Читать книгу Ginecología General y Salud de la Mujer - Victor Miranda - Страница 24
ОглавлениеCATALINA HITSCHFELD BELLOLIO Y RODRIGO MACAYA PIVET
GENERALIDADES
La reproducción humana es sexuada, por lo que existe un dimorfismo sexual entre el hombre y la mujer. Se caracteriza por ser de baja eficiencia (fecundidad), ya que nos encontramos como especie entre los mamíferos superiores y es no condicionada, es decir, tenemos impulso sexual y no instinto.
Como mamíferos el desarrollo fetal ocurre en su totalidad en el útero materno, por lo que somos animales placentarios, con una de las gestaciones más largas del reino animal: 40 semanas. En la infancia temprana el recién nacido es de los más vulnerables del reino animal y depende en los primeros meses de vida de la lactancia materna para su supervivencia.
En este capítulo abordaremos la producción de gametos, el desarrollo fetal y la fecundación e implantación.
La esencia de la reproducción sexuada es que a partir de dos individuos se genere un otro, distinto a los progenitores, y esa es la razón de que la mujer presente miles de ovocitos y los hombres millones de espermatozoides en la edad fértil, de modo de lograr una variabilidad genética en la descendencia que perpetúe la especie. Cuando un individuo tiene una carga genética idéntica al progenitor, estamos frente a una clonación.
Gametogénesis
La formación de un ser humano comienza con la unión de un ovocito secundario y un espermatozoide. Estos elementos son células altamente especializadas que alcanzan esta condición después de pasar por varios procesos, desde su origen en el período embrionario hasta el tiempo en que tanto el hombre como la mujer inician su vida reproductiva en la pubertad. La gametogénesis humana es el proceso de formación de estas células especializadas o gametos (células sexuales haploides, esto es, que tengan solo la mitad de la carga de cromosomas de las células somáticas) en hombres y mujeres por medio de la meiosis a partir de las células germinales diploides. Este proceso se realiza en dos divisiones cromosómicas llamadas primera y segunda división meiótica o también meiosis I y meiosis II.
La gametogénesis en el hombre se denomina espermatogénesis y dará origen al espermatozoide. En la mujer se llama ovogénesis y dará origen al ovocito. Durante la reproducción, la unión del espermatozoide y el ovocito dará origen al cigoto, restaurando la carga de genes diploide de la especie, mecanismo a través del cual la información genética será transferida a la descendencia.
La producción final de gametos masculino y femenino se logra por medio de una secuencia perfectamente coordinada de divisiones mitóticas, las dos divisiones meióticas, distribución del citoplasma y diferenciación celular. Sin embargo, entre los procesos de espermatogénesis y ovogénesis existe una diferencia esencial: si bien la espermatogénesis es un proceso continuo desde la pubertad, la ovogénesis no lo es. Las ovogonias entran en profase meiótica en una edad muy temprana la cual se detiene en un estado llamado dictioteno. La célula resultante, el ovocito I, rodeado de las células somáticas (pregranulosa), ahora se denomina folículo primordial. El conjunto de estos folículos forman la llamada “población de folículos de reserva”, desde los cuales, en cada ciclo, un número determinado de ellos se moviliza y crece alcanzando el estado de folículo preovulatorio o sigue el camino de la atresia que es la vía más común, ya que es muy excepcional que un ovocito sea ovulado, y la enorme mayoría va a la atresia o apoptosis.
Espermatogénesis
Alrededor de la tercera semana de gestación, las células primordiales germinales migran hacia los testículos y darán origen a los gonocitos por medio de una fase de multiplicación. Estas células germinales diploides (2N) llevan una carga genética completa de 46 cromosomas (22 pares de cromosomas autosómicos, un cromosoma sexual X y un cromosoma sexual Y). La división mitótica de estas células germinales (en la base del túbulo seminífero) da origen a las espermatogonias. Las espermatogonias se pueden localizar junto a las células de Sertoli, cercanas a la membrana basal, siendo estas las únicas células germinativas que se presentan antes de la pubertad. En un testículo infantil se pueden apreciar dos tipos celulares en la pared de los túbulos seminíferos: las células de Sertoli y las espermatogonias.
Las espermatogonias se dividen en dos variedades: tipo A y B. Las tipo A se aprecian en menor cantidad y son de forma oval, rodeadas por la célula de Sertoli, con núcleo oval, citoplasma pálido y con granulación fina. Se dividen por mitosis y casi la mitad de las células hijas permanecen como tipo A, actuando como células madres mientras que el resto se transforma en espermatogonias tipo B. Las tipo B son mucho más numerosas, rodeadas de manera parcial por las células de Sertoli y están en contacto con otras espermatogonias tipo B. Tienen cuerpo celular redondo, núcleo esférico con grumos de cromatina y núcleo irregular. Al final de la última división de estas células, la división del cuerpo celular es incompleta y mantiene puentes intercelulares en las siguientes divisiones meióticas. Al final de la última división de las espermatogonias B, surgen los espermatocitos primarios. Estas células ocupan la zona media del epitelio y es en ellas donde ocurre la división meiótica.
En el período de madurez sexual se activa el sistema hipotalámico-hipofisiario y se inicia la formación de los espermatozoides. Durante una fase de crecimiento, las espermatogonias crecen y dan origen a espermatocitos de primer orden. En la fase de maduración, estos espermatocitos de primer orden sufren la primera división meiótica y dan origen a dos espermatocitos de segundo orden.
Estos espermatocitos completan con posterioridad la segunda división meiótica y dan origen a 4 espermátidas, con 23 cromosomas cada uno (la mitad de ellos con un cromosoma sexual X y la otra mitad con un cromosoma sexual Y). Por último, las espermátidas dan origen a los espermatozoides mediante la fase de diferenciación o espermiogénesis.
Las espermátidas son células pequeñas que muestran gran desarrollo de mitocondrias y aparato de Golgi.
Durante la espermiogénesis se observan los siguientes cambios:
• El aparato de Golgi forma vesículas que se unen creando una vesícula acrosómica que se une a la membrana externa de la envoltura nuclear, rodeando el núcleo hasta cubrir la mitad de él. Con posterioridad se condensa el material acrosómico y la membrana de la vesícula forma en el núcleo el capuchón cefálico.
• En el polo opuesto del núcleo se inicia la formación del flagelo necesario para el desplazamiento del espermatozoide. Al inicio en su desarrollo aparece el machete o cortina de microtúbulos que rodea la parte inferior del núcleo y que participa en los cambios de formas nucleares y en la implantación del flagelo.
• El gran número de mitocondrias que están en la masa remanente de citoplasma rodean la pieza media del flagelo y crean la vaina mitocondrial.
Finalmente el espermatozoide estará compuesto por:
• Una cabeza, que contiene el pronúcleo portador de la información genética, el acrosoma contenedor de las enzimas hidrolíticas que degradarán la zona pelúcida, una estructura glicoproteica que rodea al ovocito y una delgada capa de citoplasma, todo ello envuelto en una membrana plasmática que lo une al cuello. Tiene una media de 4 o 5 μm de largo.
• El cuello, corto y estrecho, con su placa basal separa la cabeza de los centriolos modificados. De uno de ellos (el distal) se origina el flagelo.
• La pieza media (4 o 5 μm de longitud) posee una gran cantidad de mitocondrias concentradas en una vaina helicoidal que dan la energía al espermatozoide a través de la producción de ATP.
• La cola, que entrega movilidad al espermatozoide (zona flagélica recubierta solo de membrana).
Ovogénesis
La ovogénesis es el proceso de maduración de la célula germinal femenina desde su diferenciación en ovogonia hasta su maduración en el óvulo a través de distintas divisiones celulares, primero de tipo mitóticas y al final por meiosis. Si bien se inicia en la vida prenatal embrionaria, puede terminar en cualquiera de los años de vida reproductiva, desde la pubertad hasta el fin de la vida fértil en la menopausia.
El gameto femenino siempre muestra dos períodos largos de reposo. Para reanudar el primer período de reposo debe ocurrir la ovulación. Para reanudar el segundo período de reposo debe ocurrir la fertilización. Solo después de estos dos eventos la ovogénesis podrá proseguir. De no ser así, la célula germinal degenera en la fase que se encontraba (ovocito primario y ovocito secundario de manera respectiva). En la espermatogénesis, una vez iniciado el proceso este concluirá en 60 días aproximados.
La célula germinal primordial se origina en la pared del saco vitelino en la tercera semana de vida embrionaria. Luego migra hacia el pliegue o cresta gonadal, el cual penetra. Existen un promedio de 1.700 células germinales antes de iniciar la migración y se duplican al finalizar esta migración. En la cresta gonadal se diferencia en ovogonia, manteniendo sucesivas mitosis. Con posterioridad ocurre una fase prefolicular, que corresponde a una etapa indiferente del desarrollo gonadal, donde se observan los cordones sexuales constituidos por ovogonias y las células epiteliales delimitadas por una membrana basal. En el humano la foliculogénesis comienza entre la 11 y 12 semana de gestación con la fragmentación de estos cordones sexuales.
En el ovario inicial, estas células germinales ubicadas de forma periférica aumentarán de tamaño y entran en proceso de meiosis (ovocitos primarios). El tiempo de desarrollo folicular dependerá de si este ovocito logra la etapa de diploteno (dictioteno), subfase de la primera profase de la meiosis. El primer folículo en formarse es el primordial, el que contiene un ovocito primario de 25 a 35 μm, rodeado por células epiteliales poco diferenciadas y una membrana basal externa. Estos folículos se ubican en la corteza por debajo de la cápsula fibrosa del ovario. Al quinto mes de vida fetal se alcanzará un máximo de 7 millones de estos folículos, los cuales reducirán su cantidad a 2 millones de ellos al momento de nacer. Durante la infancia la mayor parte de ello sufrirá un proceso de apoptosis. En el comienzo de la pubertad habrán cerca de 400.000 a 500.000 ovocitos primarios y solo cerca de 400 llegan a ovular. En promedio menos del 1% finalizan la ovogénesis al ser fertilizados. Es importante señalar que los ovocitos muestran una función destacada en la diferenciación del tejido esteroidogénico de los ovarios. Por otro lado, las células foliculares inducen el crecimiento y la síntesis del ADN del ovocito, evento necesario antes de que inicie su división meiótica. El ovocito, por su parte, induce la proliferación, desarrollo y función de las células foliculares.
Aún se desconoce cómo los folículos primordiales salen de su reposo e inician su desarrollo, pero claramente esta etapa inicial es independiente de la acción de las gonadotropinas. Durante la pubertad un número de entre 5 y 15 folículos primordiales inician un crecimiento basal lento con cada ciclo ovárico estimulados por factores de crecimiento, citoquinas, esteroides y constituyentes de la matriz extracelular. En el transcurso de la maduración del folículo, el ovocito se capacita duplicando y distribuyendo sus organelos citoplasmáticos, incluidos los cambios en la zona pelúcida. Durante su crecimiento y madurez posterior las hormonas FSG y LH ejercen su efecto sobre este folículo y alcanzan un tamaño de 25 mm de diámetro, llamado folículo terciario, maduro o de Graff. Este folículo tiene una mayor cantidad de receptores de FSH y LH, logrando su madurez completa. En el folículo dominante, ubicado en la superficie del ovario, aumenta la concentración de LH. Esto reanuda la primera división meiótica y completa la ovulación. En la fase final de la división, la partición del citoplasma es desigual, resultando una célula afuncional o cuerpo polar de menor tamaño y una de mayor tamaño, el ovocito secundario, el cual entra en meiosis II. El cuerpo polar y el ovocito secundario son células haploides y con cromosomas duplicados.
Una vez ocurrida la ovulación se forma la placa metafásica y de nuevo se detiene el proceso de meiosis II, inducido por un complejo proteico llamado factor citostático. El ovocito secundario se mantiene junto al cuerpo polar rodeado de la zona pelúcida y un círculo irregular de células foliculares (corona radiada) unidas a él. Una vez fuera del ovario, el ovocito es campado por la trompa de Falopio, transportado a la región ampular y eventualmente fecundado por uno de los 200 a 300 espermatozoides presentes. Si no existe fecundación, el ovocito secundario degenera 12 a 24 horas después de su ovulación sin terminar la ovogénesis. Si la fertilización ocurre, se reanuda la segunda división meiótica. Otra vez la célula se divide en forma no proporcional, generando un nuevo corpúsculo polar afuncional y un óvulo (ovocito fertilizado) que recibe la mayor parte del citoplasma y con 23 cromosomas contenidos en el pronúcleo femenino que se unirán al pronúcleo masculino, también con 23 cromosomas (23 X o 23 Y), completando así la ovogénesis. La mezcla de cromosomas femeninos y masculinos, llamada anfimixis, termina la formación del cigoto y con ello el inicio de un nuevo ser, que desde que finaliza la primera mitosis ya tiene dos células. El cigoto humano no pasa por un período de una célula única diploide, lo que ocurre en otras especies, y se llama singamia. Los cuerpos polares remanentes desaparecerán en los días siguientes. Este es uno de los momentos más lábiles de la reproducción humana y es donde se produce las alteraciones genéticas debido al aumento de la edad materna.
Las enzimas encargadas de la formación de los microtúbulos y el uso mitótico para la segregación de las cromátides hermanas, que vienen del citoplasma ovocitario son de menor calidad con la edad, por lo que no se reparte de modo equitativo el contenido cromosómico en las células hijas, generando las aneuploidías como el síndrome de Down.
EL DIMORFISMO SEXUAL DEL HOMBRE Y LA MUJER
El sexo
El sexo es la expresión del contenido genético que se encuentra en los cromosomas sexuales de cada individuo XX o XY, es altamente conservado en todas la especies (se cree que lleva 300 millones de años desde que se originó desde genes autosómicos ancestrales) y está sujeta a la modulación de algunos genes autosómicos. La información genética de los cromosomas sexuales es a lo que nos referiremos como sexo genético y este último está condicionado por el efecto del ambiente.
El sexo genético para llegar a determinar los caracteres secundarios, el desarrollo de los genitales y al final una conducta sexuada, requiere que se completen con éxito todas las etapas del desarrollo embrionario, fetal y vida postnatal que comprende la infancia como lactante y niño, la pubertad y adolescencia hasta la vida reproductiva. A lo largo de todas esas etapas se pueden presentar distintos insultos cuyo efecto en el ámbito reproductivo depende del momento en el que ocurre y puede tener consecuencias para toda la vida.
El sexo fenotípico son los caracteres secundarios que atribuimos al hombre y la mujer como la barba, las mamas, los genitales, los gestos y maneras.
El sexo psicológico es la identificación o no del sujeto con su género, cómo se reconoce a sí mismo. Cuando esta se altera, puede darse la transexualidad, una disfunción sexual severa, que en nuestro país tiene cobertura por el Estado para su cirugía.
El sexo social se refiere a cómo las demás personas perciben el género de un individuo.
Expresión del sexo genético
La mayor parte de las zonas genética activas comprendidas en el cromosoma X están contenidas en el cromosoma Y, por lo que son las zonas correspondientes del cromosoma X, pero el cromosoma Y se distingue por traer la información genética esencial para la formación testicular.
Los hombres son heterogaméticos y la necesidad de un gen que determine la diferenciación hacia el hombre es esencial en los mamíferos, el gen SRY es dominante y es el que impide que se desarrolle una mujer por defecto (XO, XX) de fenotipo femenino. Por esta razón no sería necesario una señal de diferenciación hacia la mujer, lo que ocurriría por defecto. Al mismo tiempo, en la mujer habría una represión activa de los genes masculinos para impedir una inestabilidad genética, por ejemplo frente a mutaciones, a través de genes no ligados entre sí.
El gen que determina la formación testicular por excelencia es el gen SRY y su efector río abajo SOX-9 desencadena una cascada de señales, capaces de llevar la gónada indiferenciada en la cresta urogenital hacia la espermatogénesis con las dos líneas celulares: germinales y somáticas (células de Leydig y de Sertoli, respectivamente).
Como el gen SRY tiene una expresión tan regulada no es del todo conocida, y en parte se ha determinado en base al estudio genético de disfunciones sexuales en seres humanos y animales knock-out. A pesar de que hay regiones SRY muy conservadas entre las distintas especies la regulación del gen varía de manera importante entre ellas, a lo que hay que sumar en que en los distintos días de la vida embrionaria hay una activación diferente del gen en las diferentes líneas celulares, por lo que esta materia aún se encuentra en investigación.
Existen tres factores de transcripción principales que se unen al locus de SRY y cada uno está regulado a su vez por una combinación de otros factores, de proteínas, modificadores postraslacionales, reguladores río arriba y factores primarios. Una vía es la de la insulina (INSR/ IGF1R), que induce la expresión de Gadd45 y las MAP-quinasas, y de manera simultánea se involucra SIX1 y SIX4 que aumenta la expresión de FOG2 que se une a GATA4, lo que resulta en un complejo capaz de activar el promotor de SRY. La segunda vía es a través de CITED2, WT1 que activa NR5A1 en un locus desconocido de SRY y al final la vía de WT1, cuya regulación se encuentra en estudio.
Frente a la ausencia de señal de SRY la gónada indiferenciada se dirige hacia el ovario, y en este, por otro lado, no existiría un gen preponderante y las líneas germinales y somáticas (ovocitos y células de la granulosa) se sostendrían a través de genes diferentes de un modo más o menos independiente entre sí.
El desarrollo embrionario normal del ovario es fundamental para una vida reproductiva exitosa, porque de él depende el tamaño del pool de folículos del cual va a disponer la mujer en su edad fértil, un pool de folículos que no es renovable, sino finito.
La unidad básica del ovario es el folículo, el que consiste en un ovocito rodeado de células de la granulosa y una matriz extracelular, de esta manera logran mantenerse desde el inicio del ovario hasta la edad adulta. Luego de establecerse como esta unidad básica estos folículos primordiales serán reclutados, se diferencian y se desarrollan de forma de ser fertilizables. En paralelo se desarrollan las células de la teca y granulosa capaces de producir estrógenos y andrógenos, respectivamente, lo que culmina luego de la menarquia con la con ovulación, completando entonces el desarrollo y la diferenciación folicular.
Uno de los primeros eventos que determina el desarrollo del ovario es la inactivación de uno de los dos pares de cromosoma X en el cigoto. Esa inactivación se mantiene en las células somáticas, pero no en las ovogonias o células germinales primordiales, donde los dos cromosomas X se hallan activos sin que ocurra un cambio genético a nivel del DNA, pues es una regulación epigenética, por metilación del DNA y acetilación de las histonas y la organización de la cromatina, un mecanismo de activación e inactivación de genes no transcripcional. A este nivel podría haber un rol de imprinting, es decir,una modificación de la expresión génica por cambios de las proteínas que organizan la cromatina, lo que se encuentra en estudio en la actualidad como uno de los mecanismos por el cual el ambiente podría modificar la fertilidad de las personas.
En el humano las células germinales primordiales migran desde el saco vitelino al mesodermo extraembrionario para colonizar las crestas urogenitales a las 6 semanas de embarazo. Una vez completada la migración las gónadas son bipotenciales por un período que va desde las 7 semanas de gestación hasta que el sexo está definido.
El gen FOXL2 (forkhead box L2) es indispensable para la histogénesis de las células de la granulosa y cuando su expresión está truncada no se desarrollan los folículos. A su vez cuando solo un alelo está inactivo se puede observar a una falla ovárica prematura. La expresión de FOXL2 es independiente de la presencia de los ovocitos (célula germinal), aunque en su ausencia hay desarrollo de la línea gonadal, pero la meiosis de los ovocitos se ve retrasada, afectando el desarrollo del ovario. Otros genes preponderantes en la línea somática serían Rspo1 y WNT4 (wingless-type MMTV integration site family member 4). La línea germinal del ovario estaría sujeta a la activación de LHX8T y folistatin (FST). Estos genes a su vez tienen una autorregulación entre sí que se encuentra en estudio.
La ausencia de FOXL2 se puede acompañar de una inversión en la diferenciación de un ovario hacia un testículo por una expresión de SOX-9, sin la presencia de SRY tan precozmente como a los 13 días postcoito en el ratón o cuando existe una depleción de los ovocitos al nacer con la consiguiente virilización genital en la vida postnatal temprana. Esto último sugiere que para mantenerse la diferenciación hacia el ovario se requiere la presencia de los genes del ovario y no solo la ausencia de SRY.
El ovario humano durante la vida fetal requiere que se completen dos procesos: que se establezca la población de folículos primordiales y el reclutamiento de los folículos primordiales hacia una población de folículos en desarrollo. En términos comparativos en la hembra de ratón al nacer se espera que todos los folículos primordiales ya estén en estados más avanzados como un ovocito tipo I, ya que en ambas especies los ovocitos primordiales deben desarrollarse a un ovocito tipo I.
En el feto femenino, a las 6 o 7 semanas de vida las células germinales entran a un estado premeiótico donde la activación del gen SYCP facilita que la ovogonia entre en meiosis y la consiguiente recombinación genética de la meiosis I. Una vez que se establece el inicio de la meiosis, la ovogonia interactúa con las células somáticas y las células de la granulosa. Entre las 8 y 13 semanas de gestación estas ya se dividen en dos grupos: las que van a dar el cúmulos oóforo y las células de la periferia. El inicio de la meiosis es lo que confiere la capacidad de la ovogonia de transformarse en ovocitos. Muchos ovocitos irán a la atresia en este momento, mientras otros lograrán entrar en la profase I y quedarán detenidos o suspendidos en el tiempo por años o décadas hasta que el reclutamiento cíclico (dependiente de gonadotropinas) o la ovulación lo liberen de este período de “hibernación” en el cual espera completar su desarrollo. Cuando se afecta el mecanismo por el cual los ovocitos recuperan la meiosis puede darse la pérdida de ovocitos y la consiguiente infertilidad.
La ventana de implantación
Como se ha podido dilucidar en este capítulo, la capacidad reproductiva de un individuo se adquiere al mismo tiempo en que se va diferenciando hacia un sexo, es un proceso continuo que no se puede dividir de manera arbitraria, va desde que se forma un nuevo ser hasta que este tiene la capacidad de generar una descendencia.
Completada la adolescencia y en fase reproductiva un hombre y una mujer fecundan un cigoto, la fecundación ocurre en la región ampular de las trompas de Falopio. El período más efectivo para la fecundación es cuando el coito se produce en las 24 horas previas a la ovulación, de modo que por lo general lo espermatozoides ya se encuentran en la trompa cuando esta se produce. Al contrario de lo que el público general refiere, la fertilización humana es un proceso largo que desde que ingresa un espermatozoide al ovocito hasta que se genere un embrión de dos células se demora 24 horas. El embrión viajará a través de señales quimiotácticas del transporte tubario por un período de 4 días, llegando al útero entre el día 4, de mórula (16 a 32 células) o de blastocisto (que presenta líquido o una cavitación en su interior).
Este es uno de los momentos claves del éxito de la reproducción humana.
Se estima que la fecundidad humana, definida como la capacidad de un coito desprotegido de concluir en un feto viable según datos históricos en el mejor de los casos es de 30% y de que los embriones fecundados hasta 75% se perderían en la etapa de implantación. Esto se traduce que la implantación es uno de los filtros más importantes de la especie como un modo de evitar un embarazo destinado a un mal resultado.
El endometrio humano es un órgano dinámico y altamente especializado que responde a los cambios cíclicos de los esteroides sexuales estrógenos y progesterona, citoquinas y chemoquinas que tienen como función permitir la adhesión e invasión del blastocisto, generando un embarazo inicial exitoso. Durante la mayor parte del ciclo menstrual el endometrio no es receptivo al embrión, pero se torna receptivo durante la fase secretora media, que comprende entre el día 20 y 25 en mujeres con ciclos regulares de 28 días, o desde el día +7 a +11 posterior al máximo de LH, tomando el día máximo de LH como el día 0.
El tiempo de implantación se calcula a través del dating o edad del endometrio en fase a través de métodos histológicos como los de pinópodos de Noyes. Hoy la receptividad endometrial es materia de investigación en medicina reproductiva de alta complejidad y se ha evaluado su genómica, proteómica, metabolómica y lipómica para identificar cuándo es el momento más propicio para una transferencia embrionaria exitosa, de lo cual podemos concluir que su fina regulación e intercambio está implicada en la fecundidad de un ciclo determinado. Entre estos marcadores clásicos se encuentran las integrinas, MUC1 (mucina 1), calcitonina, LIF (leukemia inhibitory factor), la ciclooxigenasa 2 y HOXA10 (homeobox A10), pero ahora se estima que existen más de 237 genes implicados. Se evalúa el tiempo de implantación con estudios de microarreglos, en un ciclo previo con una correlación entre los diferentes marcadores de 66% entre distintos grupos de estudio y una alta reproducibilidad entre los ciclos. Se toma una biopsia del endometrio en un ciclo previo, se identifica la ventana óptima y en un ciclo diferido se transfiere en el momento ideal diagnosticado de manera previa. Esto ha demostrado ser mejor y más consistente que la histología que tenía variaciones muy amplias de hasta 40% entre ciclos consecutivos.
En varias patologías se ha identificado una diferente expresión de factores de crecimiento y citoquinas, por los cuales entre otros factores se les atribuye una menor fecundidad, como el pólipo endometrial, la endometriosis y el hidrosalpinx.
Una vez en la cavidad uterina el blastocisto estará dos a tres días sin adherirse, período en el cual realizará el proceso de eclosión (días quinto y sexto) a través del cual abandona la zona pelúcida que lo rodea.
El blastocisto consiste en el embrión que ya ha separado su masa celular interna (que generará el embrión propiamente tal) del trofoblasto que rodea al embrión (que dará origen a la placenta y las membranas).
Por último, el embrión está listo para contactar el endometrio. Durante todos estos días el trofoblasto más externo se ha diferenciado y adquirido la capacidad de adherirse al endometrio por la expresión de proteínas y ligandos de la matriz extracelular, ha modificado la expresión del sistema HLA, de modo de pasar inadvertido por el sistema inmune de la madre e inicia el proceso de aposición y al final la invasión.
Cuando hay intercambio hormonal con la decidua materna a los 14 días post ovulación se espera tener un test de HCG en sangre positivo, confirmando la implantación.
Lecturas recomendadas
Alberts B, Bray D, Lewis J, eds. Biología molecular de la célula. Barcelona: Ediciones Omega; 1996.
Arrau EJ, Bustos O, Hoecker S, Ramos CA. Biología de la reproducción animal. Santiago: Edit. Andrés Bello; 1981.
Cheong Y1, Boomsma C, Heijnen C, Macklon N. Uterine secretomics: a window on the maternal-embryo interface. Fertil Steril. 2013 Mar 15; 99 (4): 1093-1099. doi: 10.1016/j.fertnstert.2013.01.144. Epub 2013 Feb 20.
Díaz A, Rojas N, Merzon G, Martínez A. Biología 2000. Caracas: McGraw-Hill Interamericana de Venezuela; 2001.
Díaz-Gimeno P, Ruiz-Alonso M, Blesa D, Simón C. Transcriptomics of the human endometrium. Int J Dev Biol. 2014; 58 (2-4): 127-137.
Fried, G. Biología Schaum. México DF: McGraw-Hill Interamericana de México; 1990.
Garrido-Gómez T, Ruiz-Alonso M, Blesa D, Diaz-Gimeno P, Vilella F, Simón C. Profiling the gene signature of endometrial receptivity: clinical results. Fertil Steril. 2013 Mar 15; 99 (4): 1078-1085.
Hale DW. Mammalian spermatogenesis. In Villar HO, ed. Advances in Genome Biology. Nueva York: JAI Press; 1981; pp. 249-304.
Hesham Al-Inany MD. Gynaecology & Obstetrics. Egipto: Dept. Kasr El-Aini Hospital, Cairo University.
Larney C, Bailey TL, Koopman P. Switching on sex: transcriptional regulation of the testis-determining gene Sry. Development. 2014 Jun; 141 (11): 2195-2205.
Morales ME, Merchant H, de la Garza CE, López N. Gametogénesis. I. Revisión de la literatura, con enfoque en la ovogénesis. (Artículo de revisión). Medicina Universitaria. 2006; 8 (32): 183-189.
Motta PM, Makabe S, Nottola SA. The ultrastructure of human reproduction. I. The natural history of the female germ cell: origin, migration and differentiation inside the developing ovary. Hum Reprod Update. 1997 May-Jun; 3 (3): 281-295.
Sarraj MA, Drummond AE. Mammalian foetal ovarian development: consequences for health and disease. Reproduction. 2012 Feb; 143 (2): 151-163. doi: 10.1530/REP-11-0247. Epub 2011 Nov 21.
Schlessinger D, Garcia-Ortiz JE, Forabosco A, Uda M, Crisponi L, Pelosi E. Determination and stability of gonadal sex. J Androl. 2010 Jan-Feb; 31 (1): 16-25.
Sloboda DM. Reproduction in females: the role of the early life environment. Human Reproduction Update. 2011; 17 (2): 210-227.
Svingen T, Koopman P. Building the mammalian testis: origins, differentiation, and assembly of the component cell populations. Genes Dev. 2013 Nov 15; 27 (22): 2409-2426.
Veitia RA. FOXL2 versus SOX9: a lifelong “battle of the sexes”. Bioessays. 2010 May; 32 (5): 375-380.
Wassarman PM, Litscher ES. Sperm-egg recognition mechanisms in mammals. Curr Topics Dev Biol. 1995; 30: 1-19.
Zhang S, Lin H, Kong S, Wang S, Wang H, Wang H, Armant DR. Physiological and molecular determinants of embryo implantation. Mol Aspects Med. 2013 Oct; 34 (5): 939-980.