Читать книгу Bar - Caiman Montalbán - Страница 10

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Un bar se parece un poco a un cerebro. En los dos hay cosas que se mueven. Unas bien, otras mal. Todas como pueden. He tratado con cerebros ajenos al mío. He tenido tiempo de estar en bastantes bares. La conclusión es que bares y cerebros están jodidos todos.

Puedo recordar bares desollados, bares luminosos como soles, bares tristes y bares alegres, bares que merecían ser mercerías y bares que merecían tener mejores dueños.

Como los cerebros, los bares, tienen buenos momentos y malos, pero todos tienen una cicatriz blanda a la altura del retrete. Ahí, en esa herida sin posibilidad de cierre, es donde queda la mierda, las meadas y la vomitonas que nadie quiere seguir llevando. A pocos parece gustarle demasiado tratar esos asuntos, así que uno puede aprovechar el viaje e inspirado por el alcohol, cargarse un grifo, joder una puerta o lo mas rápido: mearse fuera.

Son las ocho de la tarde. El sonido metálico y oxidado al abrir la verja del bar chirría en mis resacosos oídos. Entro y pongo el aire acondicionado. La mezcla de los vapores nicotínicos y la cerveza seca pegada a la barra constituyen, básicamente, el característico olor a descomposición de la noche anterior.

Enciendo las luces, coloco los vasos, limpio los ceniceros, pulo la barra...; como el bar esta provisto de espejos, me entretengo viendo cómo cambia mi cara mientras las copas caen por mi garganta. Pongo un disco y me pregunto por qué no estoy al otro lado de la canción.

Bar

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