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LA GEOGRAFÍA DE LA DESTRUCCIÓN DEL VALOR NETO

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El hundimiento de los precios de la vivienda durante la Gran Recesión tuvo un fuerte componente geográfico. Nuestra investigación se basa en este hecho.3 Los condados donde se produjeron las caídas más fuertes en el patrimonio neto están situados en los estados de California y Florida. Otras zonas del país han sufrido también pérdidas importantes; por ejemplo, algunos condados de Colorado, Maryland y Minnesota. Los condados del centro del país, tales como los de Kansas, Oklahoma y Texas, han escapado en gran medida al hundimiento del sector inmobiliario.

En algunas regiones del país, la caída del valor neto de la vivienda fue asombrosa. En cuatro condados de Central Valley, en el norte de California —Merced, San Joaquín, Solano y Stanislaus—, la caída de los precios de la vivienda provocó una reducción de su valor neto del 50%. Estos cuatro condados ya estaban por debajo del valor neto medio de Estados Unidos en 2006. El condado de Prince George, en el estado de Maryland, justo al norte de Washington, D. C., sufrió una caída del 40% del valor neto; también estaba ya muy por debajo de la media.

En el año 2000, la familia media del condado de Merced, a unos 210 kilómetros al sureste de San Francisco, tenía unos ingresos de 35.000 dólares, lo que la convertía en relativamente pobre en comparación con las familias de otras regiones de California. Entre 2002 y 2006, como resultado del aumento de los préstamos a las familias con baja valoración crediticia, los precios de las casas en este condado aumentaron un 60%. Los propietarios respondieron endeudándose de forma desenfrenada y la deuda de las familias aumentó un 80%. Cuando se desplomó el mercado inmobiliario, las consecuencias fueron desastrosas. El valor del patrimonio inmobiliario del condado de Merced experimentó una caída del 50% entre 2006 y 2009.

Durante la Gran Recesión, el valor de las viviendas de muchas familias se situó por debajo de la cantidad que aún debían de hipoteca. Los propietarios pasaron a «deber más de lo que valía la casa» o a estar «en negativo» con la hipoteca y, de hecho, tenían un patrimonio negativo con respecto a sus viviendas. Si decidían vender, tenían que pagar al banco la diferencia entre la hipoteca y el precio de venta. Ante esta funesta situación, los propietarios podían o bien quedarse en sus hogares y deberle al banco más de lo que valían sus casas, o bien marcharse y dejar que el banco ejecutara la hipoteca.

Muchos decidieron quedarse. En 2011, 11 millones de inmuebles —el 23% de los inmuebles con hipoteca— tenían una deuda hipotecaria superior a su precio.4 A pesar de que conocemos bien estas cifras, todavía nos sorprendemos mientras las escribimos. Son verdaderamente turbadoras y merece la pena repetirlas: uno de cada cuatro propietarios de viviendas residenciales con una hipoteca en Estados Unidos tenía una deuda mayor que el valor de la casa. En cuatro distritos de los condados de Central Valley antes mencionados, más del 70% de los propietarios estaban en esta situación. En el caso del condado de Merced, la cifra era del 60%. Muchos otros propietarios se fueron y permitieron que el banco ejecutara la hipoteca. Por supuesto, marcharse no era gratis. El impago de la hipoteca minaba el historial crediticio. Además, las ejecuciones inmobiliarias conducían a un círculo vicioso de mayor destrucción del valor neto del patrimonio inmobiliario.

La casa de la deuda

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