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INTERPRETACIONES ALTERNATIVAS

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Los economistas que dudan de la importancia de la deuda de las familias suelen tener alguna alternativa en mente. Quizá la más habitual sea la explicación de los llamados fundamentals*. Según esta visión, las recesiones severas están provocadas por algún shock económico fundamental, como por ejemplo un desastre natural, un golpe de Estado o un cambio en las expectativas sobre el crecimiento futuro.

Sin embargo, las recesiones más graves a las que nos hemos referido no estuvieron precedidas por ningún fenómeno natural ni desastre político. En consecuencia, el punto de vista de los fundamentals suele culpar a un cambio en las expectativas de crecimiento. De acuerdo con esta interpretación, el aumento del endeudamiento antes de la recesión tan solo refleja expectativas optimistas, según las cuales la renta o la productividad aumentarán. Quizás exista alguna tecnología que los agentes creen que conducirá a grandes mejoras en el bienestar. Las recesiones graves se producen cuando estas elevadas expectativas no se materializan. Los agentes pierden la fe en que la tecnología avanzará o en que la renta se incrementará y, en consecuencia, deciden gastar menos. Según el punto de vista de los fundamentals, la deuda aumenta antes de las recesiones graves. Pero esta correlación es espuria; no indica ninguna relación causal.

Una segunda explicación es el punto de vista de los animal spirits,* según el cual las fluctuaciones económicas están provocadas por creencias irracionales y volátiles. Es parecido a la explicación de los fundamentals, salvo que en este caso las creencias no son el resultado de ningún proceso racional. Por ejemplo, durante el boom inmobiliario de antes de la Gran Recesión es posible que los agentes pensaran, de forma irracional, que los precios de los inmuebles seguirían aumentando para siempre. Después, la voluble naturaleza humana condujo a una revisión drástica de esas creencias. Los agentes se volvieron pesimistas y recortaron gastos. Los precios de los inmuebles se hundieron y la economía cayó en picado a causa de una profecía autocumplida: los agentes temían una recesión y su miedo hizo que, en efecto, la recesión fuera inevitable. Una vez más, según este punto de vista, la deuda de las familias tuvo poco que ver con la crisis subsiguiente. Tanto en la explicación de los fundamentals como en la de los animal spirits subyace un intenso fatalismo: una gran caída en la actividad económica no puede predecirse ni evitarse. Tan solo hay que aceptarla como una parte natural del proceso económico.

Una tercera hipótesis que suele plantearse es la explicación de la visión bancaria, que sostiene que el problema central de la economía es un sector financiero enormemente debilitado que ha detenido el flujo del crédito. Con arreglo a esta idea, el verdadero problema no es el gran aumento de la deuda, sino el hecho de que se ha detenido el flujo del crédito. Todo se resolvería si se pudiera conseguir que los bancos reanudaran los préstamos a las familias y a las empresas. Si salvamos los bancos, salvaremos la economía. Todo volverá a la normalidad.

La visión bancaria recibió muchos apoyos entre los políticos durante la Gran Recesión. El 24 de septiembre de 2008, el presidente George W. Bush manifestó un gran entusiasmo hacia esta explicación durante un revelador discurso que resumía la respuesta de su administración ante la crisis.22 En su opinión:

Los activos financieros relativos a los préstamos hipotecarios han perdido valor durante la crisis inmobiliaria y los bancos que poseen estos activos han restringido el crédito. En consecuencia, toda nuestra economía está en peligro [...]. Por esto propongo que el Gobierno federal reduzca el riesgo que estos activos problemáticos representan y proporcione de forma urgente el dinero necesario para que los bancos y otras instituciones financieras eviten el colapso y reanuden el crédito [...]. El esfuerzo que este rescate exige [...] tiene el objetivo de preservar la economía de Estados Unidos en su conjunto.

Si salvamos a los bancos, afirmó, contribuiremos a «crear empleo», y esto «ayudará a nuestra economía a crecer». La deuda excesiva no es ningún problema; todo lo contrario: deberíamos incentivar a los bancos a prestar todavía más.

La única forma de afrontar —y quizás incluso evitar— las catástrofes económicas es entender sus causas. Durante la Gran Recesión, el desacuerdo sobre las causas desvió la atención de los datos que los políticos necesitaban con urgencia para resolver el caos. Es necesario dilucidar si existen otros elementos además de la relación entre la deuda de las familias y las recesiones graves o si las alternativas mencionadas antes son ciertas. La mejor forma de probar esto es el método científico: analizar con detalle los datos y ver qué teoría es válida. Este es el propósito de este libro.

Para determinar cómo afecta exactamente la deuda de las familias a la economía, nos centraremos en la situación de Estados Unidos durante la Gran Recesión. Contamos con una gran ventaja respecto a los economistas que vivieron las anteriores recesiones gracias al enorme volumen de datos disponibles y al poder de la informática. Hoy en día disponemos de datos microeconómicos procedentes de una gran cantidad de fuentes, incluyendo datos sobre préstamos, gasto, precios de inmuebles y morosidad. Todos estos datos están disponibles a nivel de código postal en Estados Unidos y, en algunos casos, incluso a nivel individual. Esto nos permite examinar quiénes contrajeron más deudas, quiénes recortaron sus gastos y quiénes perdieron sus empleos.

La casa de la deuda

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