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PRODUCTOS QUÍMICOS TÓXICOS

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Esta denominación incluye: disolventes (materiales de limpieza, formaldehído, tolueno, benceno, etc.), pesticidas, herbicidas, aditivos alimentarios, fármacos, alcohol y otros tóxicos.

La exposición a estos productos puede producir síntomas psicológicos y neurológicos, como depresión, dolores de cabeza, confusión mental, hormigueo en las manos y los pies, reflejos nerviosos anormales y otros signos de deterioro del sistema nervioso, extremadamente sensible a estas sustancias químicas. Se ha observado una mayor incidencia de alergias respiratorias en personas con exposición habitual a estas sustancias.

El órgano que se encarga principalmente de filtrar este tipo de toxinas es el hígado, que afortunadamente tiene una gran capacidad de depuración. Es lógico que todo tratamiento nutricional que tenga como objetivo la desintoxicación otorgue un lugar preponderante a este órgano. Por esta razón, en la desintoxicación celular es interesante utilizar nutrientes que ayuden a los mecanismos del hígado, tales como metionina, taurina, glutatión, antioxidantes, alcachofera, rábano negro, etc.

Los pesticidas merecen una mención aparte, puesto que es imposible evitarlos completamente, no tanto por su presencia en los alimentos (se pueden comer alimentos de procedencia ecológica y biológica), sino porque también están presentes en el aire que respiramos. Según la Agencia de Protección del Medio Ambiente, setenta de los pesticidas más comunes pueden causar cáncer. Algunas enfermedades inmunológicas también se han vinculado con el contacto con pesticidas.

Se estima que existe casi un millón de casos por intoxicación de pesticidas en todo el mundo (OMS, 1990), con un 1% de casos letales, cifra que en los países industrializados y a largo plazo aumenta entre el 4% y el 9%. Los desórdenes pueden ser neurológicos o psiconeurológicos, con efectos sutiles en el sistema nervioso central, causando un alto porcentaje de siniestralidad laboral (accidentes con maquinaria agrícola y aviones de fumigación), ya que los plaguicidas causan pérdida de conciencia y alteraciones en el tiempo de reacción. La entrada en el organismo se puede efectuar a través de la piel, la respiración o la ingesta por exposición laboral, el hogar (falta de

Factores que promueven el envejecimiento


prevención o mala utilización) o la fumigación de los alimentos. Se han encontrado residuos de organoclorados y organofosforados en personas que no tienen contacto con pesticidas, casos en los que la ingesta se ha producido a través de la alimentación. El lindano y otros insecticidas son una importante vía de contaminación y pueden potenciar otros agentes nocivos. Los organofosforados, más utilizados, tienen efectos agudos tanto en el sistema nervioso central como en el periférico. Producen inhibición de la acetilcolinesterasa (del 20 al 50% se considera intoxicación leve, del 50 al 90%, moderada y de más del 90% grave) en el tejido nervioso, debido a la acumulación del transmisor químico acetilcolina en la sinapsis de los órganos efectores. Los efectos, relacionados de moderados a leves, son: tensión, ansiedad, intranquilidad, labilidad emocional, vértigo, insomnio, trastorno del sueño, pesadillas, cefaleas, tremor, dificultades en la concentración, memoria y confusión.

Una obviedad que, con frecuencia, se pasa por alto es que debemos conocer bien la procedencia de los alimentos que ingerimos. En este sentido, no soy partidario de consumir productos procedentes de países que no realizan un control fiable del uso de pesticidas. Aunque la legislación existente al respecto en la Unión Europea se puede indudablemente mejorar, ofrece una mayor garantía al consumidor en relación con otras zonas del mundo donde el control alimentario es menor. Por otra parte, los alimentos envasados con un tiempo de conservación muy largo son susceptibles de contener aditivos y conservantes más agresivos que un producto con una caducidad menor.

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