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Capítulo 14

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Connie miró por la ventana de su despacho y vio el coche de Thomas entrando en el aparcamiento. Se le aceleró el corazón y no podía dejar de mirar mientras salía del coche y se dirigía hacia ella con lo que parecían dos cafés y una bolsa de Sally’s.

Miró hacia el despacho de Jake lamentando que no se hubiera marchado ya a trabajar en un jardín. Que Thomas se presentara allí una vez ya había sido lo suficientemente incómodo y tenerlo de vuelta tan pronto despertaría las sospechas de Jake. No estaba preparada para enfrentarse a las preocupaciones de su hermano que, sin duda, surgirían una vez se enterara del motivo por el que Thomas pasaba por allí con tanta frecuencia.

Tal vez podría evitar que los dos se cruzaran, pensó mientras se levantaba y corría afuera. Alcanzó a Thomas a pocos metros de la puerta.

–Buenos días –dijo alegremente y en voz alta por si su hermano estaba escuchando–: No esperaba verte hoy.

–Aunque estoy un poco desentrenado, he pensado que a las mujeres les gustan las sorpresas. He comprado café y croissant. Se me ha ocurrido que podríamos desayunar juntos, si tienes tiempo.

–Desayuné hace horas, tengo esa costumbre –y al ver ese brillo de decepción en su mirada, Connie añadió–: Pero estoy lista para tomarme un descanso. ¿Vamos a dar un paseo?

–¿No estarás intentando tenerme alejado de Jake, verdad? –le preguntó divertido.

–Sí –admitió–. Tu última visita no pasó desapercibida.

–¿Tengo que hablar con él? ¿Explicarle mis intenciones?

Connie lo miró consternada.

–Por supuesto que no. Es mi hermano, no mi padre, y mi hermano pequeño, además. Soy una mujer adulta y perfectamente capaz de tomar mis decisiones.

–Bueno, claro que lo eres –dijo Thomas con la mirada brillante ante su indignación–. Pero está claro que Jake es muy protector contigo y puedo entender que le preocupe que estemos viéndonos. No tengo ningún problema en hablar con él para tranquilizarlo.

–¿En serio? Porque yo sí –respondió–. Puede que haya pasado mucho tiempo desde que no salgo con nadie, pero creo que ya hemos pasado la época en la que un hombre de la familia tenía que dar su aprobación para que una chica pudiera salir con alguien.

Thomas sonrió.

–No iba a otorgarle el poder del veto, Connie. Pero pensé que estaría bien tenerlo de nuestra parte antes de que se monte el follón con mi familia.

Ella suspiró. Tenía razón.

–Puede que tengas razón. Aun así, hay una mesa de picnic ahí detrás. ¿Por qué no salimos y discutimos esto? Podemos decidir cómo queremos manejar la situación y la más que probable interferencia familiar.

–Me parece muy bien.

Claro que, lo que Connie no había tenido en cuenta era que la mesa de picnic se veía desde el despacho de Jake. Apenas habían dado un sorbo de café cuando su hermano salió del edificio con gesto serio.

–Otra vez por aquí –le dijo a Thomas con tono hostil.

–¡Jake! –le advirtió Connie.

–Solo estoy preguntándome por qué viene tanto por aquí –añadió Jake sin dejar de mirarlo.

–Ya sabes que trabajamos juntos para la fundación –apuntó ella decidida a guardar la apariencia de que sus encuentros eran puramente inocentes.

–Y he estado saliendo con tu hermana –dijo Thomas, ignorándola.

–¡Thomas!

Jake se sentó, asombrado.

–¿Habla en serio? –le preguntó a su hermana–. ¿Estáis saliendo?

–Hemos salido un par de veces.

–Pero es el hermano de Mick –dijo como si eso fuera un crimen.

Thomas se rio.

–Entiendo que puedas ver eso como algo preocupante.

–¿Ah, sí? –preguntó Jake sarcásticamente–. Pues precisamente eso te convierte en una persona demasiado mayor para mi hermana.

–¿Y exactamente qué es para ti demasiado mayor? ¿Dos años de diferencia? ¿Diez? ¿Veinte? ¿Acaso sabes cuántos años tiene Thomas? ¿Te importa que después de Sam, que tenía la madurez de un mosquito, pueda querer un hombre en mi vida que sepa quién es y lo que quiere?

–Solo me preocupo por ti, hermanita. Sé que llevas mucho tiempo sola y más todavía desde que Jenny se ha ido a la universidad, pero no quiero que nadie se aproveche de tu vulnerabilidad.

Ella se acercó y lo abrazó.

–Nadie en el mundo podría haber sido mejor hermano que tú, pero es hora de que empiece a vivir mi vida, Jake. Puedo tomar mis propias decisiones sobre lo que me conviene.

–¿Y crees que Thomas te conviene? –le preguntó con escepticismo.

–Aún no lo sé –miró a los azules ojos de Thomas–. Pero quiero descubrirlo.

–Y te aseguro, Jake, que no estoy jugando a nada. No sé adónde llegará esto, pero tu hermana es la primera mujer en mucho tiempo que me ha hecho querer algo más en mi vida. Créeme, me lo he pensado mucho antes de pedirle una cita. Nadie comprende las complicaciones familiares mejor que yo. Tendremos a algunas personas de nuestro lado y a muchas otras escépticas como tú, pero creo que nos merecemos intentarlo, ¿no crees?

Jake parecía dudoso.

–Te aseguro que mis intenciones para con tu hermana son de lo más honorables. Haré todo lo que pueda para no hacer nada que pueda hacerle daño.

–¿Quieres esto? –le preguntó Jake a su hermana.

–Lo quiero.

–De acuerdo –dijo aunque no muy contento–. Me reservaré mi opinión –y miró a Thomas–. Pero si le haces daño…

Thomas asintió.

–Entendido. Tendré que vigilarme las espaldas.

–No las espaldas. Me verás venir.

Connie vio la mirada de entendimiento que se lanzaron los dos hombres más importantes de su vida y en cierto modo quiso sacudir la cabeza con exasperación, aunque por otro lado se sintió feliz. Esa posible confrontación había salido mejor de lo que se había esperado, así que si podían pasar el filtro de los O’Brien la mitad de bien, tal vez podrían lograr que lo que tenían durara.

Will llegó al hotel alrededor de las dos y se encontró a Jess caminando de un lado a otro, furiosa.

–¿Llego en mal momento?

–Llegas tarde.

–¿Cómo puedo haber llegado tarde? Ni siquiera fijamos una hora –le recordó–. Te dije que me pasaría y que tomaríamos un helado o un café –una probablemente inapropiada sonrisa se dibujó en sus labios–. ¿Me has echado de menos?

–No. Creía que me habías dejado plantada porque Mack y Jack te habían convencido de que soy una mala apuesta.

–Nadie podría convencerme de eso –le aseguró.

–Pero lo han intentado, ¿verdad?

–¿De verdad quieres que diga algo que despertará mal rollo entre los tres?

Ella suspiró resignada.

–Lo sabía. Querían que te echaras atrás.

–¿No era ese el mensaje que Abby y tu familia estaban enviando también?

–Es distinto cuando viene de Jake y de Mack. No sé cómo, pero lo es.

Will contuvo las ganas de reír.

–¿Tan importante es la opinión de la gente? Estoy aquí. A menos que hayas cambiado de idea, vamos a salir –la miró fijamente–. ¿O es que tu familia te ha convencido de que es mala idea salir conmigo? ¿Te estás arrepintiendo?

Ella le lanzó una mirada cargada de exasperación.

–Oh, no les preocupo yo. Eres tú el que les preocupa. ¿No te parece irónico? Creo que todo el mundo está aliado y me resulta bastante irritante.

–Entiendo que te molestes, pero vamos a demostrarles que todos se equivocan.

–Hasta que nos hayamos fugado, nos hayamos casado y hayamos celebrado nuestro quince aniversario, creo que será imposible.

–Pues eso es lo que haremos.

Ella sonrió.

–¿Cómo puedes tener tanta fe en esto cuando yo estoy muerta de miedo?

–He tenido más tiempo que tú para acostumbrarme a la idea –le recordó–. Tenía catorce años cuando me enamoré de ti, pero ya me alcanzarás. Ahora, voto porque vayamos a tomar un helado, aunque la decisión es tuya si prefieres café o una copa.

–¿Mi voto cuenta más?

–En esta cita, sí –sonrió y le advirtió–: Pero no siempre será así. Se nos va a dar muy bien el tira y afloja.

–Nunca me ha gustado hacer concesiones.

–Aprenderás –le dijo tomándole la mano–. Es la base de toda relación con éxito.

–Soy una O’Brien. Nos gusta ganar.

–Pero las concesiones pueden ir acompañadas de buenas recompensas.

–¿Como por ejemplo?

–La primera vez que transijas, te lo demostraré –dijo guiñando un ojo.

–Estoy deseándolo.

Jess no se quedó muy convencida con el tema de las concesiones, pero tuvo que admitir que pasar la tarde con Will había sido mucho más divertido de lo esperado y en ningún momento le preocupó que él pudiera estar analizando cada palabra que le dijera.

Al final, cuando dijo que tenía que volver al hotel, Will la sorprendió preguntándole si necesitaba ayuda.

–¿Para hacer qué?

Él se encogió de hombros.

–Lo que necesites. No se me da mal la cocina, si necesitan ayuda ahí, o podría servir mesas o sentar a la gente.

Ella lo miró atónita.

–¿Por qué ibas a hacer eso?

–¿De verdad tienes que preguntarlo? Quiero pasar más tiempo contigo. El hotel te importa, así que tiene sentido que quiera comprender cómo funciona. Y me gusta asaltar esa gran nevera contigo. Pensé que podríamos hacerlo otra vez cuando el restaurante cierre esta noche.

–¿Andas detrás de una comida gratis? –bromeó–. ¿Es por eso? Creía que estabas haciéndote rico con tu trabajo en Almuerzo junto a la bahía.

–Incluso sin la promesa de más de esa increíble comida de Gail, querría estar a tu lado. Tú eres lo que me atrae, Jess. Solo tú.

Ella se quedó asombrada ante la sinceridad de su voz.

–Entonces, sin duda, ven conmigo y quédate todo el tiempo que quieras. Encontraré alguna tarea que darte.

Pero lo que más le gustaba a Jess era la inesperada imagen que tenía de lo que podía deparar el resto de la noche.

Mick no estaba satisfecho del todo con el modo en que habían dejado las cosas con Jess esa mañana. Se había molestado solo porque la familia había mostrado un poco de interés en su relación con Will; tendrían que haberse imaginado que no le habría hecho gracia, pero solo lo habían hecho porque se preocupaban. ¿Por qué no era su hija capaz de verlo?

Después de la cena, le dijo a Megan:

–Estoy un poco nervioso. Creo que iré a dar un paseo. No tardaré mucho.

Megan levantó la mirada de su libro.

–¿No estarás pensando en ir al hotel, verdad?

–¿Y qué tiene de malo pasar a ver a mi hija para asegurarme de que todo marcha bien por allí?

Su mujer se rio.

–¡Como si a ti te importara la eficiencia de la gerencia del hotel! ¿No te das cuenta de que enfadarás a Jess si entras ahí con más preguntas sobre Will? Creo que ya ha tenido bastante por hoy.

–Sé cómo tratar a Jess –dijo, sabiendo que no era cierto. Ella era la más sensible y susceptible de todos sus hijos. Si había tenido problemas para comprender la timidez de Bree, más le había costado asimilar las dificultades de Jess. Había perdido la paciencia demasiadas veces cuando debería haber sido compasivo y haberla apoyado. Durante un tiempo había pensado que el diagnóstico de déficit de atención no eran más que tonterías, un intento de justificar que era una pésima estudiante. Le había llevado demasiado tiempo aceptar que era un desorden real que podría afectarla durante el resto de su vida. Se odiaba por toda la presión a la que había sometido a su hija ante una cosa sobre la que ella no había tenido control.

Ahora tenía la oportunidad de compensarla por todo ello y quería que supiera que tenía su apoyo en todo lo que hiciera. Si eso suponía entrometerse y asegurarse de que las cosas con Will salían bien, tal y como ella quería, pues lo haría, aunque dudaba que su hija se lo agradeciera.

Vio que Megan estaba mirándolo exasperada.

–Irás te diga lo que te diga, ¿verdad?

–Sí. La única pregunta es si quieres venir conmigo.

–Bueno, alguien tiene que impedir que empeores las cosas –dijo con un suspiro y soltando el libro–. Vamos.

Él sonrió.

–Puedes quedarte en segundo plano, si quieres. No tienes que decir nada.

–Lo haré –respondió y sonrió–. Al menos, hasta que tenga que salvarte de ti mismo.

La admiración de Will hacia Jess había aumentado mil veces durante el curso de la noche. Pareció crecerse ante las minicrisis que surgieron en la cocina y a la hora de tratar con las exigencias de ciertos clientes. Parecía estar en todas partes al mismo tiempo, charlando con un huésped, llenando un vaso de agua, incluso limpiando alguna que otra mesa. Él había estado ayudando siempre que ella se lo había pedido e incluso había recibido órdenes de Ronnie en la cocina, el mismo chico que hacía unas semanas había estado a punto de ser despedido. Conocía la historia del joven y se preguntó si él también sería un caso de déficit de atención no diagnosticado. Al igual que Jess, ahora que había encontrado su lugar en la cocina, parecía estar creciendo y realizándose. En alguna ocasión había oído que varios chefs tenían síndrome de déficit de atención, pero que trabajaban muy bien metidos en el caos de la cocina de un restaurante.

Ahora que el último cliente estaba tomando su postre, Gail y Ronnie estaban limpiando la cocina, se estaban recogiendo las mesas del comedor y Jess estaba en recepción contando las ganancias de la noche. Will se acercó.

–Se te da muy bien esto.

Ella lo miró y sonrió.

–Lo sé. Es bastante increíble cuando las cosas salen bien y no hay contratiempos.

–¿De qué estás hablando? Esta noche ha habido varios contratiempos, como esa mujer que protestaba con cada plato que le servían. Le habría tirado el último a la cara. No sé qué le has dicho, pero ha salido de aquí sonriendo.

–Oh, es la señora Timmons. Es una viuda que vive de una pequeña pensión. No puede permitirse salir a cenar mucho. No sé si te has fijado, pero antes de quejarse le daba varios bocados a la comida que le llevábamos. Después, yo he ido y me he ofrecido a no cobrarle la cena, ya que no se había quedado satisfecha con ella, y le he dado un postre gratis además. Las dos sabemos lo que pasa, pero ella consigue mantener intacto su orgullo y salir una noche.

Will la miró asombrado.

–¿No sería más barato darle un vale por una cena gratis, para que no esté pidiendo platos y luego devolviéndolos?

–Eso sería caridad y jamás lo aceptaría. Tiene que creer que es algo que hacemos para enmendar las cosas porque lo hemos hecho mal. No es para tanto. Me siento mal por ella, sobre todo desde que su marido murió. Antes de eso, él siempre era muy generoso con las propinas, así que en cierto modo es como si estuviera devolviéndole su amabilidad con los empleados. Y sé lo mucho que a ella le gusta venir aquí. Los camareros conocen la situación e intentan ser amables con ella.

–Espero que no corra la voz sobre el truco que tiene porque todo el mundo querrá probarlo.

–Creo que todos los que tenemos restaurantes por aquí comprendemos su situación y todos hemos encontrado modos de manejar las circunstancias sin avergonzarla.

Will estaba a punto de decir algo más sobre su amabilidad cuando miró hacia la puerta y vio a Megan y a Mick.

–Oh, oh –murmuró.

Jess gruñó.

–Corre. Aún estás a tiempo de huir.

–¿Y dejarte aquí indefensa? De eso nada –se levantó y le tendió la mano a Mick–. Buenas noches, señor. ¿Cómo está? ¿Megan? –le dio un beso en la mejilla.

Megan se rio.

–¡Qué sorpresa encontrarte aquí! –dijo con inocencia.

–Seguro que sí –contestó Jess con ironía–. La verdadera sorpresa es veros a los dos por aquí a estas horas un sábado por la noche. Creía que los recién casados tendrían cosas mejores que hacer.

–Solo hemos salido a dar un paseo –dijo Mick–. Y hemos pensado que, tal vez, podríamos tomarnos una copa de vino contigo.

–¿Por qué no os doy una botella para que os la llevéis a casa? –propuso.

Pero a Mick no le hizo mucha gracia la idea.

–Will, ¿qué te parece? ¿Te quedas con nosotros a tomar algo?

–Eso tenía pensado. Jess, ¿por qué no voy a buscar un vino? Nos vemos en el salón. La última vez que he mirado, estaba vacío.

–Parece que te sientes como en casa por aquí. ¿Vienes mucho?

–Últimamente, sí –respondió Will–. Iré a por el vino. Disculpadme.

Mick lo siguió.

–Necesitarás ayuda con las copas, seguro.

Will sabía que si se lo discutía estaría malgastando saliva.

–Claro. Un par de manos extra siempre viene bien. ¿Tinto o blanco?

–Blanco está bien. Bueno… Megan y yo estábamos en Brady’s la otra noche cuando Jess y tú estabais allí.

–¿Ah, sí? –dijo Will como si fuera una noticia.

–Parecía que estuvierais teniendo una cita.

–No exactamente.

–¿Qué significa eso de… no exactamente? ¿No sabes si era una cita? A mí me parece que algo así siempre está claro.

–Jess se pasó por mi consulta, estuvimos hablando un rato y decidimos salir a cenar. ¿Eso es una cita?

–Para mí, sí. ¿Cuáles son tus intenciones para con mi hija exactamente?

Will se rio.

–No ha tardado en ir al grano. Creía que intentaría engañarme para que le dijera lo que quería.

–Megan es la sutil y la discreta. Yo, si quiero saber algo, creo que lo mejor es preguntar directamente. Bueno, ¿qué está pasando entre mi hija y tú?

Will conocía las tácticas de Mick lo suficiente como para no sentirse ofendido por su actitud.

–Con el debido respeto, creo que eso es algo entre Jess y yo. Sin embargo, diré que llevo enamorado de su hija casi toda mi vida y que quiero un futuro con ella. Todo esto es un poco nuevo para Jess, así que no se sabe cómo saldrá todo. Les agradecería que nos dejaran a los dos llevar la situación a nuestra manera.

Mick se quedó sorprendido con la franqueza de Will, pero después sonrió.

–Serás bueno para ella, hijo. Solo espero que no te deje hecho polvo por el camino. Jess es impredecible.

–Es uno de sus mayores encantos.

–Ahora que sé que eres un hombre enamorado –dijo riéndose–, si necesitas ayuda para acelerar un poco las cosas, dímelo. Ella me escuchará.

–¿En serio, señor?

De nuevo, Mick se quedó sorprendido, pero sonrió.

–Parece que conoces bien a toda la familia.

–Llevo años viéndolos a todos en acción y, por si no lo he mencionado, doy las gracias por ello. Siempre me han hecho sentir bien recibido.

–Bueno, puedes contar con que eso siga así, siempre que no le hagas daño a mi niña.

–Eso es imposible, señor, al menos no intencionadamente.

–A veces las cosas que más duelen son las que no pretendíamos hacer –le recordó–. Y te lo dice un hombre que ha cometido muchos errores a lo largo de los años y que perdió a la mujer que amaba por ello. He tenido la suerte de tener una segunda oportunidad, y esta vez no la echaré a perder.

La puerta de la cocina se abrió y Megan entró con gesto de preocupación.

–Habéis tardado mucho. ¿Va todo bien?

Mick le dio una palmadita en el hombro a Will.

–Todo va genial, ¿verdad?

–Perfectamente –respondió Will–. Hemos llegado a un entendimiento.

–¿No es Jess con la que deberías llegar a un entendimiento?

–Eso es exactamente en lo que los dos nos hemos puesto de acuerdo.

–Eres un chico inteligente –dijo Megan–. No vas a dejar que este te intimide –añadió tomando del brazo a su marido.

–¿Desde cuándo intimido yo a la gente? –preguntó él indignado.

–Se te conoce por eso desde hace tiempo y se debe a tu fuerte personalidad y a tu determinación por conseguir lo que te propones. Ahora, venga, vamos a tomarnos una copa de vino con estos jovencitos y vamos a dejarlos para que puedan disfrutar del resto de la noche.

Mick se agachó y la besó antes de quitarle la botella a Will.

–Creo que me ha gustado la idea de Jess. ¿Por qué no nos llevamos esta botella y nos acurrucamos delante de la chimenea? Aún estamos de luna de miel.

Megan se sonrojó.

–Mick, nuestra luna de miel en París terminó hace meses.

–Pero eso no significa que la luna de miel haya terminado.

Estoy pensando que podríamos prolongarla unos meses más, al menos. Tengo unas cuantas ideas, ya hablaremos de ellas en casa.

A Will le conmovió ver lo enamorados que estaban. Sí, habían pasado unos años malos y habían estado divorciados, pero ahora estaban juntos de nuevo y, al parecer, más felices que nunca.

–Disfruten de la noche –les gritó él, aunque dudó que lo hubieran oído.

Cuando entró en el salón, sin el vino y sin sus padres, Jess lo miró extrañada y divertida.

–¿Has perdido algo?

–A nuestra compañía. Y también se han llevado nuestro vino.

–Me parece genial. Ahora mismo un vino me dejaría dormida. ¿Qué les has dicho para librarte de ellos?

–Solo le he dicho a tu padre lo que quería oír.

–¿Quiero escuchar esto? ¿Es muy embarazoso?

–Solo estaba actuando como un buen padre. Le he dicho cuáles eran mis intenciones y que eran honorables –le guiñó un ojo–. Y que no estaba muy seguro de las tuyas.

–¡Oh, genial! –exclamó ella con indignación fingida–. ¿Así que ahora soy yo la que está intentando arrastrarte hasta una vida de pecado?

–¿Y no estás haciéndolo?

–Tal vez sí. ¿Todavía estás dispuesto?

La tentación lo recorrió ante su seria expresión y el fuego de su mirada. Se acercó, le colocó un mechón de pelo detrás de la oreja y le acarició la mejilla. Podía sentir su cálida piel, oír el latido de su corazón. Sería muy sencillo acercarse más, besarla y tomar lo que él quería… y ella deseaba.

Pero no era el momento. Aún no. Quería más que sexo. Quería una vida a su lado, pero Jess aún no estaba ahí… y no sabía si lo estaría algún día. Cuando la besó, fue en la mejilla y pudo ver decepción en su mirada, algo que le dio esperanza.

–Buenas noches, Jess.

–¿De verdad vas a marcharte a pesar de que, prácticamente, me he echado encima de ti?

–Sí. Pero para que lo sepas, hacerlo me va a matar.

Le pareció ver una sonrisa de sorpresa iluminando el rostro de Jess cuando se marchó.

E-Pack HQN Sherryl Woods 1

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