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PASCUA VIGILIA PASCUAL

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«Pasado el sábado, al amanecer del primer día de la semana, María Magdalena y la otra María fueron a visitar el sepulcro. De pronto, se produjo un gran temblor de tierra: el Ángel del Señor bajó del cielo, hizo rodar la piedra del sepulcro y se sentó sobre ella. Su aspecto era como el de un relámpago y sus vestiduras eran blancas como la nieve. Al verlo, los guardias temblaron de espanto y se quedaron como muertos. El Ángel dijo a las mujeres: “No teman, yo sé que ustedes buscan a Jesús, el Crucificado. No está aquí porque ha resucitado como lo había dicho. Vengan a ver el lugar donde estaba, y vayan en seguida a decir a sus discípulos: ‘Ha resucitado de entre los muertos, e irá antes que ustedes a Galilea: allí lo verán’. Esto es lo que tenía que decirles”. Las mujeres, atemorizadas pero llenas de alegría, se alejaron rápidamente del sepulcro y fueron a dar la noticia a los discípulos.

De pronto, Jesús salió a su encuentro y las saludó, diciendo: “Alégrense”. Ellas se acercaron y, abrazándole los pies, se postraron delante de él. Y Jesús les dijo: “No teman; avisen a mis hermanos que vayan a Galilea, y allí me verán”» Mt 28,1-10

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«Atravesado de un lado a otro, Cristo derrama agua y sangre.

La sangre es la victoria del martirio; el agua es el bautismo.

Los ladrones crucificados junto a Él a uno y otro lado están en desacuerdo:

uno niega que Cristo sea Dios, el otro recibe la corona.

A Cristo no le retuvo la piedra ni la concavidad del sepulcro.

Él venció la muerte y pisoteó el infierno.

Llevó al cielo a los justos que allí había

y dio a probar la verdad de su resurrección al tacto y a los ojos de muchos.

Cristo sube de nuevo al Padre desde la cima del monte de los Olivos,

dejando en la tierra las huellas de la paz;

del eterno follaje destila un líquido untuoso,

que demuestra cómo el regalo de la unción santa se ha infundido sobre la tierra»17.

¿VENDRÁ O NO A LA FIESTA?” (Jn 11,56)

Esta pregunta podemos repetírnosla en este siglo y en este milenio.

¿Valdrá la pena que hayamos preparado una vez más la celebración de la Pascua de Resurrección? ¿No quedaremos frustrados en nuestras expectativas?

La humanidad está cansada de esperar contra toda esperanza. ¿Acaso no resultaría mejor aprovechar los días de la Semana Santa, para planear unas buenas vacaciones; distraernos y divertirnos con algo más gratificante?

Visto desde nuestro punto de vista, hasta podría resultar comprensible. Pero no desde la óptica de un Dios defensor de las causas perdidas. Él nos garantiza por la fe en la resurrección de su Hijo, que todo ha de terminar bien en nuestras vidas; siempre que aceptemos que él tendrá la última palabra en la historia de los hombres; y que esta palabra será de salvación.

Por eso, los cristianos seguimos celebrando la fiesta de la Vida, convertida en nuestra común esperanza de gloria. Y como gesto de gratitud por el triunfo de Cristo sobre la muerte, le cantamos a corazón abierto el Aleluya pascual, porque nos ha devuelto la alegría de la salvación.

Inmersos como estamos en una verdadera cultura de la muerte, que niega otra vida más allá del horizonte; Cristo, con su resurrección, viene una vez más a recordarnos que: “¡Tú no puedes morir!”.

Y esta Vida, recibida gratuitamente desde el momento del bautismo, nosotros debemos ser capaces de irradiarla a nuestros hermanos, repitiéndoles con s. Pablo: “¡Acuérdate de Jesucristo, que resucitó de entre los muertos!”.

17. Aurelio Prudencio, Dittochaeum (“doble alimento”), 42-44.

La Palabra del Señor

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