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INTRODUCCIÓN UN PUNTO DE VISTA EQUILIBRADO SOBRE EL ENVEJECIMIENTO

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Además de cambiar la apariencia física, envejecer significa, generalmente, pérdida de energía, disminución de la libido, depresión del tono vital, pérdida de masa muscular y ósea, deterioro del sueño y las funciones cerebrales y cognitivas. Éstas son razones suficientes para que nadie desee envejecer, y con mayor razón si se piensa que, en todo caso, es la antesala de la muerte. Sin embargo, un antiguo proverbio dice que «la canicie es corona de hermosura cuando se halla en el camino de la justicia». Ciertamente, hay algo hermoso en la sabiduría que emana de los mayores. La experiencia, el consejo atinado, el sosiego de quien conoce aquello que no merece la pena y el acierto al valorar lo importante. Pero a todo esto no se concede demasiada importancia en sociedades como la nuestra, donde sólo se valora al que tiene buen aspecto, al que es dinámico y resolutivo (aunque sea precipitado), donde hipócritamente se dice que «la arruga es bella» (si la tiene otro), donde se gastan cada año en cosméticos (sólo en España) casi diez mil millones de las antiguas pesetas, donde los gimnasios, las clínicas de estética y otros establecimientos por el estilo tienen el futuro garantizado...

¿Y si pudiéramos llegar a una edad avanzada, con las ventajas que esto supone y sin las desventajas que comúnmente se le asocian, como las indicadas? La lectura de El milagro de la melatonina me llevó a la conclusión de que es fácil perder la ecuanimidad en lo que respecta a las pretensiones de longevidad. Su autor, el reconocido investigador Walter Pierpaoli, se expresa con un optimismo desbordante sobre las expectativas de futuro para quienes consiguen recuperar o potenciar su sistema endocrino e inmunológico, cuando dice:

Los años seguirán pasando, como también las décadas. Pero a medida que lo hagan, las transiciones entre los sesenta y los setenta, entre los ochenta y los noventa, e incluso a los cien y más, no serán más accidentadas que las transiciones de los veinte a los treinta y cuarenta. Cada año que transcurra no va a dejar su sello de decadencia. No nos vamos a deteriorar ni marchitar.

Sinceramente, creo que sí es posible evitar muchas de las «vallas» que complican la carrera de la vida, pero hoy por hoy, esa carrera tiene un final.

Al analizar el concepto de envejecimiento y enfermedad resulta inevitable reflexionar sobre el planteamiento que la medicina general realiza, en especial en los países industrializados, a la hora de tratar a los pacientes ancianos. Generalmente los médicos tienen asumido el concepto de que el envejecimiento es una caída en espiral que pasa por una serie de enfermedades degenerativas para, finalmente, acabar en la muerte. Cuando atienden a sus pacientes de mayor edad, acostumbran a considerarlos como «viajeros con billete de ida» solamente, y cada enfermedad es una desagradable pero inevitable parada a lo largo del camino. ¿No es cierto que los ambulatorios, más recientemente llamados centros de salud (no creo que el término refleje la realidad), están llenos de personas mayores que deambulan de un especialista a otro, para que cada uno de ellos, y por separado, se encargue de una pieza del engranaje del envejecimiento?

Recuerdo, en este sentido, una de las críticas hechas por Jean Seignalet, eminente médico y biólogo, uno de los padres de la dietoterapia, acerca de la visión especializada de la medicina contemporánea:

La creciente complejidad de la medicina ha llevado a la mayor parte de clínicos e investigadores de alto nivel a una especialización cada vez más estrecha. Por tanto, no conocen más que algunas facetas de un estado patológico, pero no las otras. Esta visión parcial les impide llegar a una concepción global del problema.

No debemos olvidar que estas afirmaciones fueron hechas por uno de los profesionales de la salud con una carrera más dilatada y amplia (40 años dedicados a la medicina y la biología), considerado uno de los mayores expertos mundiales en el área de la nutrición terapéutica de las últimas décadas.

Efectivamente, muchos médicos de gran talento y formación clásica «no ven el bosque por acercarse a contemplar las intrincadas formas de la corteza del árbol». No ven al paciente como un todo. Muchos de ellos son excelentes profesionales en su especialidad, pero, con todos mis respetos, su visión es parcial y sintomática. La enfermedad subyacente, la definitiva, es el envejecimiento y el deterioro de los diferentes órganos y sistemas. Como mostraré en esta obra, cuando los sistemas inmunológico y endocrino no funcionan correctamente y, además, existe una elevada proliferación de radicales libres (moléculas oxidativas), podemos esperar la aparición de cualquier tipo de enfermedad. Pero hay que añadir también los hábitos alimentarios y el equilibrio emocional, que, por sí solos, pueden condicionar totalmente el funcionamiento de estos sistemas vitales.

La visión global nos permite no sólo tratar de manera más eficaz trastornos típicos del envejecimiento, sino reforzar el cuerpo entero y todos sus órganos y sistemas, con el objetivo de ralentizar el envejecimiento, mantener alejada la enfermedad y no estar inevitablemente abocados a padecer en los últimos años de nuestra vida.

En los próximos capítulos analizaré muchos de los argumentos presentados a favor de diferentes técnicas de antienvejecimiento, pero también mostraré que debemos ser juiciosos y plantearnos un objetivo asequible y real en la lucha contra el envejecimiento: vivir más años, pero sobre todo ganar calidad de vida. En definitiva, que las últimas etapas de nuestro paso por este mundo no tengan que estar inevitablemente acompañadas de dolores, achaques, incapacidades y todo un repertorio de fármacos cuyo único objetivo es tapar las goteras a medida que van saliendo. Si este objetivo te parece, apreciado lector, atractivo y deseable, te invito a que me acompañes en este apasionante viaje, donde todos los aspectos de una vida saludable (bioquímica, alimentación y complementos dietéticos, ejercicio físico, equilibrio emocional…) son tratados y encuadrados dentro de este loable fin: disfrutar de una vida más plena y satisfactoria, aun en las últimas décadas.

Antienvejecimiento

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