Читать книгу Amar sin miedo a malcriar - Yolanda Gónzalez Vara - Страница 15

Llamar la atención

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En muchos lugares se oye la expresión «lo hace para llamar la atención». El tono y la connotación de esta expresión esconde un mensaje implícito: «No hay que hacerle caso. Es un capricho»…

Cada vez que oigo esta expresión, no puedo evitar responder: «¡Claro! Llora para llamar TU atención, tu cariño, tu calor…». Te llama la atención a ti. ¿Dónde estás emocionalmente para que tenga que llamarte la atención? ¿Acaso no haríamos lo mismo si alguien no nos escucha o atiende cuando le hablamos? Ellos lloran. No pueden decir «¡oiga por favor, que le estoy hablando! ¡Escúcheme!».

Sin darnos cuenta, con esa expresión y la consiguiente actitud, establecemos una distancia innecesaria con nuestros pequeños. Las llamadas de atención hay que atenderlas, no ignorarlas. Pero quizá fue la respuesta que recibimos de pequeños, demasiadas veces. En general no nos damos tiempo para sentir a nuestro pequeño y percibir su estado emocional. Por el contrario y de forma automática se impone la interpretación habitual «no me hace caso, es un desobediente», «llora para salirse con la suya», «no sabe compartir, es muy egoísta», «no quiero que pegue, es agresivo y eso está muy mal», «debe dormir solo ya, sino será muy dependiente» y un largo etc.

Es natural que lo valoremos así. Miramos con ojos de adultos, que recibimos la misma interpretación cuando éramos pequeños. Así nos han educado. Así lo hemos visto en otros y, aunque no queramos muchas veces responderles como siempre se ha hecho, porque intuimos que no es muy sano (gritando, castigando, pegando), al final terminamos repitiendo actitudes que no nos gustan. ¿Es que acaso se puede evitar el sufrimiento?

Amar sin miedo a malcriar

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