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NO ESTAMOS HECHOS PARA EL MUNDO DE HOY

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Ya que los humanos, como el resto de los animales, hemos evolucionado para adaptarnos al medio, creo que lo mejor para entendernos a nosotros mismos es echar la vista atrás y mirar el mundo que talló nuestras características. Una abrumadora mayoría de las generaciones anteriores a la nuestra (9.500 de los 10.000 puntos) vivió de la caza y la recolección. Su realidad difería enormemente de esta a la que tú y yo estamos acostumbrados. No obstante, nos resulta complicado describir con exactitud cómo era la suya. Solo conocemos su forma de vida a grandes rasgos, pues no existen registros escritos de aquella era prehistórica. Además, no se puede generalizar demasiado, ya que las condiciones en que vivían los múltiples y variados grupos de cazadores y recolectores probablemente divergieran, como poco, tanto como lo hacen hoy en día entre las poblaciones de los diversos lugares del planeta. Sin embargo, a pesar de ese conocimiento limitado y esa dificultad a la hora de concretar, sí que podemos resumir una serie de diferencias generales entre su mundo y el nuestro.

En la prehistoria, la gente vivía en grupos de entre cincuenta y ciento cincuenta personas. Hoy en día, la mayoría de la población mundial vive en grandes ciudades.

En la prehistoria, la gente se mudaba constantemente de un sencillo asentamiento a otro. Hoy en día, nos quedamos en un mismo lugar durante varios años o décadas.

En la prehistoria, la gente veía a lo largo de su vida a solo unos pocos cientos de individuos —un millar como máximo—, los cuales se parecían mucho a ellos mismos. Hoy en día, vemos a millones de personas de todo el mundo a lo largo de nuestra vida.

En la prehistoria, la mitad de la gente moría antes de cumplir los diez años. Hoy en día, solo un pequeño porcentaje muere antes de esa edad.

En la prehistoria, la esperanza de vida era de apenas treinta años. Hoy en día, la esperanza global de vida es de setenta y cinco años para las mujeres y setenta para los hombres.

En la prehistoria, las causas más comunes de muerte eran el hambre, la deshidratación, las infecciones, las hemorragias y el homicidio. Hoy en día, las causas más comunes de muerte son las enfermedades cardiovasculares y el cáncer.

En la prehistoria, del 10 al 15 % de la población moría a manos de otro individuo. Hoy en día, menos del 1 % de las muertes se deben al crimen o la guerra, es decir, son resultado de la acción de otra persona.

En la prehistoria, para sobrevivir se necesitaba una gran capacidad de distracción y estar en un constante estado de alerta ante el peligro. Hoy en día, consideramos la capacidad de no distraernos como una de las cualidades más importantes del ser humano. Ya no existen los mismos peligros que antaño.

En la prehistoria, el que no se movía para intentar encontrar algo comestible casi a diario se arriesgaba a morir de hambre. Hoy en día, no tenemos que dar un solo paso para conseguir comida: se puede pedir con toda facilidad que te la traigan directamente a la puerta de casa.

Así que, en una larga lista de puntos, los cambios que se han producido en nuestro entorno han sido enormes. ¡Y en solo unos cuantos miles o cientos de años! «Unos cuantos miles de años» quizá nos parece, desde nuestra perspectiva, una eternidad; no obstante, en términos evolutivos no es más que un abrir y cerrar de ojos. La consecuencia es que nuestro desarrollo no está sincronizado con el tiempo en que vivimos. Para comprender más a fondo las implicaciones que esto conlleva, debemos comenzar echando un vistazo más de cerca al órgano en el que surgen y se almacenan nuestros pensamientos, sentimientos y experiencias: el cerebro humano.

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