

A los investigadores colaboradores que se sumaron con entusiasmo y sus experticias, siendo paciente con los tiempos largos. A Claudio Martyniuk, por ayudarnos a pensar caminos epistemológicos menos transitados. A Julio César Bello, Moira O’Shee Birkinfield, Marcela Belardo, Mariana Bordes, Guillermo Macías, Eugenia Wright, Mariano Treacy, Alejandro Noboa, Eryka Torrejón, Marcel Kolvenbach, Nico Rodríguez, Alejandro Noboa, Francisco López, Diego Luxardo, Mariana Schmidt, Melina Tobías, Gabriela Merlinsky, Christine Holmberg. Estamos sumamente agradecidos con las colaboraciones que surgieron desde las comunidades de Paraná y Diamante. Ellas son el corazón de este proyecto y esperamos que también de los que vendrán. A las familias de los barrios Balvi, San Martín, Antártida Argentina, Mosconi, Anacleto Medina, Gaucho Rivero, San Jorge, Santa Rita, Padre Kolbe, San Francisco, Barrio Mercantil por recibirnos tantas veces con tan ricas meriendas y unas tortas fritas imposibles de intentar repetir. A las chicas y mujeres del CAAC: Griselda, Neli, Giuli, Charo, Stela, Daiana, Nadia, Miru, Mica, Yuli, Norma, Sole, Luciana, Carina, Johana y otras. A todos los jornaleros del CAAC que formaron parte activamente en trayectos de esta investigación: Julio, Cristian A., Oscar, Cristian C., Nicolás. Un especial agradecimiento a don Raúl Olmos. A Jorge López, su esposa Estela, su cuñada María, y la familia de mujeres tan solidarias que nos salvaron con los tererés en los pesados días de verano. Un agradecimiento a todos los pescadores y sus familias del Puerto Viejo y el barrio Urquiza (Diamante) que nos mostraron el Paraná desde otra cara. A Elsa, Jorge, Silvina y René, entre otras familias de Aldea Brasilera que participaron.

A Karina Ramacciotti, Alejandro Capriati, Ana Clara Camarotti, Diego Escolar y Pablo Wright por tener siempre la mejor predisposición a ayudarnos con lecturas y sugerencias en capítulos específicos. A los colegas que leyeron capítulos y brindaron soporte incondicional durante todo el proceso: Guido Korman, Mercedes Saizar y Mercedes Sarudiansky.

A Nancy Krieger, porque sus producciones para abordar las inequidades son verdaderas brújulas que planteamos como desafíos para seguir a largo plazo; gracias por el aliento para llegar a puerto.

A Mark Parascandola (NCI), por el tiempo que se tomó en ver los adelantos, comentar los mails y por el entusiasmo que tuvo con lo que estábamos haciendo durante estos cuatro años. Le agradecemos haber podido conocer otros marcos para pensar más a corto plazo lo que sucede y puede servir para implementar en instituciones sanitarias; también a Sudha Sivaram y Cynthia Vinson. A la plataforma Ecancer, por el interés en este tipo de investigaciones sobre desigualdades sociales en cáncer.

A la red de antropólogas médicas abocadas al cáncer y temas afines, principalmente a Lenore Manderson, Linda Bennet, Carolyn Sargent y Belinda Spagnoletti por sus agudas y meticulosas observaciones tan enriquecedoras. También agradecemos a Ignacia Arteaga por ayudar a construir puentes epistémicos entre regiones. A Mariano Perelman, Holly Mathews, Katia Lerner, Waleska Aureliano, Sahra Gibbon, Nancy Burke, Rachel Aisengart Menezes, Silvia Hirsch y Ana Domínguez Mon.

A la carrera de Trabajo Social, principalmente a Andrea Echeverría y Fernando Grosso y a todos los grandes referentes del trabajo en el territorio y con comunidades, principalmente a la querida Adriana Clemente. A las colegas de España, Belén Lorente Molina y Teresa Gijón, por los caminos comunes que vamos transitando a través de los años.

A la Editorial Biblos, Javier Riera, Mónica Urrestarazu y Silvina Varela por la seriedad y la confianza después de tantos años en los que nunca fallan, que permiten que las espaldas del equipo empiecen a sentirse más livianas cuando entran en acción con sus revisiones y sus “ojos de águila” para identificar nuestros errores.

Por último, un gran agradecimiento a la licenciada Marisa Factorovich, por serenar dragones… sin apagar el fuego.

In situ. El cáncer como injusticia social

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