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¿CUÁL ES EL ORIGEN DE LOS RADICALES LIBRES?

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En el curso normal de su metabolismo, nuestro organismo produce radicales libres y, aunque puede canalizarlos hacia la producción de energía e incluso en algunas células ser utilizados como armas para destruir virus y bacterias, cuando son generados en cantidades excesivas, su energía, extremadamente alta, puede dañar los tejidos.

Veamos cuáles son algunos de los radicales libres más importantes.

SUPERÓXIDO (O2-)

El superóxido se forma durante el procesamiento normal del oxígeno molecular por parte del cuerpo. Es una molécula de oxígeno con un electrón de más, el más común de todos los radicales libres. Sus blancos favoritos son las membranas celulares, las mitocondrias y los cromosomas. El «superhéroe» capaz de enfrentarse a este agresivo radical es la enzima SOD (superóxido dismutasa), que lo descompone catalizando una reacción entre dos moléculas de superóxido y dos de hidrógeno. Si esta neutralización no se produce con suficiente rapidez, por falta de SOD, el superóxido seguirá buscando otro electrón y el daño oxidativo estará asegurado. Más adelante explicaré cómo optimizar la SOD.

PERÓXIDO DE HIDRÓGENO (H2O2)

Se puede considerar que es un derivado de la descomposición de los superóxidos, ya mencionados. Aunque no es tan reactivo como éstos, también es altamente oxidativo. El poder del peróxido de hidrógeno, o agua oxigenada, lo podemos comprobar con nuestros propios ojos: basta con observar lo que ocurre al verterla sobre una herida abierta, ¡y eso que está diluida al 5%! ¿Imaginamos su poder a nivel celular? Afortunadamente, para hacer frente a este segundo enemigo contamos con otros dos «superhéroes»: las enzimas GPX (glutatión peroxidasa) y catalasa. La primera es la encargada de combatir la agresión del peróxido de hidrógeno en el medio graso y la segunda, responsable de la protección en el medio acuoso. Cuando estas dos enzimas terminan su trabajo, el peróxido de hidrógeno (H2O2) se ha transformado en agua (H2O) y oxígeno (O2).

Uno de los efectos más indeseables de la proliferación de radicales libres es la peroxidación lipídica, cuyo máximo responsable es el peróxido de hidrógeno. El cáncer de hígado también se ha relacionado directamente con la proliferación de este radical libre. De hecho, tanto el peróxido de hidrógeno como el superóxido están directamente relacionados con alteraciones en los patrones del ADN sobre la duplicación celular, antesala de cualquier proceso cancerígeno. Posteriormente explicaré cómo optimizar la GPX y la catalasa.

RADICAL HIDROXILO (OH)

Cuando la GPX no realiza debidamente su labor sobre el peróxido de hidrógeno, antes mencionado, éste no se transforma completamente en agua y el resultado es un derivado muy tóxico: el radical hidroxilo, extremadamente peligroso debido a su rápida forma de actuar. En tan sólo una milésima de segundo roba un átomo de hidrógeno a cualquier otra molécula que toque, extendiéndose de manera devastadora. La encargada de «pararle los pies» a este agresivo radical es, fundamentalmente, la metionina reductasa, aunque, como luego veremos, algunos nutrientes antioxidantes han demostrado también ser muy activos contra él.

OXÍGENO SIMPLE (1O2)

Aunque el oxígeno normal (O2) es muy estable, al exponerse a la luz solar, el enlace químico se rompe y el oxígeno resultante (1O2) es peligroso. Se ha relacionado con enfermedades articulares, como la artritis y, por supuesto, con lesiones en el cristalino (cataratas) y la retina (degeneración macular). Los antioxidantes, en general –que luego comentaré–, son buenos neutralizadores del oxígeno libre, pero existe un grupo de ellos especialmente interesantes cuando se presentan patologías oculares, en las que la elevada oxidación es evidente: licopeno, luteína, antocianos, betacaroteno, histidina y vitamina E.

Por otra parte, existe otra fuente indeseable de radicales libres, que no son derivados de nuestro propio metabolismo, como los que acabo de mencionar, sino moléculas tóxicas exógenas. Muchas de ellas son consecuencia de factores medioambientales o de hábitos de vida propios de la sociedad actual. Entre las más representativas cabe destacar: la radiación ultravioleta, el humo del tabaco, los aceites procesados, los polucionantes atmosféricos (gases de escape de los vehículos, cuerpos sulfurados, halógenos, etc.) y de las aguas (nitratos, fosfatos, detergentes, etc.), las margarinas de aceite hidrogenado, los alimentos asados o a la brasa, los alimentos carbonizados, los metales pesados (plomo, cadmio, aluminio, mercurio, etc.) presentes en algunos alimentos procesados y en derivados de la industria, los aditivos alimentarios, los pesticidas y abonos químicos y algunos medicamentos. En el próximo capítulo abordaré con detenimiento estos y otros factores que incrementan la producción de radicales libres.

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