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La voz de Bhima

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—Si hablas dentro del pozo tu voz se escuchará en Casalún—. De un salto se volvió asustado, ante la inesperada voz que sonaba tras de él.

—¿Quién diantres eres? Menudo susto me has dado.

—En este lugar no tienes enemigos… aquí somos todos amigos, no te alteres hijo. Soy Bhima, padre de Thyrsá, creo que aún no hemos sido presentados. —Dispuso de su mano derecha abierta sobre el pecho, en señal de presentación y seguida de una ligera inclinación corporal.

—No me habló bien de ti —respondió Ixhian instantáneamente y sin percatarse de lo inadecuado de su respuesta.

—Vaya, pareces bastante espontáneo y sincero a su vez, cualidad o defecto según se mire; cuida de tus palabras como si fuesen un tesoro, hijo. Aunque de seguir así, te aseguro que te proporcionarán algunos dolores de cabeza.

—Disculpa no pretendía importunarte, me salió así, sin pensarlo… —Levantando la mano, le interrumpió el caballero.

—No importa hijo, la franqueza es un lujo en estos tiempos. Además nunca fui un buen padre, por lo tanto bien ciertas deben ser las palabras de mi hija. Aun así, y proviniendo de Thyrsá, no dejo de reconocer que sus palabras suponen una espina que se clava muy dentro de uno.

Paseaba envuelto por una suntuosa capa amarillenta de dorados bordados, bajo la que se dejaba entrever una túnica de raso blanca que resplandecía en la noche. Hombre de baja estatura y algo chaposo, vencido por el paso de la edad. De barba llamativa, tan abierta como si fuese un cepillo, gruesos labios y entrecejo abundante.

—¿Decías que si hablo en la boca del pozo mis palabras se oyen en Casalún?

—Sí, pero tú no puedes hablar, ni tampoco oír. Su sonido pertenece a un código que solo lo pueden interpretar ciertos caballeros llamados Adentores, una especie de versados en la materia. —Frunció Ixhian el entrecejo, contrariado.

—¿Podría algunos de esos caballeros servirme de intérprete?

—El pozo solo se usa en caso de necesidad y no está para chismorreos. Déjala ir Ixhian, ella debe de convertirse en lo que es. No te preocupes demasiado por Thyrsá, te puedo asegurar que tras su delicada piel blanquecina se guarda un volcán. Ahora necesitas espacio para ti, y este es el lugar más adecuado para dicho menester. Volverás a verla, no te preocupes por ello; que la avidez amorosa encuentra siempre su cauce. Fíjate en el Ánima —dijo señalando el torrente de agua—, tan impetuoso y bravo parece en sus primeros impulsos… y quién diría que es el mismo río que atraviesa el prado, colmado de calma y sosiego. No juzgues a quienes no tuvimos elección para ser ni disponer. La mayoría de las veces reprochamos actitudes y conductas ajenas, desconociendo la causa que las originó; otorga una oportunidad a los demás y la misma se te brindará a ti.

—Se dice que estuvisteis en la batalla de playa Arenas, que pusisteis vuestra voz y que con vuestro canto inspirasteis y llevasteis a la victoria al ejército comandador.

—Se dicen muchas cosas Ixhian. Pero lo cierto es que en esa batalla canté más con la espada que con la voz y… ¿quién fue el necio que te habló de victoria?

—Pero eso que cuentan, es imposible que pueda ser cierto Bhima, han pasado casi cuatrocientos años desde el fin de la guerra.

Comenzaba a descender la bruma sobre el poblado, hacía un frío terrible así que Ixhian se arropó lo más que pudo, por nada del mundo deseaba dar por concluida la conversación.

—Te lo vuelvo a repetir Ixhian, se juzga demasiado a la ligera… el tiempo, el concepto del tiempo. Veo que el abuelo aun no te habló del péndulo de la Clepsidra[22] , dejémoslo pasar, no soy tu instructor y no está la noche para prolongarla en demasía, podríamos coger frío.

—Entiendo aún poco de cuanto me rodea, ya se lo comenté a Noru. Aunque reconozco que no he parado de recibir consejos y cierta cordura desde que salí de la Sidonia; presiento que aun así, estoy muy lejos de comprender el mundo en que resido.

—Nunca lo conocerás Ixhian, te lo puedo asegurar. No existe nada cierto bajo el sol y mucho menos en la oscuridad de la noche.

—Es hermosa tu hija —cambió de conversación el joven bruscamente, originándose un prolongado silencio entre ambos.

—Duele —dijo Bhima mirando abstraído hacia la montaña.

—Tu huida, no se debe solo a ella ¿verdad? —Quedó en silencio, eludiendo contestar y manteniendo la mirada, absorta en un cielo que comenzaba a tronar.

—Comprendo por qué te han elegido. Sin duda eres un joven moldeado en otra materia. Vamos, resguardémonos que vienen tormentas y pronto comenzará a llover.

—¿Lo sabrá algún día? ¿Le contarás a ella toda la verdad? —continuó Ixhian instigándole, mientras se retiraban en busca de refugio.

—Son cosas que sucedieron y créeme que es mejor no remover nada; sacudir el pasado supone el resucitar hechos y personas que ya no habitan entre nosotros. Y por lo tanto, supone el enfrentarse a situaciones que uno ya no tiene posibilidad de enmendar. Ojala pudiera volver…

—Siempre huyes y te escondes, de seguro te fuiste abandonando todo cuanto querías. —El viento arreciaba con fuerza y la lluvia comenzaba a barrer la aldea.

—¿De dónde sacas eso?

—Estas a punto de perder a tu hija y ella te echa demasiado en falta, te lo puedo asegurar.

—¡Basta! ¡Por todos los dioses! Detente por favor, el aprendizaje es ahora para ti; tú eres el que debes comenzar ahora. Nosotros tan solo esperamos una conclusión de todo esto.

—Lo leo en tus ojos, algún día tendrás que enfrentarte a tu carga, como yo a la mía.

—¿Me hablas de Thyrsá?

—No, hablo de otra persona, ella aún sigue aquí; te hablo de algo que debió sucederte, no estás en paz.

—No pude hacer nada por evitar la catástrofe, aún pasados tantos años, me pregunto realmente qué sucedió y Thyrsá se parece tanto a ella…

—¿Por eso huyes de Thyrsá, por eso te das a la bebida? Escapas de cuantos rodean tu mundo y de todo cuanto te hace recordar el pasado. ¿No es cierto?

—Huyo por no poder entender. Tú no sabes el peso que supone vivir sin respuestas. Ya te lo dije antes, vivir con el desconocimiento también mata, lo puedo atestiguar… no se lo cuentes, no le hables de esta conversación a ella. Aún no está preparada ¡Júramelo! —Sobresaltado y fuera de sí se aferraba con fuerza a la camisa de Ixhian, mientras vociferaba con rabia ¡Aún no ha llegado su momento!

—No será necesario, lo descubrirá por si sola —le contestó con determinación nuestro joven.

Y dándose media vuelta se dirigió al interior de su aposento, comenzaba a diluviar y ahora sí que necesitaba de un lugar de reposo y calma. El Gris no estaba, por lo que se hallaba solo en la cabaña, multitud de pesadillas le asaltaron esa noche sin conseguir reposar, pues un conocido desasosiego le trasladó a los primeros tiempos de la Sidonia.

Ya en la cena, compartió mesa con los jóvenes que tocaban música en la noche anterior, necesitaba de una retirada y algo de esparcimiento. El abuelo le observaba desde una mesa contigua, sus ojos de búho reflejaban perturbación y desasosiego. En eso irrumpió en el comedor un señor vestido de oficial comandador. Alto y pelirrojo, de aspecto fornido y cubierto por un voluminoso abrigo de piel. Portaba una frondosa y descuidada barba, su descuidado cabello rojizo le sobresalía rebelde, cayéndole sobre los hombros.

—¡Marcelo! —gritó Dewa haciendo multitud de ademanes, para que tomase asiento a su lado. Sin embargo al instante de entrar el militar, se levantó el comedor a recibirlo.

Apresuradamente, el capitán se dirigió hacia la mesa en donde se sentaban los tres magos, saludando a Noru en primer lugar.

—Toma asiento Marcelo, sé bienvenido una vez más a nuestra casa y la tuya, comparte con nosotros estos alimentos, regalos del bosque —dijo Noru, mientras el visitante se mantenía en pie.

—¿Es él? —dijo dirigiéndose a Ixhian.

—Todo tuyo, acabadito de cazar como quien dice —le contestó el Gris pícaramente.

—Haré de él un hombre y un buen combatiente, no dudéis de ello.

—Mide tus palabras antes de pronunciarlas Marcelo, el enemigo se haya acechando y no sabemos desde donde —dijo el abuelo, invitándolo a compartir una mesa apartada y silenciando así sus palabras.

—No debéis preocuparos, Miyard. Las costas están bien guardadas por mis tropas y no hay señal alguna de nuevas invasiones, en la Ensenada reina la calma.

—No viene de afuera cuanto nos preocupa —contestó Dewa, mientras Marcelo le lanzó una mirada cargada de interrogaciones.

—¡Esa boca! ¡Este hombre me mata! —le reprochaba enfadado el abuelo.

Terminada la cena se retiraron los cinco a conversar en un pabellón contiguo. Por lo que aprovechó nuestro joven para salir a pasear, la noche se presentaba fresca y por primera vez desde hacía mucho tiempo, echaba de menos su vieja caverna.

Se hallaba tremendamente desolado, un nudo le oprimía la garganta y tenía ganas de llorar. Bajo una suave llovizna intentó apartarse de todos y alejarse de la aldea.

No conseguía avanzar, la lluvia y la niebla se habían aliado en su contra, así que se detuvo bajo un arco de piedra que daba paso a un sendero llamado Ascensión, el cual llegaba hasta el Ánima y a lo más profundo de la selva. Un pequeño santuario se hallaba justo en el cruce del camino y aunque anteriormente nunca hubiese rezado, esa noche sí lo hizo. Rezó por Thyrsá y madre Latia, dándoles gracias por todo cuanto habían hecho por él. Hundido y profundamente deprimido, imploró que lo llevasen lejos de allí, de vuelta a casa y al plácido hogar en el altozano. Repentinamente se percató que bajo el arco de Ascensión, unos hombres de piel oscura lo contemplaban bajo la lluvia; eran los panteras. La tribu del Ánima lo protegía, y dándose media vuelta echó a correr en dirección de su aposento. Estaba claro que el control de su vida se le escapaba de las manos.

[22] El Péndulo de la Clepsidra, es un concepto del tiempo.

Cartas a Thyrsá. La isla

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