Читать книгу La Palabra del Señor - Pedro Alurralde - Страница 27
DOMINGO 3º
Оглавление«Ese mismo día, dos de los discípulos iban a un pequeño pueblo llamado Emaús, situado a unos diez kilómetros de Jerusalén. En el camino hablaban sobre lo que había ocurrido. Mientras conversaban y discutían, el mismo Jesús se acercó y siguió caminando con ellos. Pero algo impedía que sus ojos lo reconocieran. Él les dijo: “¿Qué comentaban por el camino?”. Ellos se detuvieron, con el semblante triste, y uno de ellos, llamado Cleofás, le respondió: “¡Tú eres el único forastero en Jerusalén que ignora lo que pasó en estos días!”. “¿Qué cosa?”, les preguntó. Ellos respondieron: “Lo referente a Jesús, el Nazareno, que fue un profeta poderoso en obras y en palabras delante de Dios y de todo el pueblo, y cómo nuestros sumos sacerdotes y nuestros jefes lo entregaron para ser condenado a muerte y lo crucificaron. Nosotros esperábamos que fuera él quien librara a Israel. Pero a todo esto ya van tres días que sucedieron estas cosas. Es verdad que algunas mujeres que están con nosotros nos han desconcertado: ellas fueron de madrugada al sepulcro y al no hallar el cuerpo de Jesús, volvieron diciendo que se les habían aparecido unos ángeles, asegurándoles que él está vivo. Algunos de los nuestros fueron al sepulcro y encontraron todo como las mujeres habían dicho. Pero a él no lo vieron”.
Jesús les dijo: “¡Hombres duros de entendimiento, cómo les cuesta creer todo lo que anunciaron los profetas! ¿No era necesario que el Mesías soportara esos sufrimientos para entrar en su gloria?” Y comenzando por Moisés y continuando con todos los Profetas, les interpretó en todo las Escrituras lo que se refería a él.
Cuando llegaron cerca del pueblo adonde iban, Jesús hizo ademán de seguir adelante. Pero ellos le insistieron: “Quédate con nosotros, porque ya es tarde y el día se acaba”. Él entró y se quedó con ellos. Y estando a la mesa, tomó el pan y pronunció la bendición; luego lo partió y se lo dio. Entonces los ojos de los discípulos se abrieron y lo reconocieron, pero él había desaparecido de su vista. Y se decían: “¿No ardía acaso nuestro corazón, mientras nos hablaba en el camino y nos explicaba las Escrituras?”.
En ese mismo momento, se pusieron en camino y regresaron a Jerusalén. Allí encontraron reunidos a los Once y a los demás que estaban con ellos, y éstos les dijeron: “Es verdad ¡el Señor ha resucitado y se apareció a Simón!”. Ellos, por su parte, contaron lo que les había pasado en el camino y cómo lo habían reconocido al partir el pan» Lc 24,13-35
~ ° ~
«... Ellos preparan la mesa, presentan la comida, y Dios, a quien no le habían reconocido en la explicación de la Escritura, es descubierto en la fracción del pan. No fue escuchando los preceptos de Dios cómo ellos fueron iluminados, sino cumpliéndolos: No son justos ante Dios los que oyen la Ley, sino los cumplidores de la Ley, esos serán declarados justos (Rm 2,13). Quien quiera comprender lo que ha oído, que se apresure a poner en práctica lo que haya podido captar. El Señor no fue reconocido mientras hablaba; él se ha dignado manifestarse cuando se le ha ofrecido algo para comer. Amemos, pues, la hospitalidad, hermanos queridísimos; amemos la práctica de la caridad. De ella nos habla Pablo: Permanezca entre ustedes la fraternidad; no se olviden de la hospitalidad, pues por ella, algunos, sin saberlo, hospedaron ángeles (Hb 13,1-2). Pedro dice también: Sean hospitalarios unos con otros sin murmuración (1 P 4,9). Y la Verdad nos habla de lo mismo: Peregriné y me recibieron (Mt 25,35)... Cuantas veces hicieron eso a uno de estos mis hermanos menores, nos dirá el Señor en el día del juicio, a mí me lo hicieron (Mt 25,40)... Y, a pesar de todo, ¡somos tan perezosos frente a la gracia de la hospitalidad! Midamos, hermanos míos, la grandeza de esta virtud. Recibamos a Cristo en nuestra mesa, a fin de poder ser admitidos en su festín eterno. Demos ahora hospitalidad a Cristo, presente en el peregrino, a fin de que el día del juicio no nos ignore como extranjeros, sino que nos reciba como hermanos en su Reino»20.
LA PEDAGOGÍA DEL CAMINO
La vida del hombre es habitualmente un largo camino. El hombre es tierra que anda. Pero cuando este camino se encara con óptica de fe, se convierte entonces en peregrinación, y el cristiano en peregrino.
El camino de los peregrinos de Emaús tiene un carácter ejemplar para nosotros los creyentes. Y la presencia del Señor resulta iluminadora.
Somos una iglesia pascual que peregrina en la fraternidad, y que se nutre de tres vivencias pascuales, claramente explicitadas por el Señor resucitado a través de sus palabras y de sus gestos.
La primera está relacionada con el sacramento de la palabra hecha letra. El discípulo tendrá que ser un hombre de la Palabra, primero por escucharla y conocerla, y luego, por anunciarla. “Les interpretó en todo las Escrituras lo que se refería a él”.
La segunda vivencia pascual, está íntimamente vinculada con la Eucaristía, sacramento pascual por excelencia; en donde nos alimentamos de la palabra hecha carne. “Tomó el pan y pronunció la bendición; luego lo partió y se lo dio”.
La tercera está representada por el sacramento del hermano. “Nosotros sabemos que hemos pasado (pascua) de la muerte a la vida, porque amamos a nuestros hermanos”.
Al asumir a nuestro hermano como un sujeto amable y no como un mero objeto de consumo, estaremos experimentando también una vivencia pascual. “¿No ardía nuestro corazón mientras nos hablaba en el camino y nos explicaba las Escrituras?”.
Cuenta el Papa Gregorio el Grande (siglo VI) en su vida de san Benito, que un sacerdote fue a visitar al monje en la solitaria ermita donde vivía; y recordarle que ese día era Pascua. El hombre de Dios, mirándolo le dijo: “¡Verte a ti hermano, ha sido pascua para mí!”.
20. San Gregorio Magno, Homilías sobre los evangelios, II,3 (23); PL 76,1182-1183 (trad. en: Lecturas cristianas para nuestro tiempo, Madrid, Ed. Apostolado de la Prensa, 1972, i 4).