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Más vale prevenir…

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Cuando presentaba proyectos de formación sobre prevención y promoción de la salud infantil en diferentes instituciones, la primera pregunta que me hacían era: ¿prevenir, qué?

Vivimos en una época sin precedentes en el campo científico y tecnológico, donde prolifera una gran oferta de programas de prevención de aplicación socio-sanitaria. De hecho, existen cursos de prevención de drogodependencias, de embarazo precoz, de sexualidad infantil o adolescente y un largo etc., aplicados al campo de la salud. Pero todos adolecen de un enfoque parcial y puntual.

Mi propia experiencia como formadora en el Ayuntamiento de San Sebastián tuvo un origen similar. Hace dieciocho años, me contrataron dentro de un programa de «Prevención de Drogodependencias». Desde el principio, aunque progresivamente, logramos transformar un abordaje puntual sobre drogodependencias en un planteamiento preventivo integral desde el inicio de la vida. Comencé el planteamiento global por las escuelas infantiles (cero a tres años) para luego continuar con el resto de las etapas escolares, primero con padres y luego con profesorado. Hoy en día, afortunadamente, se ha creado un departamento de Prevención e Infancia, que sostiene una visión de continuum en el campo de la prevención y el fomento de la salud.

En el ámbito perinatal y prenatal, se producen también muchos abordajes calificados como preventivos. Durante el embarazo se ofrecen ecografías, controles exhaustivos, análisis; durante el parto, monitorización, goteo, oxitocina, episiotomía, epidural etc., todo ello con el objetivo de prevenir.

Con respecto al nacimiento, se realizan pruebas rutinarias destinadas a comprobar el estado de salud del bebé nuevamente con el objetivo de prevenir.

Más allá del cuestionamiento de estas prácticas rutinarias, que afortunadamente tienden a remitir en los hospitales del estado español, ¿qué se pretende prevenir? Parece que se quiere prevenir la mortandad perinatal y garantizar la salud física en el caso del embarazo y el nacimiento. Efectivamente, es importante disponer de la técnica avanzada en caso necesario. Por tanto, si la prevención se mide por la aplicación de aparatos sofisticados destinados a salvar vidas y la aplicación de diversos programas de concienciación, diremos que la prevención institucional existe. Pero prevenir y promocionar la salud infantil o juvenil no sólo es cuidar aspectos físicos o puntuales del desarrollo.

Cuando hablamos de prevención, el proyecto es mucho más global y transformador porque se trata de poner las bases para que, desde el momento de la fecundación, existan condiciones saludables para ese embrión-feto que interactúa con el útero materno y la madre en su globalidad. Se trata de favorecer que la maternidad y la paternidad sean decisiones conscientes y maduras que, a través de preparaciones integrales (psico-corporales), permitan la elaboración de los conflictos irresueltos para evitar su transmisión en la relación con los hijos. Se trata de preparar para un parto no violento, porque la violencia se inicia desde el nacimiento, cuando no se atiende los llantos desgarradores de los bebés, si son separados del regazo materno en condiciones de salud. Se trata de fomentar grupos de lactancia a demanda y prolongada para crear redes de apoyo en la difícil función de convertirse en madre y padre, respondiendo a las incesantes y naturales demandas del bebé. Cuando nace un bebé, nacen una madre y un padre y todo el sistema necesita atención.

Se trata, por tanto, de no interrumpir el abordaje preventivo mencionado antes que se inicia en la gestación-embarazo y debería continuar en los grupos de apoyo a la lactancia prolongada primero, y los grupos de padres-madres después, y de que de forma ininterrumpida en el tiempo éstos pudieran contar con un espacio para compartir dudas y miedos y crecer como padres a medida que acompañan el crecimiento de sus hijos. Es decir, el abordaje de la salud y la prevención infantil debe responder a un proceso continuo en el tiempo, como lo es el desarrollo de un bebé-niño que no se detiene, sino que encuentra interferencias externas en su camino.

No se trata de poner parches ni de realizar programas puntuales. Se trata de proporcionar unas bases mínimas para el desarrollo global de la salud infantil y de forma solidaria, no sólo en Europa, sino a nivel mundial. Este y no otro es el reto actual si queremos un futuro esperanzador para las generaciones venideras: necesidades básicas cubiertas, de nutrición, educación respetuosa y desarrollo integral, sin olvidar a nuestro planeta, que demanda también reparar el daño infligido en su naturaleza, base de nuestra existencia.

Otro objetivo de la prevención es evitar la transmisión intergeneracional. Diversos estudios ponen de manifiesto la capacidad predictiva que las representaciones maternas tienen sobre el tipo de apego que las madres establecen con sus hijos: Leboici (1991) afirma que alrededor del 80 % de las representaciones que las madres tienen sobre sus hijos responden a la transmisión intergeneracional. Y es esta transmisión la que permite «comprender los efectos de los conflictos de la infancia de los padres en el desarrollo de los hijos». Comprenderlos es la base, pero prevenirlos es el objetivo de los «grupos dinámicos de madres y madres».

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