Читать книгу La Palabra del Señor - Pedro Alurralde - Страница 33
SOLEMNIDAD DE LA SANTÍSIMA TRINIDAD
Оглавление«En aquel tiempo dijo Jesús a Nicodemo: “Dios amó tanto al mundo, que entregó a su Hijo único para que todo el que cree en él no muera, sino que tenga Vida eterna.
Porque Dios no envió a su Hijo para juzgar, sino para que el mundo se salve por él. El que cree en él, no es condenado; el que no cree, ya está condenado, porque no ha creído en el nombre del Hijo único de Dios”» Jn 3,16-18
~ ° ~
«Cuando tomamos la resolución de dar a conocer la divinidad -a la que los mismos seres celestiales no pueden adorar como se merece-, o de penetrar en los secretos de esta divinidad inmensa y del gobierno del universo, es como si nos embarcásemos en una diminuta balsa para hacer una larga travesía, o como si nos pertrechásemos de unas minúsculas alas con la intención de alcanzar el firmamento y sus astros...
Hay un solo Dios, sin principio, sin causa, que no puede ser limitado ni por cualquier otro anterior a él, ni por cualquier ser que venga después. Rodeado de eternidad, infinito, Padre excelente de un Hijo único, bueno, grande, a quien engendra sin que nada carnal tenga lugar, ya que él es espíritu. Dios único y otro, aunque no otro en su divinidad; tal es el Verbo de Dios. Él es la huella del Padre, el solo Hijo de aquel que no tiene principio, el único del único, su igual. Mientras el Padre permanece siendo Padre íntegro, él, el Hijo, es el autor y Señor del mundo, la fuerza y el pensamiento del Padre...
El tiempo existía antes que yo, pero no es anterior al Verbo, cuyo Padre está fuera del tiempo. Desde el momento en que existía el Padre sin principio, que no deja nada por encima de la divinidad, existía también el Hijo, que tiene por principio un Padre fuera del tiempo, como la luz del sol proviene del disco de este astro tan bello. No olvidemos, sin embargo, que todas las imágenes están por debajo de la grandeza de Dios... Como Dios y como Padre, el Padre es grande. Y si su grandeza consiste en no tener su adorable divinidad de ningún otro, no es menos glorioso para el Hijo venerable de un Padre tan grande, el tener un origen tal...
Estremezcámonos ante la grandeza del Espíritu que es igualmente Dios, y por quien yo he conocido a Dios. Él es manifiestamente Dios y hace nacer a Dios aquí abajo. Es todopoderoso, distribuye los diversos dones, inspira los cánticos del coro de los bienaventurados; da la vida a los seres celestiales y terrestres, se sienta en las alturas, viene del Padre; es la fuerza divina, actúa por iniciativa propia, no es Hijo -porque el Padre excelente no tiene sino un solo Hijo lleno de bondad-, pero no queda fuera de la divinidad invisible, disfrutando de igual gloria»26.
EN COMUNIÓN Y PARTICIPACIÓN
Hoy celebramos la solemnidad de la Santísima Trinidad. En ella encontramos resumida y sintetizada nuestra fe cristiana. En los primeros siglos la teología de la Trinidad formaba parte de las discusiones a nivel popular. Hoy en día, en la religiosidad popular, queda muchas veces reducida a la triple invocación del Gloria y a la señal de la cruz; extendida entre los deportistas de manera más o menos mágica.
Dios es un misterio y los misterios son más para ser contemplados que para ser penetrados. Pero si se derrumba nuestra fe trinitaria, se viene abajo nuestra fe cristiana. ¿Qué puede entonces significar en nuestros días para los no versados, la fe en un solo Dios verdadero, en tres personas distintas?
Podríamos afirmar con todo respeto, que nuestro Dios es un Dios comunitario, un Dios sociable que se comunica hacia dentro y hacia fuera. Vive en familia; en la comunión y participación de tres personas. Un Padre que ama, un Hijo que salva, y un Espíritu que consagra ese amor. No hay padre sin un hijo, no hay un hijo sin padre, y a ambos los une el amor.
Creemos en un Dios que nos da la vida cada vez que nos persignamos. Esto significa que lo invocamos como Padre. La paternidad es la capacidad de dar vida. No hay Padre sin Hijo. “La vida eterna consiste en que te conozcan a ti Padre, el único Dios verdadero, y a tu Enviado Jesucristo”.
Creemos en un Dios que dialoga. No es un Dios incomunicado. No solamente habla, sino que se regala en su Palabra de Vida, que es su Hijo. Y que nos salva; porque: “Dios lleva nuestras cargas, es nuestra salvación”.
Creemos en un Dios que es Amor. Ese amor entre el Padre y el Hijo, se irradia y se desborda para hacernos ingresar en la comunión y participación trinitaria, asegurándonos que “El amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones, por el Espíritu Santo que se nos ha dado”.
26. San Gregorio de Nacianzo, Poemas dogmáticos, sect. I,I-II; PG 37,397-409 (trad. en: Lecturas cristianas para nuestro tiempo, Madrid, Ed. Apostolado de la Prensa, 1972, J 1).