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DOMINGO 5°

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«En aquel tiempo dijo Jesús a sus discípulos: “Ustedes son la sal de la tierra. Pero si la sal pierde su sabor, ¿con qué se la volverá a salar? Ya no sirve para nada, sino para ser tirada y pisada por los hombres.

Ustedes son la sal del mundo. No se puede ocultar una ciudad situada en la cima de una montaña. Y no se enciende una lámpara para meterla debajo de un cajón, sino que se la pone sobre el candelero para que ilumine a todos los que están en la casa. Así debe brillar ante los ojos de los hombres la luz que hay en ustedes, a fin de que ellos vean sus buenas obras y glorifiquen al Padre que está en el cielo”» Mt 5,13-16

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«La lámpara colocada sobre el candelero, de que habla la Escritura, es nuestro Señor Jesucristo, verdadera luz del Padre, que ilumina a todo hombre que viene a este mundo. Tomando de nosotros nuestra carne, se ha hecho y se ha llamado “lámpara”, es decir. Sabiduría y Palabra del Padre según su naturaleza, y es proclamado en la Iglesia de Dios por la piedad y la fe. Glorificado y manifestado entre las naciones por el ejemplo de su vida y la fidelidad a los mandamientos, brilla para todos los que están en la casa, es decir, para este mundo. Es exactamente lo que dice la misma Palabra de Dios: No se enciende una lámpara para ocultarla bajo un cajón, sino para ponerla sobre el candelero y que dé luz a todos los que están dentro de casa (Mt 5,15)... Nuestro Salvador y nuestro Dios nos libra de las tinieblas de la ignorancia y del mal, y por eso en la Escritura se le llama “lámpara”. Al disipar como una lámpara la oscuridad de la ignorancia y las sombras del pecado, se ha convertido para todos en el único camino de salvación. Por el conocimiento y la virtud, conduce al Padre a los que quieren recorrer con él, como un camino de justicia, la senda de los mandamientos divinos.

El candelero es la santa Iglesia. En su predicación reposa la Palabra luminosa de Dios, que ilumina a los hombres del mundo entero como a los moradores de su casa, y llena todos los espíritus del conocimiento de Dios...»32.

UNA CUESTIÓN DE BUEN GUSTO

Cuando en España se refieren a una persona diciendo de ella que es “muy salada”, están hablando de su chispa, de su buen humor y de su simpatía. Como la sal en las comidas, el “salado” contribuye también a darle buen gusto a la vida.

En el plano de la fe sucede otro tanto. El hombre sabio en la Biblia, saborea las cosas de Dios y las comparte con los hombres. Sin embargo, uno puede sentirse a dis-gusto, en ambientes en donde la fe ha perdido su sabor. Es que se la ha recibido de forma pasiva: más por tradición que por convicción; y solamente sobrevive convertida en rutina.

También puede ocurrir que el mensaje cristiano resulte soso y carente de esa “chispa” del Espíritu. Se ha dejado seducir, y se ha diluido un mundo materialista e indiferente, que embota el corazón y le impide paladear los valores espirituales.

La medicina en la antigüedad, llegó a la conclusión de que para el hombre “nada es más útil que la sal y el sol”: “nihil esse utilius sale et sole” (Plinio el Anciano). Y esta máxima, no ha perdido actualidad.

Cristo, el sol invicto, ilumina y da sentido a la humanidad. Nosotros, tenemos que irradiar esa luz con nuestra vida; aunque más no sea que como una débil lucecita.

En la noche, la pequeña luz de una colilla de cigarrillo o de la humilde lámpara de un rancho, puede servir en el lejano horizonte, como punto de referencia; señalando rumbos a los peregrinos de la fe.

“A ustedes, padres y padrinos, se les confía la misión de acrecentar esta luz, para que el niño, iluminado por Cristo, viva siempre como hijo de la luz” (Ritual del Bautismo).

32. San Máximo Confesor, Quaestiones ad Thalassium, 63; PG 90,667. 670 (trad. en: Lecturas cristianas para nuestro tiempo, Madrid, Ed. Apostolado de la Prensa, 1972, i 7).

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