Читать книгу Antienvejecimiento - Felipe Hernández Ramos - Страница 36

ALIMENTOS VIVOS PARA SEGUIR VIVOS

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Ésta es una regla de oro para mantener la vitalidad y frenar el envejecimiento. ¿A qué me refiero con la expresión «alimentos vivos»? Indudablemente no a carne o pescado que lleva días muerto, ni a vegetales recolectados hace semanas, ni a productos enlatados o conservas, verdaderos «féretros» de células muertas. En muchos poblados remotos de cazadores y pescadores, donde desconocen el riesgo de las bacterias, consumen por instinto la caza o la pesca del día. Los pueblos longevos mencionados anteriormente no sólo comen poca carne, sino que cuando la comen es de animales no cebados ni hormonados y matados en el día para su consumo.

Hoy día, en cualquier hipermercado, es necesario evitar la mayor parte de lo que se presenta para consumo humano. Carnes de baja calidad, pescado de piscifactoría (alimentado con piensos poco nutritivos), frutas recolectadas verdes y maduradas en cámaras (además de contener pesticidas) y enlatados y envasados de casi todo... Es curioso observar que esta última tendencia está cada vez más arraigada: estanterías llenas de alimentos precocinados y enlatados, que permiten ofrecer unas alubias a la asturiana con su chorizo y tropezones cocinada hace meses, una ensalada de bonito que lleva semanas en la tienda o una amplia gama de precocinados congelados, con atractivos nombres como «braseado de verduras con gambas». Y en los anuncios de televisión aún se presentan muchos de estos platos precocinados como la mejor alternativa para comer sano y rápido. Yo me pregunto: pero ¿tanto tiempo se necesita para trocear unas verduras frescas y saltearlas brevemente con un buen aceite de oliva virgen? Nos hemos vuelto unos comodones, que sólo pensamos en trabajar para ganar dinero y permitirnos toda clase de caprichos, sin damos cuenta de que el tiempo pasa y lo que parecen pequeñas cosas resultan ser algunas de las más importantes de la vida, como, por ejemplo, buscar alimentos de calidad, «vivos», frescos, y luego prepararlos (lo cual no lleva mucho tiempo –ver frase de Pitágoras en el encabezamiento del capítulo–) con cariño y cuidado.

El doctor M. Gotthelf Scola, pionero de la «alimentación antropológica» y ex asesor del Ministerio de Sanidad de Venezuela, señala que «un solo gramo de carne comprado en los repartidores (supermercados) autorizados suele contener unos 60, 120 y hasta 180 millones de bacilos putrefactivos». El ilustre nutrólogo sueco Are Waerland considera cada gramo de carne (especialmente la que no es fresca) como un «caballo de Troya, que introduce en nuestro organismo millones de bacilos hostiles». Si estas afirmaciones parecen exageradas, baste pensar en la penetrante y rápida fetidez que se desprende del más pequeño pedacito de carne, olvidado durante poco tiempo entre los dientes…

En la actualidad, es posible encontrar tiendas de alimentos ecológicos con garantía de frescura, menor manipulación y carente de pesticidas químicos (se pueden usar orgánicos) en cualquier ciudad. De cualquier modo, si no tenemos a nuestro alcance vegetales ecológicos, debemos buscar los más frescos y, antes de comerlos, sumergirlos en un recipiente con agua, al que le habremos añadido 10 gotas de extracto de semilla de pomelo, que se vende como complemento dietético. Este extracto se ha mostrado activo contra decenas de bacterias y virus y es un excelente remedio natural para lavar las verduras y las frutas. En algunos casos, como el tomate, debemos, además, pelarlo, pues los pesticidas se adhieren de tal forma a la piel que es imposible eliminarlos de otra manera.

En la segunda parte de la obra ofrezco abundante información práctica para conocer los fundamentos de una alimentación sana que frene el envejecimiento y promueva la salud.

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