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HORMONA DEL CRECIMIENTO Y SECRETAGOGOS

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Desde mi punto de vista, de las tres hormonas que nos ocupan, ésta es la más controvertida. La razón es bien sencilla: La administración de la hormona del crecimiento (HC) por vía subcutánea o intravenosa ha sido utilizada en el deporte profesional y como fármaco para ciertas patologías desde hace años y sus efectos secundarios son generalmente bien conocidos. Por otro lado, existen productos naturales, presentados como precursores de la HC, cuyos defensores proclaman su efectividad, la ausencia de efectos secundarios y su origen absolutamente natural. Antes de someter a juicio a cualquiera de las dos presentaciones, resumiré algunas nociones básicas de bioquímica relacionadas con la HC.

METABOLISMO DE LA HORMONA DEL CRECIMIENTO

La HC se produce en la glándula hipófisis, que se halla bajo el control del hipotálamo. Desde la hipófisis pasa a la sangre y a través de ésta a todo el cuerpo, donde induce la producción de diversos factores de crecimiento, que son los que realmente hacen crecer los tejidos. El factor de crecimiento más importante es el que se conoce con las siglas IGF-1 (del inglés insulin-like growth factor 1 o factor de crecimiento similar a la insulina-1) que se produce fundamentalmente en el hígado. En los niños, la HC promueve el crecimiento, estimulando la secreción de hormonas (somatomedinas) en el hígado. Las somatomedinas pertenecen a la familia de hormonas del factor de crecimiento parecidas a la insulina, ya mencionadas. Éstas, junto con la HC y la hormona tiroidea, estimulan el crecimiento lineal del esqueleto en los niños. En la infancia y hasta el final de la pubertad (cuando se calcifican los cartílagos de crecimiento y, por lo tanto, se deja de crecer) la hormona del crecimiento es uno de los principales factores que determinan el crecimiento normal; en consecuencia, su ausencia o deficiencia se asocia a un retraso de crecimiento, que se recupera al tratar al niño con inyecciones diarias de HC.

El factor de crecimiento insulínico (IGF-1) es el resultado de una actividad bioquímica hepática compleja a partir de la HC, que podríamos considerar como la forma activa de la HC. Cuando la IGF-1 es distribuida por el organismo, la pituitaria recibe la orden de dejar de producir HC. Los principales órganos sintetizadores de IGF-1 son el hígado, la placenta, el páncreas, los ovarios, el intestino, la médula ósea y la hipófisis. Los seres humanos producimos unos 10 mg al día hasta alrededor de los 30 años; desde ese momento la producción decrece con la edad. La IGF-1 tiene ciertas semejanzas con la insulina y desarrolla potentes efectos anabólicos y en el crecimiento celular, razón por la que se ha utilizado sin restricción en el deporte profesional, ya que en los controles antidopaje, hasta hace poco, no se detectaba.

Los principales órganos diana afectados por la IGF-1, en combinación con la HC, son los músculos, los cartílagos, los huesos, el hígado, los riñones, los nervios, la piel y los pulmones. Es conocida como un factor de desarrollo, capaz de ayudar en la replicación celular. Coopera con el factor de crecimiento derivado de las plaquetas (PDGF, según sus siglas en inglés) para aumentar la capacidad de las células de completar la especialización celular. La actividad anabólica de la HC depende de la producción y presencia de IGF-1, por lo que la dependencia e interacción de cada una de ellas es vital para la otra.

Una diferencia interesante entre la HC y otras hormonas relacionadas con el envejecimiento, como la DHEA o la melatonina, es que la producción de estas últimas decrece con el paso de los años, mientras que la HC no deja de fabricarse, sino que el organismo deposita grandes cantidades para «afrontar» la vejez. El problema radica en que los niveles circulantes son cada vez más bajos, como si el cuerpo perdiera la capacidad de poner en circulación de manera efectiva el exceso de producción. La consecuencia es que, mientras que los depósitos aumentan, la efectividad disminuye. Al mismo tiempo que las grandes multinacionales farmacéuticas siguen comercializando la HC, con los efectos secundarios que puede provocar, otros laboratorios más modestos están buscando la manera de «abrir las puertas de la producción» mediante los llamados secretagogos, nutrientes, básicamente péptidos (aminoácidos) y cofactores, que no presenten efectos secundarios y que pueden permitir, de una manera enteramente fisiológica, estimular el sistema endocrino para liberar su propia HC al torrente sanguíneo.

Distribución básica de la hormona del crecimiento


LOS PELIGROS DE LA HORMONA DEL CRECIMIENTO

Existen algunas patologías que pueden hacer necesaria la prescripción facultativa de la HC, sobre todo cuando su deficiencia provoca un desorden metabólico, falta de crecimiento o una sintomatología claramente asociada a su ausencia o escasez. Sin embargo, no debemos olvidar que, aun en estos casos, está contraindicada cuando existen:

• Antecedentes recientes de tumor.

• Enfermedad grave de pulmón, corazón, hígado o riñón.

• Hipertensión arterial no controlada.

• Imposibilidad para hacer un seguimiento hospitalario periódico.

Todo lo dicho nos permite afirmar que la administración de esta hormona no es nunca inocua. No obstante, la población corre el riesgo de ingerirla de formas sutiles…

La leche de vaca y la IGF-1

La hormona recombinante de crecimiento bovino (rBGH, según las siglas en inglés, también conocida como bovine somatrotopin, o BST) es una copia, obtenida por ingeniería genética, de una hormona que producen naturalmente las vacas. La rBGH está ideada para que las vacas produzcan más leche de la que producirían naturalmente. Funciona alterando la expresión del gen de los transportadores de glucosa de la glándula mamaria, músculo y grasa de la vaca. El gen facilita el trasvase de glucosa a la glándula mamaria, lo que hace que ésta produzca más leche.

Se calcula que las vacas a las que se inyecta diariamente una dosis de rBGH, incrementan su producción entre un 10 y 20%. Sin embargo, los efectos secundarios asociados al uso de la rBGH son numerosísimos, por lo que su uso está prohibido en la Unión Europea, Canadá y otros países. Aun así, la rBGH se ha utilizado en varios países –principalmente en Estados Unidos– durante varios años, lo que ha permitido recoger experiencias inquietantes, sobre todo en lo que respecta a su relación con el cáncer.

Cuando a la vaca se le inyecta rBGH, la presencia de esta hormona en la sangre estimula la producción de IGF-1. El uso de la hormona recombinante incrementa los niveles de IGF-1 en la leche de las vacas. Debido a que la IGF-1 es activa en los seres humanos –originando que las células se dividan–, algunos científicos creen que una ingesta de leche tratada con altos niveles de rBGH podría causar una división y un crecimiento incontrolados de las células. Desde 1993 se han realizado diferentes estudios cuyos resultados alertan sobre los peligros de un exceso de IGF-1. En 1994 dos investigadores británicos informaron que inducía división de células humanas, mientras que, el año siguiente, otro estudio descubrió que favorecía el crecimiento de tumores cancerígenos en animales de laboratorio, previniendo la muerte natural de las células.

En 1996, el profesor Samuel Epstein, de la Universidad de Illinois, Chicago, realizó un detallado estudio de los efectos producidos por la presencia de altos niveles de IGF-1 en los seres humanos. Los resultados revelaron que las concentraciones de IGF-1 existente en la leche de las vacas tratadas con rBGH pueden provocar cáncer de mama y colon entre las personas bebedoras de leche. La conclusión de Epstein fue contundente:

Con la complicidad de la FDA [siglas de Food and Drug Administration, la agencia del gobierno estadounidense encargada de la regulación de los alimentos], toda la nación está siendo sometida a un experimento a gran escala que supone la adulteración de un alimento básico muy antiguo por un producto biotecnológico pobremente caracterizado y sin etiquetado [...] que posee grandes peligros potenciales para toda la población estadounidense.

Dos estudios dados a conocer recientemente parecen confirmar los hallazgos del profesor Epstein. Una investigación realizada por American Women, publicada en The Lancet en mayo de 2006, revela que la probabilidad de contraer cáncer de mama entre las mujeres premenopáusicas aumenta siete veces en aquellas que presentan niveles altos de IGF-1 en la sangre. Otro estudio, publicado en Science en enero del mismo año, demostró que el riesgo de padecer cáncer de próstata se multiplica por cuatro entre los hombres con altos niveles sanguíneos de IGF-1.

Estas investigaciones nos deben hacer pensar seriamente en dos cuestiones antes de decidirnos a utilizar la hormona del crecimiento o a estimular en exceso los niveles de IGF-1: primero, la HC y su forma activa la IGF-1 están directamente relacionadas con la proliferación celular, por lo que si existe el más mínimo riesgo de desencadenar un proceso cancerígeno, puede ser contraproducente su uso, y, segundo, como cualquier terapia hormonal, no está carente de efectos secundarios.

SECRETAGOGOS DE ORIGEN NATURAL

Se trata de compuestos naturales que estimulan la hormona del crecimiento de manera fisiológica. Influyen sobre la glándula pituitaria para que libere HC y optimizan las principales reacciones enzimáticas vinculadas a la conversión en IGF-1 y su actividad. Algunos de los aminoácidos generalmente recomendados son: la L-arginina, la L-lisina, la ornitina (en forma de ketoglutarato), la L-glutamina, la L-glicina y el cromo GTF, como cofactor.

Los laboratorios que comercializan estos secretagogos indican que estas fórmulas pueden aumentar la energía y la resistencia durante el ejercicio físico, reducir la fatiga, mejorar la actividad sexual, potenciar la salud cardiovascular, disminuir la aparición de arrugas y frenar el envejecimiento, reducir los niveles de estrés, mejorar la osteoporosis y optimizar las funciones cognitivas. Yo no puedo, personalmente, dar fe de ello, dado que ni he probado este tipo de productos ni los he recomendado. Sin embargo, si se tienen en cuenta las actividades metabólicas y bioquímicas en las que participan estos aminoácidos no me sorprende que, efectivamente, se obtengan mejorías y efectos beneficiosos en algunos de los campos que se indican.

Existen, por otro lado, maneras sanas y baratas de estimular los niveles de la hormona del crecimiento de forma fisiológica y natural. Así, por ejemplo, es sabido que la obesidad y el exceso de grasa son enemigos de la HC. También es cierto que el ejercicio físico regular favorece la actividad de la IGF-1, en especial el entrenamiento con pesas. Finalmente, los ácidos grasos EPA y DHA, presentes en el aceite de pescado, estimulan los niveles de IGF-1. Estos procedimientos biológicos de optimizar la secreción y potenciar las funciones de HC e IGF-1 no tendrán nunca efectos secundarios y sí muchos beneficios, claramente cuantificables.

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