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PRÓLOGO DE RICARDO GAMPEL

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Escribir un libro supone un gran esfuerzo intelectual, y más aún cuando se trata de una obra de carácter científico de la envergadura de la presente, con la que Felipe Hernández vuelve a sorprendernos con su habitual maestría y notables virtudes pedagógicas.

Abordar la complejidad de temas tales como el envejecimiento; los factores que lo condicionan; los cambios bioquímicos que acompañan al inexorable deterioro de nuestros tejidos y por tanto a las funciones inherentes a los mismos; la influencia de la alimentación; el análisis y desarrollo de las terapias antienvejecimiento basadas en la aplicación de los principios básicos de la nutrición ortomolecular y la importancia de los llamados complementos dietéticos antienvejecimiento, implican una ardua y meticulosa tarea que podemos apreciar en esta magnífica obra, que sin lugar a dudas ha de contribuir al mejor conocimiento de la temática aquí desarrollada.

Desde la más remota antigüedad, el hombre ha buscado la forma de detener el avance del tiempo y sus efectos sobre el natural proceso de envejecimiento. Existe, en este sentido, una importante bibliografía sobre las distintas tentativas y procedimientos utilizados a lo largo de la historia de la Humanidad, en la ansiada búsqueda del «elixir de la juventud» que garantizaría la detención del inexorable efecto del paso del tiempo sobre nuestras estructuras orgánicas.

Los recientes avances en el campo de la biología, la bioquímica molecular y la genética, asociados a una mejora manifiesta en las condiciones existenciales de un amplio sector de la población mundial, han permitido un notable incremento en las expectativas de vida, es decir, en el promedio de años de vida de las personas. Destaca, muy especialmente, el mejor conocimiento del que se dispone en la actualidad sobre las principales causas del envejecimiento, a saber:

- el proceso oxidativo u oxidación desencadenado por sustancias inestables y altamente reactivas llamadas radicales libres.

- las alteraciones cromosómicas y el consiguiente daño genético.

- la acumulación intra y extracelular de toxinas.

- las disfunciones hormonales que se producen a partir de cierta edad.

- los desequilibrios nutricionales provocados por dietas incorrectas.

Todos estos factores actuando de forma simultánea han de contribuir, según revelan los estudios bioestadísticos, a acelerar el proceso de envejecimiento asociado en la mayoría de los casos con una considerable pérdida de la calidad de vida.

A medida que envejecemos, las células y tejidos que conforman nuestro organismo experimentan cambios que conducen al deterioro y muerte de las mismas. Es posible apreciar, en estas circunstancias, una pérdida de eficacia y capacidad para reparar el material dañado, al tiempo que los tejidos se tornan más rígidos. Así por ejemplo, los pulmones y el músculo cardiaco se dilatan con menor eficacia; los vasos sanguíneos se endurecen; los ligamentos y tendones se tensan y los huesos se descalcifican, con la consiguiente pérdida de material óseo y riesgo de fracturas.

El envejecimiento es un proceso continuo e irreversible, asociado a una pérdida progresiva de la capacidad de adaptación, que es posible prevenir a través de terapias adecuadas que tienden a eliminar o reducir la exposición a los factores de riesgo de una senilidad prematura. Ello implica controlar las patologías propias de cierta edad cronológica de nuestra existencia o de una mayor incidencia de las mismas; la corrección de hábitos nocivos para la salud como el tabaquismo o beber alcohol en forma abusiva, con una regulación dietética y una práctica de actividades físicas destinadas a evitar las consecuencias del sedentarismo.

Es de destacar, en este sentido, la utilización de antioxidantes a los efectos de proteger nuestro organismo del daño producido en las estructuras celulares por los radicales libres (anión superóxido, radicales hidroxilos y peróxidos, fundamentalmente) que propagan el proceso oxidativo produciendo lesiones a nivel de los cromosomas y afectando la estructura molecular de sustancias primordiales como el colágeno, la elastina, los mucopolisacáridos, los lípidos y las proteínas séricas.

Estas alteraciones a nivel molecular se expresan clínicamente por el desarrollo de las patologías que más frecuentemente aparecen en los ancianos, tales como las afecciones cardiovasculares, la aterosclerosis, la diabetes mellitus, las enfermedades degenerativas cerebrales como el Alzheimer, Parkinson, etc., el enfisema pulmonar y la enfermedad pulmonar obstructiva crónica (EPOC), las cataratas y el glaucoma, la sordera, el síndrome vertiginoso y otros trastornos sensoriales, las infecciones e incontinencia urinaria, la hipertrofia prostática, las inmunopatías con descenso de los niveles séricos de inmunoglobulinas, las artrosis y la osteoporosis, la poliartritis reumatoidea y el cáncer de pulmón, de vejiga, de colon, de próstata, etc., y otras patologías tumorales.

Un libro es básicamente un canal de comunicación, y en este sentido Felipe ha alcanzado su objetivo. Su contenido no solamente informa y enriquece, sino que ejerce una profunda motivación sobre el lector por la idoneidad y claridad conceptual puesta de manifiesto en el desarrollo de cada uno de los capítulos que integran la obra.

Es para mí un motivo de satisfacción personal prologar este estupendo y magnífico trabajo, que estoy seguro gozará de la mayor aceptación por parte de profesionales y del público interesado; fruto de la experiencia y el estudio de quien me ha honrado con su amistad y que goza de mi más profunda admiración.

Barcelona, enero de 2007

Doctor Ricardo Gampel

Bioquímico-inmunofarmacólogo

Antienvejecimiento

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