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EJES DOMINANTES Y TIPOLOGÍA

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Se puede decir que hay personas que reaccionan «por naturaleza» (por constitución) de manera activa frente al estrés. Su eje más activo es el del sistema nervioso simpático autónomo (SNSA) o adrenérgico. A este tipo de individuo se le puede denominar dominante o adrenérgico. Generalmente es el que, como se suele decir en lenguaje coloquial, «salta» con facilidad, reacciona rápidamente frente a una supuesta amenaza o, como se dice también vulgarmente (sin suponer lo certero del comentario), le sube la adrenalina en cuanto le incordian un poco. Como en todo rasgo de personalidad o tendencia fisiológica, hay «grados» y de los años y las experiencias vividas se aprende. Por naturaleza el adrenérgico no se resigna y pelea por conseguir sus objetivos, aunque se encuentre con una clara oposición.

La otra cara de la moneda sería el individuo que constitucionalmente presenta un mayor predominio del eje hipotálamo-hipófisis-suprarrenal (HHS). A este individuo lo podemos llamar dominado o corticosuprarrenal. Por naturaleza, se toma la vida con más tranquilidad que el adrenérgico y prefiere ceder ante él. También en este caso existen grados, pero como en el anterior el paso del tiempo enseña a rebelarse y «sacar» lo que uno tiene dentro o, de otro modo, como ya hemos indicado, se desarrollarán patologías. Cada una de estas maneras de enfrentarse a la vida, la cual no deja de ser una carrera por la supervivencia, producirá diferentes trastornos de salud, que no son difíciles de adivinar:

Tipo adrenérgico. Agresividad, angustia, insomnio, peor concentración, confusión mental, trastornos digestivos con tendencia diarreica, hipersensibilidad neuromuscular, disfunciones sexuales, hipertensión arterial, taquicardias, etc. Personalmente he observado que este tipo es más vulnerable a las enfermedades hepáticas y a una enfermedad «de moda», la fibromialgia. En esta obra no voy a tratar este trastorno, pero es inequívoca la relación existente entre la actividad de ciertas enzimas hepáticas y esta enfermedad, que es un verdadero «cajón de sastre».

Tipo corticosuprarrenal. Pasividad, astenia, aumento de peso, trastornos digestivos con tendencia al estreñimiento, trastornos cutáneos, debilidad inmunitaria, diabetes o hipoglucemia reaccional, algunos trastornos cardiovasculares, etc. También creo que es en este eje dominante donde se asienta otra enfermedad «de moda», el síndrome de fatiga crónica.

Ambos tipos de personalidad pueden conducir a una depresión nerviosa, pero podemos decir que el adrenérgico pasará previamente por la antesala de la angustia y el hipernerviosismo. Los picos o fases agudas de estrés con el paso de los años, le provocarán también crisis existenciales y momentos de desánimo, más o menos profundo, aunque por naturaleza sea más luchador que el individuo corticosuprarrenal. En este segundo tipo la depresión es más habitual y, si tiene la mala suerte de vivir con un adrenérgico típico será un dominado(a) mientras dure la relación, que, en muchos casos, por desgracia, como ya he indicado, puede ir acompañada de maltrato físico o psíquico. Esta situación es extrapolable a otras relaciones interpersonales, como la laboral.

No es necesario ser profesional de la salud para darse cuenta de que, por naturaleza, solemos escoger como compañero de viaje a alguien con un eje dominante contrario al nuestro. Es la ley de la compensación de fuerzas, que la medicina tradicional china incluye desde hace siglos. Lo que, en un principio, nos atrae es justamente lo que, a la larga, si no se equilibra, puede hacernos la vida imposible. Recientemente leí una frase que me gustó para entender la necesidad de buscar el equilibrio: «Enamorarse es amar las afinidades y amarse es enamorarse de las diferencias». Por el bienestar físico y psíquico propio y el de nuestro compañero(a) de viaje esa tendencia constitucional debe ser equilibrada. ¿Cómo? Evitando aquellos hábitos (alimentos, ocio, tipo de ejercicio físico, etc.) que acentúan el «terreno dominante». Por ejemplo, y aunque sea una obviedad, a alguien con un terreno o eje dominante adrenérgico no le convienen los alimentos salados o picantes, comer carne en exceso, las películas violentas o el ejercicio físico extenuante. Una alimentación sana con predominio de alimentos vegetales y el ocio y el ejercicio físico relajantes ayudarán a equilibrar su tendencia.


Un estudio representativo

Investigadores de la Universidad de California, en San Francisco (Estados Unidos), han mostrado por primera vez el impacto del estrés psicológico crónico en el proceso de envejecimiento a través de su efecto sobre tres factores biológicos: la longitud de los telómeros, la actividad de la telomerasa y los niveles de estrés oxidativo. Los resultados muestran que el estrés disminuye la actividad de los telómeros y está relacionado con el envejecimiento celular.

Según Elizabeth Blackburn, coordinadora del estudio, el estrés crónico y la percepción del estilo de vida presentan un gran impacto en tres factores biológicos –la longitud de los telómeros, la actividad de la telomerasa y los niveles de estrés oxidativo– asociados al sistema inmune celular en mujeres premenopáusicas sanas. La investigación contó con la participación de 58 mujeres de entre 20 y 50 años, madres de niños con enfermedades crónicas o sanos. Obviamente, las mujeres que tenían un hijo enfermo mostraron niveles más elevados de estrés. De hecho, los telómeros en las participantes que mostraban una mayor percepción del estrés psicológico habían experimentado el envejecimiento adicional equivalente a 10 años, en comparación con las que presentaban un menor nivel de estrés percibido. Asimismo, el grupo con más estrés presentaba niveles significativamente más bajos de actividad de la telomerasa, lo que representaba un impacto importante en su longitud y sugería que el estrés podía estar relacionado con la regulación del envejecimiento celular. El tiempo dedicado a la actividad de cuidadora aumentaba considerablemente el efecto del estrés psicológico sobre el proceso de envejecimiento. «Cuantos más años pasaban en una situación estresante, más cortos eran los telómeros y más baja su actividad», apunta Blackburn.

Después de todo lo visto, no se necesitan conocimientos científicos o médicos para comprender que el estrés continuado genera inmunosupresión y es el caldo de cultivo ideal para el desarrollo de todo tipo de enfermedades complejas y degenerativas. Y todo ello, claro está, además de acelerar el envejecimiento. No es posible, por lo tanto, realizar una eficaz terapia antienvejecimiento sin una buena gestión del estrés. Digo «gestión del estrés» porque, evidentemente, una cierta cantidad de estrés no es contraproducente: nos hace sentirnos vivos y permite al organismo poner en funcionamiento ciertos mecanismos fisiológicos vitales. Es el estrés continuado y mal gestionado, o los grandes traumas que generan picos de estrés nocivos, lo que debemos evitar si no queremos envejecer prematuramente. Quién no ha oído decir a alguien en alguna ocasión que «este o aquel disgusto le han envejecido 10 años»; pues bien, detrás de esta socorrida frase se encuentra una compleja realidad.

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