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DOMINGO 4º

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«En aquel tiempo dijo Jesús a los fariseos: “Les aseguro que el que no entra por la puerta en el corral de las ovejas, sino por otro lado, es un ladrón y un asaltante. El que entra por la puerta es el pastor de las ovejas. El guardián le abre y las ovejas escuchan su voz. Él llama a cada una por su nombre y las hace salir. Cuando las ha sacado a todas, va delante de ellas y las ovejas lo siguen, porque conocen su voz. Nunca seguirán a un extraño, sino que huirán de él, porque no conocen su voz”. Jesús les hizo esta comparación, pero ellos no comprendieron lo que les quería decir. Entonces Jesús prosiguió: “Les aseguro que yo soy la puerta de las ovejas. Todos aquellos que han venido antes de mí son ladrones y asaltantes, pero las ovejas no los han escuchado. Yo soy la puerta. El que entra por mí se salvará; podrá entrar y salir, y encontrará su alimento. El ladrón no viene sino para robar, matar y destruir. Pero yo he venido para que las ovejas tengan Vida, y la tengan en abundancia”» Jn 10,1-10

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«Si uno entra por mí, estará a salvo: entrará y saldrá y encontrará pasto (Jn 10,9). Entrará, en efecto, abriéndose a la fe, y saldrá al pasar de la fe a la visión, de la creencia a la contemplación, y encontrará pasto en el festín eterno. Las ovejas encontrarán su pasto, porque cualquiera que le siga con un corazón sencillo es alimentado con pastos siempre verdes. Y ¿cuál es el pasto de estas ovejas, sino los gozos íntimos de un paraíso siempre verde? Sí, el pasto de los elegidos es el rostro de Dios siempre presente. Contemplándole sin fin, el espíritu se sacia sin fin del alimento de vida...

Busquemos, hermanos queridos, este pasto para gozarnos en él con los ciudadanos del cielo. La alegría de los que se gozan en él nos invita... Arriba los corazones, hermanos, que nuestra fe se reanime en lo que ha creído, y que de lo alto se inflamen sus deseos. Amar así es ya ponerse en camino. Que ninguna adversidad nos desvíe del gozo de esta fiesta interior, porque, si alguno desea verdaderamente llegar al término que se propone, las asperezas del camino no detendrán su fervor. Que ninguna prosperidad lisonjera nos seduzca. Sería estúpido el viajero que durante el camino se detuviese en contemplar magníficos paisajes y se olvidara del término de su viaje»21.

LA VOZ DEL PASTOR

En la Palestina de los tiempos de Jesús, la figura del pastor de ovejas, tenía mucho relieve en la Escritura, y respondía a un contexto geográfico y cultural, no siempre familiar al hombre urbano. Sin embargo, su simbología y el mensaje que transmite, mantendrá siempre actualidad.

Los textos del Antiguo Testamento que hablan de Yahveh como pastor de su pueblo, alcanzan ahora su plenitud a la luz de la pascua; presentándonos a Jesús como el buen Pastor. Y también como la Puerta, por donde entran sus ovejas al recinto de la iglesia: espacio de contención y de salvación.

Jesucristo muere por amor a sus ovejas, en un último y supremo acto de libertad. Su vida, libremente entregada y recuperada, se ha convertido para nosotros, en fuente de la que mana Vida en abundancia.

Años atrás una conocida empresa fonográfica, usaba como emblema la imagen de un perro frente a un antiguo gramófono, escuchando perplejo y asombrado la voz de su dueño reproducida en el disco de pasta.

Por eso, es bueno y necesario, recalcar la diferencia existente entre: el oír y el escuchar. Podemos estar oyendo distraídamente radio y al mismo tiempo estar hablando con una persona. Pero a la Sagrada Escritura no basta con oírla, sino que hay que escucharla; es decir, interiorizarla; obedeciendo de corazón el mensaje que nos transmite, y tratando de ponerlo en práctica.

María Magdalena, reconoció la voz del maestro en la mañana de la resurrección. Era la voz del amado; la misma del Cantar de los Cantares. De igual manera, como el rebaño conoce la voz de su pastor, nosotros escuchando con fe el sacramento de su Palabra, vamos pasando cada día de la muerte del pecado a la vida de la gracia.

21. San Gregorio Magno, Homilías sobre los evangelios, I,14,5. 6; PL 76,1129-1130 (trad. en Lecturas cristianas para nuestro tiempo, Madrid, Ed. Apostolado de la Prensa, 1973, P 1).

La Palabra del Señor

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