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LOS ADITIVOS ALIMENTARIOS

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Un aditivo alimentario es «toda sustancia que, sin constituir por sí misma un alimento ni poseer valor nutritivo, se agrega intencionalmente a los alimentos y bebidas en cantidades mínimas con objeto de modificar sus caracteres organolépticos o facilitar o mejorar su proceso de elaboración y/o conservación» (decreto 336/75, BOE 11-3-1975). Pueden tener un origen natural o haber sido obtenidos por síntesis, artificialmente, añadiéndose a los alimentos con el fin de evitar o retrasar su descomposición, mejorar su sabor, cambiar su color o reforzarlo, alterar su textura o mantener su calidad nutritiva. Generalmente, los de origen natural suelen resultar mucho más inocuos que los de síntesis.

A lo largo de los siglos se han utilizado siempre aditivos para conservar los alimentos (sal, vinagre, especias, ahumados, etc.), pero la triste realidad es que, en la actualidad, la industria agroalimentaria puede llegar a utilizar más de 2.500 aditivos, la mayoría artificiales, en un mercado que mueve más de 1.500 millones de dólares al año.

Los organismos oficiales siguen algunos controles para catalogar y prohibir los aditivos que resultan dañinos, aunque la información es escasa y, a menudo, equivocada. Para conocer detalladamente los 300 aditivos que están autorizados en España (el resto han de ser evitados completamente), se pueden consultar los siguientes BOE: 22-1-1996 para los colorantes, 12-1-1996 para los edulcorantes y 22-3-1997 para el resto. También es útil la Guía de aditivos, conservantes y colorantes publicada por la editorial Obelisco en 1997.

Los colorantes

Según el Comité Consultivo de los Consumidores, que agrupa a diversas asociaciones de Europa, «las materias colorantes constituyen el ejemplo perfecto del aditivo inútil. Su uso no se debe a ninguna justificación tecnológica. Contribuyen a dar a los alimentos un aspecto particularmente adulador que, de hecho, constituye un engaño. En estas condiciones, la coloración artificial de los alimentos es una práctica inaceptable para los consumidores».

LOS CONSERVANTES

El objetivo de los conservantes es impedir que proliferen los microorganismos en los alimentos, evitando así su deterioro. Los antisépticos y los ácidos luchan contra la proliferación de bacterias y los antioxidantes combaten la oxidación de los alimentos en contacto con el aire. Cada persona consume anualmente más de 40 kilos de conservantes, muchos de ellos de dudosa efectividad y con riesgos importantes para la salud. Por ello, no dejamos de recomendar el regreso a una agricultura ecológica y al consumo de alimentos frescos, de modo que transcurra el menor tiempo posible entre su recogida y su consumo.

LOS ANTIOXIDANTES QUÍMICOS

Los antioxidantes evitan el deterioro de los alimentos al entrar en contacto con el aire, y aunque existen antioxidantes naturales eficaces, como las vitaminas C y E o ciertos pigmentos vegetales, la industria utiliza generalmente otros de origen sintético, más baratos y de peor calidad.

LOS EDULCORANTES

Los edulcorantes siguen la moda light, aunque no existe constancia de que ayuden realmente en la pérdida de peso. Sin embargo, sí se acumulan pruebas sobre los efectos nocivos de muchos de ellos para la salud. La legislación española permite el uso de seis edulcorantes, que a continuación detallamos, más otros seis si sumamos el grupo de los polioles.


El aspartamo y la sacarina merecen una mención especial, pues existen evidencias de que pueden ser nocivos para la salud y hasta extremadamente nocivos, como quizás se demuestre con el tiempo. De hecho, se ha comprobado que el consumo frecuente de sacarina a lo largo de los años produce cáncer, la razón de que en Francia y Canadá esté prohibida, mientras que en Estados Unidos es obligatorio indicar en la etiqueta que algunos componentes de la sacarina pueden ser peligrosos para la salud. El aspartamo, por su parte, parece estar en el origen de algunos problemas neurológicos y degenerativos graves.

¿DEBEMOS O NO UTILIZAR ADITIVOS?

Evidentemente conviene evitar aquellos aditivos que son especialmente nocivos; sirvan como ejemplo el grupo de los azoicos o los dos edulcorantes indicados. Los aditivos que los especialistas han indicado como peligrosos son los que presentan suficientes evidencias como para creer en su toxicidad o aquellos que son especialmente tóxicos al interactuar con otros o con fármacos de uso habitual. Sin embargo, no debemos obsesionarnos con los aditivos de todos los alimentos procesados, aparte de que, como decía Paracelso, «es la dosis la que hace el veneno». De hecho, muchos alimentos naturales, consumidos en dosis masivas (grasas animales, alcohol, lácteos), pueden ser también nocivos. Entonces, ¿qué recomendaciones prácticas podemos dar a quienes deseen mantener una salud óptima, protegiéndose en este sentido?

• Procurar que la alimentación sea lo más natural posible y libre de manufacturación y procesados. Cuantos menos intermediarios existan entre el producto en origen y el consumidor, mucho mejor.

• Realizar una lista de los alimentos procesados que habitualmente se consumen (diariamente o más de tres veces a la semana) y tomar nota de los aditivos que contienen, descartando en la alimentación habitual los que contengan aditivos catalogados como peligrosos.

• Descartar los que sean particularmente nocivos y, al mismo tiempo, de consumo muy generalizado. Un ejemplo puede ser el aspartamo.

Para obtener una información más detallada acerca de este tema, recomiendo leer el capítulo 10 de mi libro Que tus alimentos sean tu medicina, publicado por esta misma editorial, además de consultar las fuentes indicadas al comienzo de este apartado o visitar la página web www.dorway.com.

En cualquier caso, los aditivos alimentarios químicos son queladores de oligoelementos vitales para la salud celular y susceptibles todos ellos de provocar alteraciones enzimáticas, en especial cuando se toman junto con medicamentos y/o el sistema inmunológico es frágil.

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