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DOMINGO 2º

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«En aquel tiempo, Juan vio acercarse a Jesús y dijo: “Este es el cordero de Dios, que quita el pecado del mundo. A él me refería, cuando dije: ‘Después de mí viene un hombre que me precede, porque existía antes que yo’.

Yo no lo conocía, pero he venido a bautizar con agua para que él fuera manifestado a Israel”. Y Juan dio este testimonio: ‘He visto al Espíritu descender del cielo en forma de paloma y permanecer sobre él. Yo no lo conocía, pero el que me envió a bautizar con agua me dijo: “Aquel sobre el que veas descender el Espíritu y permanecer sobre él, ése es el que bautiza en el Espíritu Santo”. Yo lo he visto y doy testimonio de que él es el Hijo de Dios» Jn 1,29-34

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«(…) La figura ha pasado y se ha manifestado la verdad. En lugar de un cordero, es Dios quien ha venido: en lugar de una oveja, un hombre; y en el hombre, Cristo, que todo lo contiene. El sacrificio del cordero, el rito de la Pascua y la letra de la Ley están contenidos en Cristo, por quien todo se ha cumplido en la antigua Ley, y más todavía en la Palabra nueva...

En efecto, la salvación del Señor y la verdad estaban prefiguradas en el pueblo de Israel, y las enseñanzas del Evangelio fueron de antemano proclamadas por la Ley. El pueblo era, por tanto, un esbozo y la Ley una parábola. Pero el Evangelio es la explicación y el cumplimiento de la Ley, y la Iglesia es el receptáculo de esta realidad. La figura, por tanto, era preciosa antes de la realidad, y la parábola admirable antes de su interpretación. Dicho de otra manera, el pueblo era estupendo antes de la aparición de la Iglesia, y la Ley admirable antes de la luz del Evangelio. Pero cuando surgió la Iglesia y el Evangelio fue proclamado, la figura se esfumó y dejó su fuerza a la realidad; la Ley se cumplió y su fuerza quedó en el Evangelio...»29.

UN TESTIGO DE MIRADA PENETRANTE

Juan el Bautista fue un profeta de mirada penetrante, con un buen ojo clínico espiritual. En las seis líneas del evangelio de hoy, aparecen en el original griego cuatro verbos, que ilustran con diferentes matices, una misma actitud: la de observar.

Su intención es dejar grabados en la retina del lector, los acontecimientos que considera de gran importancia. Por eso, clavando una mirada atenta sobre Jesús; contempla al Espíritu Santo descendiendo sobre él; da fe de su unción por el Espíritu; y termina afirmando haber visto al mismo Hijo de Dios.

Pero ¿qué es lo que nos quiere transmitir el Precursor con esta escena?

Al vincular a Jesús con el símbolo del Cordero, nos recuerda que evangélicamente hablando, la única violencia permitida es la de los pacíficos. Nuestra redención se ha realizado por la no violencia, representada aquí por la figura del Cordero.

Un aspecto en cambio no suficientemente subrayado, es el del Servidor. En la lengua hablada por Jesús, el arameo, la palabra Cordero significaba también, Servidor. En este sentido, Juan el Bautista reconoce el cumplimiento en la persona de Jesús, de las célebres profecías de Isaías relacionadas con el misterioso servidor sufriente.

Desde esta coincidencia, confirmamos una vez más nuestra fe en un Jesús que se hizo Servidor hasta las últimas consecuencias, es decir, hasta inmolarse como Cordero que quita el pecado del mundo. Porque: “Dios lleva nuestras cargas, él es nuestra salvación” (Sal 68,20).

29. Melitón de Sardes, Sobre la Pascua, 2-6, 39-42. 100-103 (trad. en: Lecturas cristianas para nuestro tiempo, Madrid, Ed. Apostolado de la Prensa, 1972, F 7).

La Palabra del Señor

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