Читать книгу La ternura de caníbal - Víctor Álamo de la Rosa - Страница 18

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ONCE

Melany me telefoneó para agradecerme la gestión para la compra de su nueva bicicleta. Me dijo que había sido todo un caballero y eso me hizo gracia y llamó poderosamente la atención de alguno de esos yoes que transitan mis sótanos, obligándoles a pensar sobre la propia condición que tenían de ellos mismos, que albergaban, en fin, de mí. Alabó largamente mi gesto y mi molestia, insistiendo en que eso ya no se estila, e insistió en explicarme que la nueva bici era un último modelo mejorado porque mejores suspensiones mejores frenos mejores ruedas mejor tracción mejor cadena mejor maneta de engranaje de marchas mejores materiales más ligeros mejor relación peso prestaciones porque mejor tapizado de sillín regulable mejor posición de conducción mejor resistencia al aire velocidad mejores luces y mejor que nos veamos cuando a ti te venga bien porque me gustaría agradecértelo invitándote a cenar o a tomar algo o a lo que quieras y te apetezca, me dijo, después de que yo alabara con toda mi sorpresa su extraordinario conocimiento velocípedo.

—No imaginaba que fueras experta en bicicletas.

—Me gusta conocer la máquina que monto.

Dudé si conceder o no segundas intenciones a sus últimas palabras, pero me emocionó su desparpajo y se despertó dentro de mí el calor de una resolución y una brizna de lujuria.

—Vale, de acuerdo, ¿te viene bien pasado mañana, a las ocho y media?

—Tengo que mirar mi agenda. No, es broma. Me viene estupendo, genial.

—Puedo recogerte en tu casa, si te parece.

—¿Recuerdas la dirección?

—Sí, con toda nitidez. Calle de la Revolución, número 43.

—Buena memoria. Pues hasta pasado mañana, entonces.

—De acuerdo.

—Gracias de nuevo.

—De nada, de nada. Chao.

—Chao.

Pero qué fácil, de pronto, todo. Todo con esta mujer. Rodado sobre ruedas, nunca mejor dicho, tras tanta bici y tanta moto. Estaba excitado, aunque sin acabar de explicarme el porqué. Llamé a Ágata y le pregunté si le venía bien que me pasara un rato por su casa. Y me dijo que sí, que vale, y le di fuego a la moto porque no quería que se desvaneciera aquel ardor felino porque yo también sabía ponerme gíglico y esdrújulo. Pasen y vean: pletórico, lunático, pantagruélico, calórico, estrambótico, ignífugo ser tras el rastro del clítoris y, finalmente, caníbal, aunque para acabar rompa la regla.

La ternura de caníbal

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