Читать книгу Cartas a Thyrsá. La isla - Ricardo Reina Martel - Страница 27
El Both y la noche de los muertos
ОглавлениеSe había echado la noche encima, cuando madre Latia sacó una pequeña lamparilla de barro que nunca habían visto con anterioridad. Frotándola con un paño la hizo prender, una pequeña llama azulada se asomó del cuello de la lucerna y madre Latia le habló mimosamente, como si esta entendiese cuanto decía. Se sentaron los cuatro alrededor de la mesa, la lumbre se hallaba encendida. Era una noche de perros y aunque en el interior de la casa se mantuviese una agradable temperatura, la inquietud prevalecía entre los mayores. Thyrsá e Ixhian se miraban de vez en cuando preocupados, extrañados de que el abuelo tartamudeara nervioso, durante la cena.
Ya entrada la madrugada, el abuelo les contó sobre la importancia que se le daba en el Powa al ciclo de los Nocturnos, como se denominaba la festividad dedicada al tránsito que une la vida con la muerte. Nuestros jóvenes le oían abstraídos, dejándose llevar por sus palabras, pues nunca antes habían presenciado tanto protocolo en el abuelo. Aunque puede que también ayudasen a ello, los reflejos del fuego sobre su rostro, lo que le configuraba de un aspecto sobrehumano y extraordinario. En un momento de la narración, Latia levantó la mirada, dirigiéndola hacia la ventana y el abuelo se percató de que algo extraño sucedía. Situándose rápidamente en pie, avanzó hasta el cristal, intentando observar que ocurría tras él. Seguidamente hizo señas de que apagasen las luces e incluso madre, se apresuró en amortiguar la luz que surgía de la chimenea, anteponiéndole una tela negra. Tan solo quedó la llamita azul que ganó presencia en la sala conforme se sumieron en la oscuridad.
—Ha cruzado una sombra —manifestó madre mirando hacia el exterior, mientras Mó pegaba su cuerpo asustado al de Ixhian.
—¿Estás segura? —madre Latia no le respondió, limitándose a decir:
—No preocuparos, ella nos hará invisibles. —Haciendo referencia a la llama que surgía de la pequeña lámpara.
Y en eso que volvieron la mirada atónita y estupefacta hacia la ventana, Thyrsá no pudo impedir abalanzarse aterrorizada sobre Ixhian, mientras Latia se volvió hacia ellos enfadada, llevándose el dedo índice a sus labios y haciéndoles señas para que guardasen silencio. El cristal se había empañado por el frío, sobre el vidrio se traslucían figuras tortuosas y retorcidas, que se estampaban de forma confusa desde el exterior.
—Agacharos y ocultaros —dijo Latia balbuceando.
—Los muertos nos buscan —agregó escuetamente el abuelo, a la vez que se le escapó un grito a Thyrsá.
El abuelo avanzó deslizándose a ras del suelo y muy lentamente corrió el visillo que apenas ocultaba el cristal de la ventana. Luego ya en pie, atrancó la puerta de entrada con un enorme tronco. Latia mandó subir a los jóvenes hasta el desván, donde arropados y temerosos pasaron la noche sin poder pegar ojo.
Nunca supieron que sucedió en el piso de abajo, ni yo soy nadie para relatarlo. Pero cuando las primeras luces del día, penetraron a través del tragaluz del tejado, supieron que lo peor ya había pasado. Con cuidado descendieron por la estrecha escalera de mano, el abuelo y Latia mantenían abierta de par en par la puerta de entrada, ambos presenciaban la salida del sol.
—Preparaos niños, iniciamos la partida. Aquí ya no queda nada más por hacer —los recibió gritando Latia.
[17] Segunda luna del otoño y penúltima del año.
[18] El Bosque Powa en el sur de la isla, albera dos grandes comunidades; El País de la Roca para los hombres y Casalún para las mujeres.
[19] Los Nocturnos del Aíte Mor o el Both, la semana de los muertos.