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DEPRESIÓN: ¿UNA PROTECCIÓN CONTRA LAS INFECCIONES?

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Tu material genético condiciona tus posibilidades de sufrir depresión. Aun así, no existe un «gen de la depresión» como tal, sino cientos de ellos diferentes, cada uno de los cuales, digamos, lleva a cabo su pequeña contribución en este sentido. En otras palabras, tu ADN no determina que algún día, antes o después, vayas a padecer dicha enfermedad, pero sí puede hacerte más o menos vulnerable a ella. Al investigar qué genes pueden estar relacionados, se ha hecho un curioso descubrimiento. Varios de los que aumentan el riesgo de depresión también activan el sistema inmunológico del cuerpo. Este inesperado puente genético ha llevado a la comunidad científica a comenzar a plantearse si dicha dolencia es una forma que tiene el cerebro de protegernos.

Puede parecer exagerado desde tu perspectiva y la mía, ya que, al fin y al cabo, si uno sufre una infección bacteriana para eso están los antibióticos. Sin embargo, estos son algo nuevo. La penicilina no se descubrió hasta 1928; razón por la cual, antes de esa fecha, a principios del siglo XX, uno de cada tres niños en Estados Unidos moría sin haber cumplido los cinco años. El cambio de siglo trajo consigo una extensa lista de fallecidos por neumonía, gripe, tuberculosis y diarrea. Todas ellas enfermedades infecciosas. No obstante, se cree que la mortalidad por dichos males en los días de nuestros ancestros prehistóricos fue aún mayor. Es seguro que muchos de los hombres que resultaban heridos durante una cacería no solo sufrían fuertes hemorragias, sino que también morían si la herida se infectaba.

Así pues, resulta lógico deducir que la evolución haya implementado en nosotros una variedad de mecanismos para protegernos contra las enfermedades infecciosas. Uno de ellos es un sistema inmunitario eficaz. Otro consiste en que sintamos un fuerte rechazo por la comida en mal estado; es decir, un «sistema inmunológico conductual». Luego está el que nos lleva a alejarnos de situaciones en las que existe un riesgo potencial de afecciones bacterianas y lesiones. Este último podría ser el puente entre las depresiones y las infecciones. Varios de los genes que aumentan las posibilidades de sufrir depresión parecen tener dos tareas: por un lado, la de garantizar la puesta en marcha del sistema inmune; y, por otro, la de distanciarnos de los peligros físicos o microbianos, lo cual consiguen induciéndonos a un estado depresivo. Sin embargo, estos genes no solo se activan al lesionarnos, sino también cuando corremos el riesgo de hacerlo. ¿Y dónde pasa eso? ¡Pues en un mundo lleno de amenazas! ¿Y qué es lo que nos advierte de la presencia de estas a nuestro alrededor? ¡Un fuerte estrés, por supuesto!

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