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Capítulo 13
ОглавлениеJess estuvo nerviosa toda la cena. Y no es que se quedaran sin conversación ni un minuto, no. Además, Will se comportó como un perfecto caballero y ni siquiera intentó agarrarle la mano por encima de la mesa adornada con velas.
Aun así, el grado de intimidad que se había creado entre los dos parecía haber subido un nivel… y al mismo tiempo no. Era confuso.
–Estás dándole demasiadas vueltas a esto, ¿verdad? –dijo mirándola divertido.
Jess suspiró. Debería haber sabido que él podría leerle la mente.
–¿No crees que es algo raro estar aquí así?
–¿Así cómo? ¿Dos viejos amigos cenando juntos?
–Pero no somos solo dos viejos amigos cenando, ¿verdad? Somos dos personas que han introducido la posibilidad de mantener sexo en su relación.
–Tal vez antes me he equivocado –murmuró.
–¿En qué te has equivocado?
–En lo de no tener sexo directamente. Parece ser lo único que tienes en la cabeza, como si tuvieras que quitarte ese peso de encima para poder relajarte.
–Por favor, no intentes decirme que tú no estás pensando en ello.
–Estoy satisfecho con vivir el momento –insistió.
No lo creyó ni por un minuto. Los hombres siempre estaban pensando en el sexo. ¿No era la fuerza que empujaba sus vidas?
–Lo siento, pero no me lo creo.
–¿Por qué no?
Le contó su teoría y Will se rio.
–¿No tienes muy buena opinión de los hombres, verdad?
Ella se encogió de hombros.
–Bueno, mi experiencia es algo limitada.
Will la miró sorprendido.
–¿Cómo de limitada?
Jess, al ver su cara de asombro, se puso a la defensiva.
–Bueno, no soy virgen, si eso es lo que estás pensando. No es que sea asunto tuyo, pero Kevin y Connor no siempre llegaron a tiempo a Moonlight Cove para rescatarme de mi actitud temeraria.
–Me alegra saberlo, pero para que tú lo sepas, de verdad no quiero conocer los detalles.
–¡Como si los fuera a compartir contigo! –dijo y suspiró–. Pero lo que de verdad intento explicar es que no estoy muy experimentada en el tema de las relaciones. Seguro que eso ya te lo habías imaginado hace mucho tiempo. ¿Cuándo he salido con alguien durante más de unas semanas o un par de meses? Tendrá que ver con mi problema.
–Ya estás otra vez culpando a tu déficit de atención por algo que tiene una explicación mucho más sencilla y que es que esos hombres no eran los adecuados para ti y que tú fuiste lo suficientemente sensata de descubrirlo pronto.
–De acuerdo, eso ya lo has dicho antes, pero ¿por qué estás tan seguro de ello? A lo mejor es que soy una persona muy voluble.
–¿Cuánto tiempo hace que eres amiga de Laila y de Connie?
–Son más mayores, así que nos hemos hecho amigas hace poco, pero las conozco de toda la vida.
–Pues esas podrían describirse como relaciones a largo plazo, en cierto sentido.
–Supongo.
–Y has estado trabajando con Gail desde que abriste el hotel, ¿verdad?
–Claro. ¿Qué tiene eso que ver?
–Que pareces ser buena manteniendo relaciones.
–Vamos, Will. No es lo mismo –protestó.
–Las mismas cualidades necesarias para mantener una amistad saludable o una relación fuerte entre empleada y jefa son las que se necesitan para tener una relación larga con un hombre.
Jess no lo creía del todo, pero él era el experto en dinámicas humanas.
–¿En serio?
–En serio. Todas esas relaciones implican lealtad, perdón, generosidad y, de vez en cuando, un poco de esfuerzo y trabajo.
Jess vio lo que estaba intentando decir.
–Pero Laila y Connie saben lo del déficit de atención, así que son muy tolerantes cuando fallo en algo. Y lo mismo pasa con Gail.
–¿Y no imaginas que alguien que te quiera haría lo mismo?
–Supongo que nunca lo había visto así –admitió.
–Pues volvamos a hablar de nosotros. ¿Te da miedo que nos metamos en la cama o que tengamos una relación? Porque llevo esperándote mucho tiempo, Jess, así que podemos ir al ritmo que te haga sentir más cómoda –la miró fijamente–. ¿O ya estás intentando poner obstáculos?
¿Era eso lo que estaba haciendo? Era posible. Había ido a la consulta de Will esa noche porque no había podido convencerse de mantenerse alejada. Había querido algo de él cuando había cruzado esa puerta… ¿tal vez sexo sin complicaciones? ¿O ya había sabido que nada sobre su relación con Will estaría carente de complicaciones? ¡Había tantos sentimientos sin explorar entre ellos! El hecho de que él estuviera allí sentado pacientemente mientras ella discutía sobre sí misma resultaba irritante, pero así era Will. Estaba claro que había construido su carrera a base de tener paciencia con sus pacientes.
–No lo sé –admitió finalmente–. Esto es mucho más complicado de lo que creía que sería. ¿Tú sabías que sería tan difícil?
Él sonrió.
–Lo sabía. Eres una mujer complicada, en ese aspecto no me he llevado ninguna sorpresa.
–Entonces, ¿por qué te molestas conmigo? –cuando Will se rio, lo miró muy seria–: No, lo digo en serio. De verdad quiero saberlo.
–Porque nunca he conocido a otra mujer que me haya desafiado como lo haces tú, que eres sexy y vulnerable y mucho más fuerte de lo que piensas. Supongo que una parte de mí quiere ser el hombre que está ahí cuando por fin te veas como la asombrosa mujer en la que te has convertido.
Los ojos de Jess se llenaron de lágrimas ante sus dulces palabras y la sinceridad oculta tras ellas.
–¿Así es como me ves? ¿Como una mujer asombrosa?
–Por supuesto.
–¿Por qué? Tienes que ser consciente de todos mis defectos.
¿Tengo que hacerte una lista?
–¿Estás pensando que puedes asustarme si lo haces?
–Tal vez.
–¿Cuánto tiempo hace que nos conocemos, Jess?
–De toda la vida, prácticamente.
–¿Crees que hay mucho sobre ti que yo no sepa? Te he visto en todas las circunstancias imaginables y lo que no he visto, ya me lo han contado otros.
Ella quería creer que había visto sus peores defectos, que había comprendido sus errores más desastrosos, y que le había gustado de todos modos, pero ¿cómo era posible?
–Tal vez solo estás diciendo eso para poder llevarme a la cama –le acusó–. Algunos hombres lo hacen o dicen lo que haga falta para lograrlo.
Él se mostró algo dolido por el comentario.
–Yo no soy como la mayoría de los hombres. Además, tal vez solo veo tus fallos como una parte importante de quien eres –cuando ella se quedó en silencio, él suspiró y continuó–: De verdad desearía que pudieras verte a través de mis ojos. Ojalá supiera cómo hacerlo posible porque hasta que no lo hagas, siempre dudarás que eres una persona digna de amar.
Jess no podía negar lo que él estaba diciendo. Se había pasado toda la vida, desde que su madre los había abandonado, centrada en lo que tenía de malo, en lo problemática que resultaba. Fue un patrón que estableció a la tierna edad de los siete años y que se reforzó con los años.
No es que creyera que nadie pudiera amarla, porque estaba claro que sus padres y sus hermanos la querían, pero era un amor que siempre había visto vinculado a una alta dosis de tolerancia e incluso a un sentido de la obligación familiar. Si alguna vez tenía una relación seria con un hombre, querría más. Querría afecto sentido de verdad. Nada bueno saldría de una relación en la que sintiera una constante necesidad de estar poniendo a prueba el amor de ese hombre.
Will la miraba como si supiera exactamente en qué estaba pensando.
–¿Y bien? ¿Vas a salir corriendo antes de que hayamos empezado o vas a darnos la oportunidad que nos merecemos? Lo único que tienes que hacer es tener fe y dar el salto.
–Sería más fácil saltar por encima del monumento a Washington de un solo bote.
–Vamos. Tienes lo que hace falta, Jess. Lo creo, aunque tú no. Confía en mí solo por esta vez.
–Confío en ti –dijo sabiendo que eso sí que era verdad.
–Entonces, ¿volverás a salir conmigo? Iremos muy despacio, si hace falta. Almuerzo, una película… sin presiones.
–¿Puedo ir con carabina? –preguntó un poco en broma.
Él sonrió.
–Si tienes que hacerlo, sí. Pero, por favor, que no sea uno de tus hermanos. No creo que pudiera soportar la humillación.
Ella se rio y, de pronto, se sintió mil veces más relajada.
–Yo tampoco podría. Supongo que lo de las carabinas lo haremos de manera improvisada.
–¿Qué te parece si me paso por el hotel mañana por la tarde? Podemos ir a tomar un helado o un café o algo. ¿No será tan aterrador tomar un helado de chocolate o un capuchino conmigo, verdad?
–No, a menos que intentes llevarme a tomarlos a una cafetería de París.
–¿Es eso lo que quieres, Jess? –le preguntó a pesar de que ella había bromeado–. ¿Que te lleve a algún lugar romántico?
–¿No es eso lo que toda mujer desea en secreto? ¿Que la hagan sentirse como si estuviera caminando por las nubes?
Él asintió pensativo.
–Una buena lección. Tendré que tenerlo en mente.
«Sí, claro», pensó Jess. Ningún hombre sería menos dado a cometer un gesto tan extravagante. Aunque no tenía ni idea de cuánto ganaba con su consulta o con Almuerzo junto a la bahía, Will siempre había vivido de manera sencilla en un pequeño apartamento decorado con muebles y adornos usados. Su coche tenía, al menos, diez años de antigüedad, su ropa de trabajo, aunque cara y con estilo, no ocupaba probablemente ni la mitad del armario, y en sus días libres estaba segura de que seguía llevando los vaqueros desteñidos que tenía desde la adolescencia.
–Debería volver al hotel –dijo a pesar de no querer que la noche terminara.
–Te llevo.
–No pasa nada, he traído mi coche. Está aparcado junto a tu consulta.
–Entonces te acompaño hasta allí –dijo dejando dinero sobre la mesa y levantándose para apartarle la silla.
Fuera, le dio la mano. Durante un instante, Jess estaba tan asombrada que casi se apartó, pero entonces se dio cuenta de que le gustaba sentir sus dedos alrededor de los suyos. ¿Cómo había podido olvidar lo dulce y sexy que podía ser un gesto así?, pensó invadida por las nuevas sensaciones que estaba sintiendo al lado de ese hombre.
Una vez en el coche, abrió la puerta, esperó a que ella se sentara tras el volante y se agachó para darle un casto beso en la frente.
–Conduce con cuidado.
Jess lo miró a los ojos y en ellos vio el inconfundible deseo de un hombre que quería mucho más que un beso de buenas noches.
–¿Quieres seguir hasta el hotel?
–Más de lo que puedas imaginarte, pero no esta noche. No estás preparada.
–Creo que lo estoy.
–No lo suficiente. Tienes que estar segura –dijo guiñándole un ojo–. Y lo estarás.
–Eres muy arrogante –murmuró.
–Estoy seguro de mí mismo. He sido paciente mucho tiempo, así que no me hará ningún daño adquirir un poco más de experiencia con esa virtud.
–¿Es esta una de esas lecciones de vida que impartís los psicólogos?
–Sí –dijo y sonrió–. O podría ser solo una revancha. Nos vemos mañana por la tarde y podremos discutirlo más detenidamente.
Se apartó, cerró la puerta con cuidado y esperó a que arrancara el coche y se alejara. Jess miró por el espejo retrovisor y vio a Will de pie en mitad de la calle, mirándola. Le gustó creer que él estaba lamentando esa actitud tan noble de no haber vuelto con ella al hotel.
Cuando Jess bajó de su suite en el hotel el sábado por la mañana, Abby y Bree estaban esperándola en el vestíbulo.
–Desayuno en el comedor –dijo Abby enganchándola de un brazo. Bree iba tras ellas con gesto divertido.
–¿De qué va esto? –preguntó Jess–. Sé que últimamente no he causado ningún problema por aquí. Ese contable que contrataste me llama la atención incluso cuando olvido darle el recibo de compra del boli que los clientes usan para registrarse.
–Bien por él. Para eso le pagan –dijo Abby.
–No has hecho nada malo. Aparte de, tal vez, haber perdido la cabeza.
–¿De qué estás hablando?
–De ti y de Will –apuntó Abby–. Primero, el beso del que tanto se ha hablado, y después me entero de que vais a cenar los dos en una agradable esquinita del Brady’s hasta que llegue la hora de cerrar. ¿Cómo es posible que nos hayamos enterado por otros? ¿No deberías habernos llamado para confiarnos tu ardiente cita?
–La cena, que surgió en el último momento, no es de vuestra incumbencia.
–Somos tus hermanas –contestó Bree–. Deberías contarnos estas cosas.
–¿Es que tenéis alguna pega a que salga con Will?
A Abby se le iluminaron los ojos.
–¿Entonces estáis saliendo? ¿No fue algo repentino e improvisado?
–Lo de anoche fue algo repentino e improvisado, pero por norma general ese no es el estilo de Will. Podría ser un problema.
–No lo dirás en serio –protestó Abby–. Will es exactamente la clase de hombre que necesitas. Es tranquilo y de fiar –alzó una mano antes de que Jess pudiera responder–. Lo cual no significa que sea aburrido, si eso era lo que ibas a decir.
Jess pensó en su cena, que había sido de todo menos aburrida. Es más, había habido chispas, pero, por desgracia, la noche había terminado con ese casto beso en la frente y había resultado de lo más frustrante.
–¿Pero te gusta de verdad? –le preguntó Bree–. Para serte sincera, cuando Jake se enteró de esto, no se puso muy contento. Cree que le romperás el corazón a Will.
–No voy a romperle el corazón a Will –respondió poniéndose a la defensiva–. Al menos, no a propósito. ¡Pero si solo hemos tenido una semi cita y podría decirse que no ha sido oficial! Y no cuenta como una cita porque me presenté en su consulta a la hora de cenar y seguro que me dijo que saliéramos porque le parecía lo más correcto –esa era su historia y pretendía ceñirse a ella. Era mucho menos complicado que la verdad–. De todos modos, ¿por qué cree Jake que esto es asunto suyo? Dile de mi parte que su opinión no cuenta.
–Él no estará de acuerdo –dijo Bree–. Will y él son íntimos amigos. Y no estaba diciendo nada que Connor o Kevin no hubieran dicho cuando se enteraron, aunque al parecer, Connor ya lo veía venir desde hacía tiempo y Kevin había empezado a sospechar que pasaba algo cuando ayudó en el hotel la semana pasada.
–¿Es que todos tenéis una clase de reunión familiar en mitad de la noche y se os olvida decírmelo? –preguntó irritada. Había sido el objetivo de más de una intervención familiar en su vida y no le gustaba.
–Estamos hablando de los O’Brien –le recordó Abby–. Ya sabes que en esta familia las noticias vuelan y llevan semanas bullendo. Ahora ya han llegado a su punto máximo.
–Esta cena fue anoche y ni siquiera son las nueve de la mañana –dijo exasperada y mirando a su hermana mayor–. Y, por cierto, ¿por qué estáis agobiándome con esto? Creía que estabais de acuerdo.
–Y lo estoy, siempre que actúes con cautela. Por lo que oí anoche, las cosas parecen estar yendo muy deprisa. Esa podría haber sido la fuente.
–¿Qué fuente? ¿Cómo se ha corrido la voz?
–Había imágenes incluidas en los mensajes de texto –explicó Abby sonriendo.
Jess la miró con incredulidad.
–¿Quién nos vio, el FBI?
Abby se rio.
–Papá. Mamá y él estaban cenando en Brady’s cuando llegasteis. Se quedaron un rato para ver qué pasaba y después nos pusieron a todos en alerta. Ya conoces a papá; se enorgullece de estar a la última en lo que respecta a los cotilleos de la familia. Si es el primero en descubrir algo, lo considera un triunfo de padre de lo más importante, y por supuesto, le encanta compartir lo que descubre.
–¡Oh, Dios! Eso significa que se van a presentar aquí…
–Y ya mismo –dijo Bree animadamente mientras Mick y Mega cruzaban el comedor y sacaban unas sillas para sentarse con ellas.
–¿Alguna novedad? –preguntó Mick.
Jess se levantó y los miró a todos enfadada.
–Ni una sola cosa, excepto que oficialmente renuncio a ser una O’Brien.
Su madre se rio.
–No creo que puedas hacer eso, cielo. Yo lo intenté y mírame ahora –le dio la mano a su marido.
–Todo el mundo tendría suerte de ser un O’Brien. Nos preocupamos los unos de los otros.
–Nos enfadamos los unos con los otros. Me voy a trabajar.
Le diré a la camarera que os ponga el desayuno a mi cuenta. Divertíos diseccionando mi vida y contadme qué habéis concluido.
Salió del comedor, fue directa a su despacho y llamó a Will.
–Prepárate. Al parecer, somos la última noticia.
–¡Me lo temía! –dijo resignado–. Acabo de ver a Jake y Mack en Sally’s y estoy seguro de que han olvidado que soy yo el acreditado para dar consejos.
–¿Quieres considerar la idea de mudarte a Háwai?
–¡Qué va! Me gusta estar aquí. Es más, acaba de empezar a ponerse interesante.
Jess se rio y fue relajándose.
–Sí, sin duda.
¡Y pensar que era Will el que había hecho que fuera así!
–Jess, supongo –dijo Jake cuando Will colgó.
Will se limitó a mirarlo y a no decir nada. Se había quedado sorprendido cuando habían llamado y habían insistido en que se vieran para desayunar, pero una vez que había llegado a Sally’s había adivinado lo que pretendían. Tal vez sus amigos iban con buena intención, pero él estaba decidido a no animarlos.
–Claro que era Jess. Seguro que la están interrogando en el hotel, pero su familia tiene mucha más experiencia en esto que nosotros. Seguro que ellos sí que están obteniendo respuestas.
Will se rio.
–Lo cual sería un buen indicador de que ya es hora de que vosotros vayáis dejándolo.
Jake sacudió la cabeza.
–Vamos, hombre. ¿Jess y tú? No puedes hablar en serio.
Sé que llevas siglos colado por ella, pero creía que solo la añorarías en la distancia y que saldrías con alguien más apropiado.
–Jess no tiene nada de inapropiado –respondió indignado.
–No ha tenido un novio formal en todos los años que la conozco –le recordó Jake–. Tú eres Mister Formalidad.
La expresión de Will ensombreció de inmediato.
–Ella dijo lo mismo. Al parecer, tampoco se le ocurrió que, tal vez, había estado eligiendo a los hombres equivocados.
–¿Y tú vas a triunfar donde otros han fracasado?
–Creo que sí. Ahora, tal vez deberíais dejar el tema antes de que me enfade. Eres parte de la familia O’Brien, Jake. Y Mack, tú acabarás siéndolo cualquier día de estos si Susie y tú alguna vez empezáis a ser sinceros el uno con el otro. Deberías estar del lado de Jess, no hundiéndola.
Jake parecía ofendido.
–No estoy hundiéndola, solo estoy siendo realista. Esa mujer tiene algunos problemas.
–Si estás refiriéndote al síndrome de déficit de atención, no es una enfermedad contagiosa, Jake. Empecemos a mostrar un poco de sensatez en todo esto.
–Lo siento. No pretendía ser así. Me cae bien Jess, me preocupo por ella. Tú eres un tipo serio y formal, de los que solo están con una mujer. Jess… bueno… siempre ha tendido a… jugar.
–¿Como Mack? Si él puede cambiar, y los dos sabemos que ha cambiado, ¿por qué no puede cambiar Jess?
Jake sacudió la cabeza, preocupado.
–No lo entiendo.
–Bueno, por suerte, no eres tú el que tiene que entenderlo. Nadie entiende la situación mejor que yo.
Mack suspiró.
–Está diciéndonos que no nos metamos y tal vez deberíamos escucharlo.
Will le sonrió.
–Exacto. Gracias. Ahora necesito trabajar un poco antes de ir a recoger a Jess para nuestra cita de esta tarde.
–Entonces, ¿no vas a echarte atrás? –le preguntó Jake.
–No.
–De acuerdo. Bueno, tengo que irme a hacer un trabajo de paisajismo. Mack, ¿qué haces tú hoy?
–Susie quiere que vayamos a ver unas tiendas. Dice que nunca es demasiado pronto para hacer las compras de Navidad.
Will se rio.
–De eso nunca ha habido duda, pero llevar a Susie de compras es una clara señal de que estás cayendo, amigo mío. Venga, déjate de tonterías y pídele que se case contigo.
–Ni siquiera hemos tenido una cita. No le pides que se case contigo a una mujer con la que no has salido nunca. Se reiría de mí.
–¿Cuánto tiempo vas a seguir intentando hacerte creer esa historia? Porque ninguno nos la creemos y estoy seguro de que Susie tampoco. Si no haces algo, uno de estos días va a encontrar a un hombre que salga con ella oficialmente, se case con ella y tenga hijos con ella. ¿Es eso lo que quieres?
Mack pareció enfermar ante esas palabras.
–Claro que no, pero…
–No hay más excusas –dijo Will bruscamente–. No la pierdas. Te dolerá intentarlo y perder, pero si no lo intentas nunca y pierdes de todos modos, lo lamentarás el resto de tu vida.
–¿Por eso, por fin, tú vas a dar el paso con Jess? ¿Para no tener que lamentar nada?
–Algo parecido. Para serte sincero, he estado muy cerca de rendirme sin haberlo intentado, pero las circunstancias han cambiado.
–Está hablando del famoso beso en el Brady’s –dijo Jake.
Will sonrió ante el recuerdo.
–Sí. De eso y de unas cuantas cosas que han pasado desde entonces. Me he sentido animado.
Mack parecía desconsolado.
–Ojalá Susie me diera alguna señal de que está lista para que cambien las cosas.
Will puso los ojos en blanco.
–A diferencia de Jess y de mí, Susie se pasa a tu lado cada segundo que tiene. ¿Necesitas una invitación grabada para meterte en su cama?
Jake se rio.
–¡Como que eso iba a pasar! Es una O’Brien. Les gusta que sus hombres las cortejen.
–A todas las mujeres les gusta –dijo Will–. Les gusta sentirse como si estuvieran caminando por las nubes, por lo que he oído últimamente. Y para eso hacen falta flores y dulces. Si descubro el modo, os pasaré el truco.
–Date prisa –le suplicó Mack–. Todo esto del celibato… No estoy hecho para ello. La única cosa que me ha impedido irme con otra mujer ha sido saber que Susie está esperando a que yo lo estropee. Dudo que crea nunca que he dejado de ser ese mujeriego que le pisaría el corazón. Por desgracia, esa reputación que tengo parece grabada en piedra… o en su corazón.
Will le apretó el hombro.
–Creo que te sorprenderías si tuvieras las agallas de dar el paso.
Mack seguía sin parecer muy convencido. Will no sabía lo que haría falta para unirlos, pero esperaba que no tardaran tanto como para que alguno de los dos acabara con el corazón roto antes de, siquiera, haber empezado.