Читать книгу Bar - Caiman Montalbán - Страница 16

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Tengo días exactamente iguales que otros. Como calcados. Eso me afecta.

Cuando termina un día igual a otro y logro darme cuenta, siento un estúpido vértigo.

El vértigo que deben sentir un montón de fichas de dominó cuando colocadas en perfecta hilera y una vez dada la famosa toba inicial, van cayendo uniforme y ciegamente.

Claro está que también dispongo de esos momentos que ocurren después de haberlos soñado. Déjà vu. Como si una de las fichas de la mitad supiera que terminará siendo empujada. Una sugerencia del destino de impotencia y tranquilidad. Aunque la ficha tuviera patitas no podría moverse. Puede que por eso las fichas de dominó no tengan patas. Quizás por eso yo no tengo alas.

Y ya llegando a casa pensando en todo eso, bien fumado, con otro día exactamente igual que el anterior a la espalda, pero no idéntico, tuve la certeza de no ser una puta ficha de dominó.

Al entrar, después de darme una gran ducha como debajo de una paradisíaca catarata, quise hacerme un porro pero no encontré papelillos. Imaginé que debía estar escrito que no me fumase otro porro antes de dormir, así que me metí en el sobre y de pronto mis pies entraron en contacto con docenas de ellos. Sé que fue una señal. Decidí responder pasando de canuto. Intentando quebrar el destino. No paraba de darle vueltas y acabé haciéndomelo. Sé que fue una equivocación. Pude haber conseguido un buen par de alas.

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