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2 ESTRÉS, ANSIEDAD Y DEPRESIÓN: ¿VENCEDORES EVOLUTIVOS?

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Durante el 99 % del tiempo que las bestias han habitado este planeta, el estrés ha consistido en tres minutos de terror después de los cuales, o bien acababas con tu oponente, o bien él acababa contigo. ¿Qué es lo que hacemos hoy en día? Activar el mismo mecanismo de respuesta al estrés ante nuestras hipotecas a treinta años.

ROBERT SAPOLSKY, catedrático de Neuroendocrinología y Biología Evolutiva en la Universidad de Stanford

Para ti y para mí, el estrés significa no poder llegar a encajar todas las piezas del rompecabezas diario; no tener tiempo para estudiar lo bastante de cara a un examen o no llegar a la fecha límite de entrega de un trabajo. Sin embargo, desde una perspectiva histórica, esas no son razones para sobrecargar el sistema del cerebro de respuesta al estrés.

Observemos más de cerca dicho mecanismo, que, en lenguaje médico, se llama eje HPA. Este es el resultado de millones de años de evolución, y se encuentra no solo en el hombre, sino también en la práctica totalidad de especies vertebradas, como los pájaros, los lagartos, los perros, los gatos o los monos. Se pone en marcha en una parte del cerebro denominada hipotálamo («H»), la cual envía una señal a la glándula pituitaria («P»), situada más abajo, que, a su vez, la manda a las glándulas adrenales («A»), ubicadas en la zona superior de los riñones y encargadas a continuación de liberar una sustancia conocida con el nombre de cortisol, la hormona del estrés más importante del cuerpo.

Es muy probable que el eje HPA se desarrollara, tanto en los seres humanos como en los animales, para ayudarlos a enfrentarse a amenazas, en su mayoría, extremas. Si, de repente, uno de nuestros antepasados veía un león, se activaba la alarma que le advertía del peligro para su integridad física. Esta reacción comienza, como te decía, en el hipotálamo. Luego, pasa a la glándula pituitaria, que solicita a las glándulas adrenales que liberen cortisol. Acto seguido, dicha hormona se encarga de movilizar la energía y hacer que el corazón empiece a latirnos más rápido y más fuerte. Todos hemos sentido en alguna ocasión cómo nos aumenta la frecuencia cardíaca ante una situación de estrés. Pero ¿por qué ocurre esto? Bueno, es evidente que, al toparse con el león, nuestro ancestro debía actuar rápido, ya fuera para atacar, ya fuera para salir corriendo (es decir, entraba en el «modo lucha o huye», fight or flight). Para poder hacer cualquiera de las dos cosas con la mayor presteza posible, los músculos del cuerpo necesitan de un incremento del bombeo de sangre, motivo por el cual el corazón pasa a latir con más intensidad. Hoy en día, sigue ocurriendo lo mismo dentro de nosotros; por eso nuestra frecuencia cardíaca aumenta cuando nos estresamos.

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