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V. El vino
ОглавлениеEl vino ha acompañado a la humanidad desde el inicio de los tiempos. Ha tenido dos papeles fundamentales en su coexistencia con los humanos, uno como elemento sagrado, formando parte de ritos y ceremonias en honor de los dioses y el otro como bebida cuya ingesta es generadora de lazos de amistad y de alegría, sirviendo también como catalizador de fiestas y celebraciones.
La sociedad romana permitía a los hombres beber todo aquel vino que quisieran en los banquetes o en los simposium, sin embargo, para las mujeres estaba prohibido probarlo. Ellas solo podían beber mulsum, esto es vino endulzado con miel42.
Tampoco les estaba permitido a las mujeres guardarlo, administrarlo o tan siquiera servirlo. Esto estaba reservado al paterfamilias. Para realizar este control sobre la mujer, el esposo y los familiares tenían el ius osculi, es decir, el derecho a besarla con el objeto de conocer si la esposa había bebido vino.
Esta prohibición se justificaba por los efectos que el vino producía sobre el alma voluble de la mujer y que su ingesta hacía brotar su verdadera naturaleza43. El escritor Marcial hace mofa del tema en uno de sus Epigramas: “El que cree que Acerra huele a vino del día anterior, se equivoca: Acerra bebe siempre hasta el amanecer”. Y es que se creía que, si la mujer bebía, desaparecía la respetable matrona y aparecía un ser despreciable, irrespetuoso con los mores maiorum y alejado de todo valor moral.
Se equiparaba el hecho de beber vino con el adulterio y ambos, en algún momento, fueron sancionados con la pena de muerte. Dionisio de Halicarnaso cuenta que un marido podía matar a su esposa si había cometido adulterio o si la encontraba ebria44. También existía la creencia de que el vino provocaba el aborto, lo cual iba también en contra de los mores maiorum y del deber de perpetuación de la familia45. Pero esto se contradecía con otras ideas de la época que consideraban al vino como un tónico que favorecía la concepción de los hijos en determinadas ocasiones46.
Existía todo un protocolo alrededor del vino, tanto elegirlo como consumirlo se consideraba un arte. En los simposium, las sobremesas de los banquetes, se procuraba servir un vino de calidad para acompañar las conversaciones47. Se buscaba una intoxicación moderada que permitiera tener liberada la mente para mantener una conversación estimulante. Para ello se rebajaba el vino con agua y esta tarea correspondía al anfitrión que era el que cuidaba de que la velada transcurriera con normalidad. El simposiarca, o magister o rex convivio o arbiter vivendi era el encargado de determinar la proporción de la mezcla del vino con el agua y de cuanto podía beber cada uno. Si no había persona encargada de esta tarea cada cual podía realizar la mezcla como gustase, con el peligro de caer en la embriaguez y de que terminara el banquete de forma violenta.
Pero, volviendo al tema del vino y su prohibición para las mujeres, debemos señalar que está íntimamente vinculada con el papel de la matrona romana como esposa y madre y así la literatura latina está plagada de vidas de personajes como Lucrecia, Virginia, u Horacia, las cuales son ejemplos de discreción, castidad y pudor y son portadoras de los valores familiares48. Son mujeres orgullosas de ejercer castamente sus papeles de madres y esposas.
Y así, dentro de este contexto, se sitúa también el éxito y la persecución de las bacanales, las cuales eran las válvulas de escape al ambiente de machismo de la época bajo el que vivían las mujeres romanas49.
El culto al dios Baco, en un primer momento, estaba reservado a las mujeres, las cuales se reunían tres días al año. Se trataba de un rito religioso, pero con el vino como protagonista. Una sacerdotisa de Campania, Pacula Annia, hizo una serie de reformas entre las que se encontraban: el aumento del número de ceremonias, la participación de los hombres, el aumento en la ingesta de vino y la promiscuidad.
Todo esto fue degenerando a los ojos de la sociedad de la época, y como tras las guerras los hombres escaseaban, el Estado Romano no podía permitir que los futuros defensores de la patria acabasen participando en este tipo de celebraciones. En las bacanales todo estaba permitido; “cuando el vino había inflamado los espíritus, y la noche y la mezcla de hombres con mujeres, jóvenes con viejos, había destrozado todo sentimiento de decoro, todas las variedades de la corrupción empezaban a practicarse, pues cada uno tenía a mano el placer que respondía a las inclinaciones de su naturaleza”50.
Las sociedades secretas femeninas utilizaban el lenguaje obsceno por creer que tenía un significado mágico o religioso. Existía toda una jerarquía a la hora de organizar las celebraciones, y participaban bacantes, sacerdotes, maestros, ministros, magistrados y pos Magistrados e incluso había un juramento de iniciación y un compromiso de guardar el secreto. Escritores como Livio narran que las citadas “bacanales eran lugares de iniciación secretos y nocturnos, donde se perpetraban todo tipo de delitos e inmoralidades”51.
De esta forma se inició la persecución de estas bacanales, tomando como justificación la defensa del Estado y la pervivencia de los valores y de las costumbres romanas y que además se evitarían conspiraciones políticas e incluso crímenes contra altos cargos de las magistraturas. Y así, en el año 186 a.C. el Senado Romano las prohibió de manera definitiva a través del Senatus Consultum Bacchanalibus52. Se inició una “caza de brujas” que terminó de manera tajante con estas celebraciones53. A pesar de los severos castigos que se infligieron por la violación de estas prohibiciones las bacanales sobrevivieron en el sur de Italia hasta mucho tiempo después de su represión.
Según nuestro modesto entender, el vino, además de ser una bebida cuya ingesta con moderación produce innumerables beneficios para la salud, es para saborearlo y para recordarlo.
No solo aplaca la sed, sino que deleita el paladar, y en su justa medida permite desinhibirnos, sin mermar nuestra voluntad ni nuestra capacidad de decisión y mostrarnos tal y como somos. Esto chocó con las buenas costumbres romanas, porque la inexistencia de unas reglas sociales para la ingesta del vino derivó en el exceso (en su sentido más amplio).
Los límites se encontraban en el hecho de “no faltar” a la gratuitas o al Prosopis (pudor) del romano. Como contrapartida se dictó el Senatus Consultum Bacchanalibus, que, a través de una dura represión, trataba de volver al culto a Baco y a encontrar su entorno sagrado.
Certa tibi a nobis dabitur mensra bibendi. Officium praestent mensque pedesque suum.
(Ovidio, Ars, I, 587-93)
lurgia praecipue uino stimulata caueto
Et nimium faciles ad fera bella manus.
Occidit Eurytion stulte data uina bibendo:
Aptior est dulci mensa merumque ioco.
Hoy día, el vino, en nuestro país, es considerado un alimento y así se recoge en el artículo 2, Definiciones, apartado e) de la Ley 24/2003, de 10 de julio, de la Viña y del Vino, que dice textualmente:
Vino: es el alimento natural obtenido exclusivamente por fermentación alcohólica, total o parcial, de uva fresca, estrujada o no, o de mosto de uva.
El vino es un alimento, y tomado con moderación, (una copa al día las mujeres y dos copas los hombres) según algunos estudios científicos publicados por la Organización Mundial de la Salud, contrarresta los efectos perjudiciales de la grasa saturada y tiene un efecto protector cardiovascular54.
In accordance with the MD pyramid (as recommended by the Mediterranean Diet Foundation; Fig. 1), the diet is characterized by a high intake of plant-based foods (fruit, vegetables, nuts and cereals) and olive oil; a moderate intake of fish and poultry; a low intake of dairy products (principally yoghurt and cheese), red meat, processed meats and sweets (for which fresh fruit is often substituted); and a moderate wine intake, normally consumed with meals.